La Harley del diablo

introducción y capitulo 1

Intruducion 

 

Las luces de neón resplandecían con su luz fosforescente en la oscura noche. La zona estaba desierta, la gente estaba en las muchas salas de fiesta que había a cada lado de la acera, las cuales discurrían a lo largo de la calle. De una de estas salas salió una pareja que se profesaba carantoñas de enamorados. El joven se paró para besarla.

—Cómo te quiero…, qué ganas tengo de llegar a casa y... —dijo el chico con mirada lujuriosa.

—Pues vamos, no te pares más —le respondió la joven con una sonrisa pícara.

—Me paro porque necesito besarte, mi amor, no puedo dejar de hacerlo, quiero seguir besándote.

Caminaron por la acera riendo. A cada momento se detenían para besarse en la boca; luego, y muy abrazados, seguían con sus risas, caricias y carantoñas. Llegaron a un semáforo en rojo esperando para cruzar; allí parados seguían con sus mimos cuando por la calle apareció un coche negro. Se paró a su altura. De la ventanilla de los asientos traseros un hombre sacó una pistola y disparó varias veces sobre el chico, que cayó de bruces sobre el suelo. La joven gritó desesperada y angustiada; miró al hombre del coche y, con los ojos llenos de lágrimas, lo amenazó.

—¡Te he visto! ¡Iré a por ti, maldito bastardo! ¿Por qué, por qué?

Pero el hombre miró a la joven con rabia y disparó contra ella. Esta cayó hacia atrás dándose con el poste del semáforo en la nuca; luego se deslizó al suelo desplomada y la cabeza dio contra el adoquín mientras el coche abandonaba el lugar a toda velocidad desapareciendo como por arte de magia. 

Poco tiempo después, las sirenas de la ambulancia gritaban en la noche encogiendo el corazón de quien las escuchaba. Se aproximaban al lugar a toda velocidad por la llamada de un portero que, tras escuchar los disparos, se asomó a la puerta pensando que estaban tirando petardos y se encontró con la pareja en el suelo sobre un reguero de sangre. Los sanitarios asistieron a los heridos y los trasladaron al hospital mientras la policía preguntaba a la gente que se había arremolinado en torno al suceso, los cuales no le pudieron decir nada. Nadie vio ni escuchó nada. Los agentes estaban desconcertados por aquel ataque tan despiadado contra una pareja de enamorados.

Capítulo 1

Impotencia

 

Delante de la mesa del comisario de policía Eduardo Santos se encontraba un hombre de mediana edad, alto y con el cabello parcialmente blanco. El comisario lo miraba impotente; no podía ayudarlo. Eso lo mantenía nervioso ante el dolor tan grande que tenía aquel hombre por la pérdida de su hijo.

—Lo siento, pero hemos investigado hasta la saciedad. Nadie vio nada ni escuchó en torno a su asesinato. No hay nada.

—Debe de haber una pista para descubrir quién mató a mi hijo.

—Lo siento, pero hemos investigado su entorno más cercano, a los familiares, a sus amigos, el entorno de su novia. Nada, ni una pista. Yo —como comisario— me siento muy frustrado al no tener nada donde agarrarme, ni una sola pista. Es frustrante. Si pudiera descubrir al asesino, sería una victoria, ¿comprende? Eso sería para mí una victoria.

—Comisario Santos, he pensado… Su novia está viva. Si el asesino se entera, creo que volverá para matarla.

—Puede que tenga usted razón, pero eso nadie lo sabe. A lo mejor, el asesino iba solo a por su hijo, o a por los dos, no lo sé.

—Tendrá que ponerle vigilancia.

—No puedo tener un agente vigilándola día y noche sin saber nada, sin una amenaza real. No me sobra personal; si necesita seguridad, tendrá que contratar a un guardaespaldas.

—¿Todo se queda así? ¿No hay otra opción?

—Puede contratar a un investigador privado, es la única opción que yo veo más factible, que le ponga usted vigilancia.

—¿Eso sirve para algo, sin conocer la cara del asesino? —preguntó el hombre, aturdido.

—Depende, un detective privado tiene más tiempo para vigilar.

—Entonces, esa es la única solución para descubrir al asesino de mi hijo —respondió el hombre, que había subido el tono de voz.

—Es mejor que nada. Le daré la dirección de un investigador privado que fue un compañero nuestro en esta jefatura. Ha puesto una agencia de detectives privados. El director trabajó en esta comisaria, se llama Cebrián Vera. Agencia Vera.

El hombre tomó la dirección. Un poco decepcionado, le dijo adiós y salió de la comisaria. Con pasos cansados se dirigió al hospital, tenía que preguntar por la salud de la que fue novia de su hijo. Encontró a la madre de esta en la sala de espera. La mujer, al verlo, se levantó. Lisa era una mujer más bien menuda, pelo castaño claro y ojos de igual color.

—Buenos días, Lisa. ¿Cómo sigue tu hija?

—Mejorando. Ahora duerme, pero esto es una tragedia, ha perdido la memoria.

—Amnesia traumática. Es por el dolor; subconscientemente no querrá recordar nada porque teme sufrir. Debes estar a su lado, le tienes que hacer compañía; ahora, más que nunca, ella la va a necesitar. Mucho. Aunque no recuerde, la tienes a tu lado, a mí no me queda nada de mi hijo.



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En el texto hay: una harley

Editado: 06.04.2024

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