28
Milk se despertó sobresaltada, agitándose con brusquedad sobre el futón en el que descansaba, hasta que fue capaz de abrir sus ojos de un sólo tirón. Una vez logró salir enteramente de la ensoñación, se quedó quieta, absorta en el techo abovedado sobre ella. Y así permaneció por largos segundos sin mayor reacción, hasta que su mente tuvo la suficiente claridad para dibujar un pensamiento claro en su cabeza: “¿Y el reloj?”
El gran reloj con sus grandes manecillas que se ubicaba en el techo de la puerta de la Habitación del Tiempo había desaparecido.
Se sentó lentamente, con aún algo de agotamiento mermando sus músculos, y echó un vistazo a su alrededor. Se encontraba en una habitación circular con techos altos, con pequeñas ventanas que apenas dejaban pasar la luz de afuera. Había columnas de piedra blanca, que junto con la cúpula del techo asemejaban bastante a la arquitectura de la habitación en la que había estado viviendo todo ese tiempo…
Pero no era la misma.
El espacio era más pequeño. Y además del futón sobre el que reposaba, no había nada más ahí. Había dos entradas, una opuesta a la otra, sin ninguna puerta o separación, que llevaba cada una hacia un pasillo, más iluminado aún de en dónde estaba ahora.
Milk se puso con cuidado de pie y se encaminó hacia una de las dos salidas. Le sorprendió un poco darse cuenta de que en realidad ya no sentía el cuerpo tan engarrotado o adolorido como lo recordaba. De hecho, si sus movimientos eran torpes y lentos, parecía ser más un efecto del sueño tan profundo del que acababa de salir. Aun así, no se sintió del toda confiada, así que avanzó con una mano apoyada contra el muro a su lado, como si temiera caer al suelo si no se apoyaba de esa forma.
Conforme más avanzó, más distinguió el brillo blanquizco del exterior. Y más se confirmaban sus sospechas de en dónde se encontraba en realidad. Dichas sospechas se convirtieron abruptamente en certeza, cuando puso un pie afuera del edificio, y sus ojos fueron golpeados directamente por aquel incandescente brillo que le hizo cerrar un momento los ojos, y luego usar su mano como visera para protegerse mejor.
Alzó lentamente su vista, y entonces contempló maravillada lo que se cernía sobre ella: el cielo azul, no blanco. Y aquel brillo era el sol mismo.
El aire se sentía ligero, y la temperatura, aunque un poco cálida, era de hecho bastante agradable.
Estaba afuera de la Habitación del Tiempo. Estaba, de hecho, justo de regreso en el Templo de Kami-sama.
«¿En verdad estoy afuera?» se preguntó Milk en silencio, escéptica.
Aquella revelación debería haberla hecho prácticamente saltar de alegría, pero la verdad es que ni siquiera era del todo capaz de procesar si lo que veía era real o simplemente otra alucinación más provocada por la Habitación. Y mientras ponderaba ambas opciones, su cuerpo se fue balanceando hacia un lado, hasta pegar su hombro contra la columna a su derecha. Se dejó deslizar por ella, hasta quedar sentada en el suelo; todo esto sin apartar ni un momento la vista del cielo sobre ella.
—Ya has despertado —escuchó una voz pronunciar a sus espaldas, aunque esto no la sobresaltó tanto como debería. Aunque una parte de ella estaba absorta en el cielo, otra se encontraba bastante consciente de la presencia de alguien más bastante cerca.
Separó al fin sus ojos del cielo, y se giró a mirar con cuidado en dirección al templo. Por la puerta principal de éste, observó a dos figuras que se acercaban con paso despreocupado hacia ella. Supo quiénes eran incluso antes de que el sol iluminara también sus caras.
—Kami-sama, Mr. Popo —susurró en voz baja, sentada aún en el suelo contra la columna—. ¿Ustedes me sacaron?
El Dios de la Tierra y su leal ayudante se detuvieron a un metro de ella y la contemplaron con cuidado. El rostro verde y avejentado de Kami-sama se mantuvo estoico como era habitual.
—La puerta se abrió tras el tiempo acordado —explicó con voz calmada—. Pero cuando no saliste por tus propios pies, Mr. Popo tuvo que entrar y sacarte. Estabas en muy mal estado, físico y mental, pero seguías con vida… apenas.
Milk asintió. No necesitó que le dieran mayor explicación para comprender; ella sabía mejor que nadie el estado en el que se encontraba.
—¿Entonces en verdad estuve un año ahí dentro? —masculló en silencio, girándose de nuevo hacia el cielo sobre ella—. ¿Y aquí afuera sólo pasó un día…?
—Un pocos más, en realidad —señaló Mr. Popo con tranquilidad—. Luego de salir de Habitación del Tiempos, estuviste inconscientes más de lo esperado.
Eso tampoco extrañó a Milk en lo absoluto. Lo extraño hubiera sido que se levantara de inmediato como si todo lo acontecido en aquel sitio no hubiera ocurrido.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó con voz ausente.
—Aproximadamente dos semanas —le respondió Kami-sama sin vacilación.
—Dos semanas… —repitió en voz baja, y sólo hasta que lo hizo logró comprender completamente el significado de esas dos palabras—. ¡¿Dos semanas?! —exclamó, ahora sí atónita, girándose de regreso hacia ambos con sus ojos bien abiertos.
¿Cómo podría haber estado dos semanas inconscientes? ¿Eso no era ya prácticamente estado de coma? Aunque eso explicaba porque comenzaba en ese momento a sentir hambre y sed.