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En esa ocasión, a Milk le tomó considerablemente menos llegar a su destino, en comparación con la vez anterior en la que había ido tras la pista de Piccolo. Con su habilidad de sentir el ki mucho más desarrollada, y mayor firmeza y convicción al montar la Nube Voladora, pudo moverse con mayor rapidez hacia aquel punto resaltante en el horizonte, que estaba convencida de que se trataba de Piccolo Daimaku.
En su camino, Milk y la Nube Voladora cruzaron sobre mares, ciudades y bosques. Tras varias horas, terminaron internándose en un páramo alejado de cualquier asentamiento humano a la redonda, habitado por dinosaurios y otros animales salvajes. El terreno era rocoso y el clima era desértico. Le pareció un lugar más que adecuado para encontrarse con aquel demonio.
Cuando ya estaba a punto de llegar al sitio al que sus sentidos la jalaban, una resolución repentina le cruzó por la cabeza.
—¡Detente, Nube Voladora! —ordenó, y su transporte frenó abruptamente. El cuerpo de Milk salió disparado hacia el frente por el repentino frenado, pero por suerte se pudo mantener en el aire usando la técnica de volar.
Milk se elevó un poco más, mirando fijamente en la dirección en la que se dirigía. La presencia que había identificado como Piccolo seguía ahí adelante. Y mientras se acercaba, más estaba segura de que se trataba de él. Era como si su último encuentro hubiera dejado una marca en ella, que ahora era incapaz de ignorar.
Pero había un pequeño detalle que había pasado por alto; y que, torpemente, también había ignorado en su encuentro anterior.
—Si yo puedo sentirlo con tanta claridad, lo más probable es que él también me sienta a mí —pronunció en voz baja, como si se lo estuviera diciendo a la Nube Voladora, aunque en realidad era una simple reflexión para sí misma.
Piccolo debía de ser capaz de sentir su presencia, tan bien como lo hacía Goku. Y más ahora que de seguro su poder era más elevado. La única ventaja que podía tener era que, por ese mismo cambio, era poco probable que pensara que se trataba de ella; de seguro creería que era Krilin o alguno de los otros. Aunque eso poco importaba, pues quienquiera que él pensara que fuera, lo estaría esperando.
De hecho, se atrevería a decir que por eso no se había movido ni ocultado su presencia.
Milk se mordió su labio inferior con frustración. No obstante, sabía que no tenía caso lamentarse en ese punto por eso. Ya estaba ahí, y no iba a retroceder. Si ese demonio la esperaba, no lo haría esperar mucho.
—Continuaré sola desde aquí, Nube Voladora —murmuró despacio, girándose hacia su leal transporte con una cándida sonrisa en su rostro—. Gracias por traerme, pero ahora debes irte.
La nube continuó en su sitio, como si dudara en obedecer tal instrucción.
—No te preocupes —masculló Milk, reflejando una confianza que no sentía del todo—. Estaré bien. Si te necesito, te llamaré de inmediato. Lo juro.
La nube pareció aún reticente por un rato, pero al final se alejó volando hacia el firmamento, perdiéndose de su vista en un último resplandor.
Milk suspiró con pesadez, y luego respiró lentamente, intentando calmar su espíritu. Kami-sama y los otros le habían enseñado a disminuir su ki hasta hacerlo “casi” imperceptible, por lo que intentó hacerlo en ese momento. Quizás ya era tarde, pero de todas formas lo intentó. Se acercó entonces volando con cuidado, cortando la distancia que la separaba del punto marcado en su mapa mental.
Su viaje la llevó al fin hacia un páramo lleno de montañas rocosas, y una amplia planicie árida. No parecía haber nada en los alrededores; muy pocos animales, y apenas un poco de vegetación. Y ninguna señal visible de a quién buscaba. Pero estaba ahí; sentía su presencia grande en todo ese sitio, como si la envolviera.
Bajó entonces rápidamente, hasta que sus pies se posaron en lo alto de una de esas formaciones rocosas. Y ahí se paró, con su postura firme, mirando hacia todo aquel paisaje desolado. Dentro de lo que cabía, aquel sitio se percibía bastante tranquilo. Pero, para alguien que había pasado un año en un espacio donde no existía más que el absoluto silencio, eran más que evidentes los pequeños detalles que hacían que aquel paisaje no estuviera vacío y, en especial, solo.
Un viento cálido sopló, agitando sus cabellos y ropas, levantando además un poco de polvo. Sus agudos oídos percibieron el aleteo de su gi, pero también el de la larga capa que se agitaba a sus espaldas…
—Ah, eres tú otra vez —escuchó esa maldita voz pronunciar detrás de ella, como una remembranza de su último encuentro—. En esta ocasión no te reconocí. Hubiera jurado que era otro de los inútiles amigos de Goku. Dime, ¿a qué has venido esta vez?
Milk inhaló profundamente, y luego exhaló. Antes se había sentido asustada y nerviosa, pero ya no era la misma mujer de aquella ocasión. Lentamente, comenzó a girarse por completo, hasta encarar por fin de frente a aquel ser que tanto había imaginado enfrentar. Piccolo Daimaku en persona estaba de pie frente a ella, sus brazos cruzados, con su postura firme y segura, vistiendo su turbante y capa blanca. La expresión de su rostro era de absoluta indiferencia, solo una sutil pizca de molestia se asomaba en sus ojos.
—Les advertí que no me molestaran otra vez —exclamó el demonio de piel verde con tosquedad—. Les dije que si volvía a ver la cara de cualquiera de ustedes, no me haría responsable.