La Harley del diablo

capítulos 3

Capítulo 2

El contrato

 

 

Al día siguiente, Humberto fue al despacho de Cebrián Vera. Este estaba en un edificio de oficinas en la sexta planta. Le abrió la puerta el mismo Cebrián, un hombre de unos cincuenta y cinco años, alto, delgado, con el cabello blanco y una mirada oscura. Le dio la mano y le invitó a sentarse. El despacho tenía una sala grande con un ventanal que ocupaba toda la pared. En medio, dos sillones, una mesa de centro y, a los lados, dos despachos con las puertas cerradas.

Cebrián le indicó la puerta de la izquierda y, con un gesto, le hizo pasar. Entró en ella y observó que tenía un ventanal de cristal blanco que rodeaba toda la estancia. Al fondo, un escritorio con un ordenador, un gran sillón y dos sillas. Al lado de la puerta, a la izquierda, había una mesa de cristal con seis sillas.

El hombre lo llevó a la zona del escritorio y le indicó que tomara asiento. Humberto miró al frente y vio la parte de la ciudad que se mostraba a la espalda del detective. Luego se fijó en una estatua de bronce que estaba cerca del ordenador; la imagen era de una mujer con un vestido muy erótico, largo hasta los pies, mostrando una pierna fuera de su ropa a través de las sexis rajas de la prenda. En sus manos había un cuerno lleno de monedas de oro y parecía que las estaba vaciando al suelo. La mano derecha estaba detrás del cuerno sujetándolo y la mano izquierda tocaba las monedas como si las sembrara. Se fijó en el collar de oro que tenía, y en el pelo negro y largo. La voz de Cebrián le hizo apartar la mirada de la bella estatua que tanto le había impresionado.

—Dígame en qué puedo ayudarlo.

—Quiero descubrir quién mató a mi hijo —dijo Humberto sin tapujos, directo al grano—. Vengo de parte del comisario Santos.

—Conozco al comisario Santos. Dígame, cómo se llama usted.

—Me llamo Humberto Morales, y mi hijo, Nicanor Morales, fue asesinado de madrugada hace dos semanas. La policía no tiene pistas sobre el asesino. Quiero que usted se haga cargo de este caso.

—Es difícil. Estoy al tanto de lo que se ha investigado y, créame, va a ser toda una odisea. Nadie vio ni escuchó nada. ¿Tiene usted sospechas de alguien, aunque sean mínimas?

—No, yo solo me inclinaría por mi nuera, pero ella vive lejos —dijo Humberto, arrepintiéndose al momento de lo que había dicho, pues había hablado el despecho.

—Puede haber mandado a un sicario, aunque es muy difícil poder probarlo. Pero podemos averiguarlo por el movimiento de su cuenta bancaria. Lo puedo revisar.

—Eso ya lo ha hecho la policía, no hay pruebas contra mi nuera.

—Sé que se hace difícil que cuando la policía no tiene pistas lo manden a la investigación, señor. Si aun así quiere seguir…

―No puedo abandonar, ahora quiero continuar hasta el final.

―Cuando esto sucede, créame, crea impotencia seguir cuando todos los caminos se cortan.

—Aunque lo vea difícil, aunque los caminos se corten, solo tengo una esperanza.

—Dígame de qué se trata. Puede que nos ayude —acotó el hombre, que veía que aquel caso era muy difícil de descubrir, pues la policía lo había desestimado.

—La novia de mi hijo, la que está en el hospital. Ella ha perdido la memoria. Si el asesino se entera de que está viva, irá a por ella. Quiero que la proteja usted hasta que pueda ayudarnos a reconocer al asesino.

—Espere un momento, por favor —anunció el hombre. Se levantó y fue a la puerta. Desde allí, llamó al otro despacho.

—Ismael, ¿puedes venir un momento?

No tardó en aparecer un chico de unos veintinueve años, aproximadamente, de estatura normal, moreno, de mirada verde y profunda, de labios gruesos perfectos y sonrisa tierna y amable.

—¿Me llamabas, papá?

—Sí, hijo, te presento a Humberto Morales. Es el padre del chico que asesinaron hace dos o tres semanas. Nos contrata para que descubramos quién mató a su hijo.

—Me alegro de conocerlo, siento mucho lo de su hijo —dijo el joven apretándole la mano.

—Gracias. Un gusto conocerle.

—Ismael, ¿recuerdas el asesinato de su hijo? En él también se vio envuelta la novia, la cual está en el hospital. Le han diagnosticado amnesia a causa de los disparos que impactaron sobre ella además del golpe que se dio en la cabeza.

—¿Qué puedo hacer por ella? —preguntó Ismael, muy serio.

—Serás su guardaespaldas. Si el asesino se entera de que está viva, irá a matarla, porque es la única que lo puede reconocer. Hijo mío, la protegerás con tu propia vida, si es preciso.

—Sin duda que la cuidaré, estaré pendiente. ¿Cómo puedo ponerme en contacto con ella?

—A través de Lisa, su madre. Ella aún está en el hospital ―dijo Humberto, en conformidad con la decisión del joven hijo de Cebrián.

—Hablaré con su madre para ponerme en contacto con ella y me considere su amigo sin que se dé cuenta de que velo por ella.

—Mi hijo está preparado para cuidarla y será muy cauto mientras ella esté amnésica.



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En el texto hay: una harley

Editado: 06.04.2024

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