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Milk logró beber el Agua Ultrasagrada un poco más de tres semanas después de aquel día. Durante todo ese tiempo, su rutina fue más o menos la misma: despertarse temprano, dedicar un par de horas a calentamiento y entrenamiento físico por su cuenta, y luego realizar un poco de limpieza. Esto último no era necesario, pero tras un rato viviendo ahí, se sintió con la necesidad de al menos hacer eso. El resto día se enfocaba en perseguir al Maestro Karin por toda la torre, intentando cada día usar un poco de las cosas que había estado aprendiendo, y sintiéndose un poco más cerca cada vez (aunque no tanto como a ella le gustaría).
Cada tres o cuatro días, en parte para entrenar, y en parte para cambiar un poco la rutina, optaba por bajar por su propia cuenta la torre, al menos hasta cierto punto, para luego volver a subirla con sus propias manos y pies. Y cada vez que lo hacía, le sorprendía lo sencillo que le resultaba, al menos en comparación con la vez anterior. Le había tomado el truco a ese asunto más rápido de lo esperado.
En la última ocasión que bajó la torre, un par de días antes del gran momento, lo hizo hasta llegar a tierra. Upa y Bora la recibieron con emoción, deseando que les contara todo lo que había ocurrido. Ninguno lo dijo, pero Milk supuso que pensaban que había regresado al no poder lidiar con el entrenamiento de Kamisama; es probable que ella misma hubiera pensado lo mismo en su lugar. Pero no tardó en contarles la verdad mientras cenaba con ellos esa noche, sobre cómo el Maestro Karin no le había permitido subir al Templo Sagrado hasta que fuera capaz de beber el Agua Ultrasagrada
No les había compartido, sin embargo, los detalles de lo que implicaba exactamente beber esa agua, pues aunque al inicio el “engaño” del Maestro Karin le había molestado, entendió con el tiempo que era su forma de incentivar a los que lograban llegar hasta la cima a mejorar, sin darse cuenta. Y si Upa algún día se animaba a hacerlo él mismo como decía, ¿quién era ella para revelarle el secreto? Era mejor que lo descubriera por su cuenta, así como había hecho ella.
No vio a Launch por ningún lado, por lo que supuso que había seguido el consejo de Tenshinhan y había ido con el Maestro Roshi a reunir las Esferas del Dragón. Esperaba en serio que tuvieran éxito.
Pasó la noche en tierra firme en esa ocasión, y la mañana siguiente volvió a subir la torre con las energías totalmente recuperadas, en bastante menos tiempo que la primera vez. Mientras subía, se dijo a sí misma que sería la última vez: obtendría esa agua pronto, a como diera lugar. Y esa resolución tuvo sus frutos días después.
Todo comenzó de una forma bastante normal, como cualquiera de los días anteriores. Tras terminar sus ejercicios y de limpiar un poco la parte de abajo, Milk se colocó su traje de entrenamiento (ya para esos momentos algo desgastado) y subió a la parte superior, en donde el gato ermitaño esperaba paciente. La vasija colgando como siempre de su bastón de madera, aguardando por ella.
—¿Estás lista? —le preguntó el Maestro Karin, impasible.
Milk asintió, y se colocó rápidamente en posición.
—Lo estoy…
Milk se lanzó sin vacilación alguna en contra de él, y como siempre Karin logró esquivarla con aparente facilidad. Pero igual como los días anteriores, Milk no dejó que eso la desanimara y siguió intentándolo una y otra, y otra vez por gran parte del resto del día, sin detenerse más que unos cuantos minutos a recobrar un poco el aliento, y luego seguir.
Karin se movía ágilmente por todo aquel espacio, y Milk corría detrás de él, intentando igualar lo más posible su velocidad. Un juego del gato y el ratón que ambos ya habían repetido demasiadas veces, y que para ese punto debería ya percibirse repetitivo…
Pero ese día era distinto. Para ese punto, los movimientos de la guerrera eran mucho más preciosos, y ya no debía esforzarse demasiado para igualar la velocidad del Maestro Karin. Era una diferencia abismal con el primer día, y ambos lo tenían claro.
Luego de tantos intentos, y de tanto tiempo enfocada en esa tarea, Milk comenzaba a lograr encauzar sus pensamientos y su espíritu cada vez mejor. Y, como Karin le había dicho, también logró dejar de lado cualquier otra preocupación o problema; Gohan, Piccolo, Goku, y cualquier otra inquietud que no lo ayudaba a lograr lo que requería. Le había resultado difícil, quizás lo más difícil de su vida. Sin embargo, Karin había tenido razón desde el inicio: sólo hasta que entendió que lo único que ocupaba era alcanzar esa vasija, y nada más, fue cuando logró estar en la posición correcta para alcanzar su cometido.
—Muy bien —comentó Karin de pronto, en el momento en el que ambo se separaron, y Milk se tomó un momento para apoyarse en sus rodillas y recobrar el aliento—. Has logrado despejar tu mente al fin. Ahora eres capaz de predecir con mayor precisión mis movimientos, ¿no es así?
—Eso creo —respondió Milk entre jadeos—. Pero aun así no puedo alcanzarlo. Algo me falta, ¿no es cierto? Debo ser más rápida, más…
—Nada de eso —le cortó Karin con tono calmado—. Ya tienes la velocidad, los reflejos y la claridad mental necesarios. Lo único que necesitas en este punto, es encontrar una buena oportunidad.
—¿Oportunidad? —susurró Milk confundida, alzando su mirada hacia él.
—La mayoría no lo aceptará tan fácil, pero lo cierto es que las habilidades físicas y la estrategia son una parte crucial, pero no lo son todo. Muchas veces la diferencia entre ganar o perder un combate no radica en la fuerza o en la velocidad, sino en saber identificar la mejor oportunidad, y sacar jugo de ella. Sin ir más lejos, sólo en esta última ronda tuviste al menos cinco oportunidades perfectas en las que tenías todo en tus manos para quitarme la vasija, pero no supiste aprovecharlas.