En el salón de su casa, Fanny estaba frente a Ismael, con la mirada interrogante.
—Es momento de que me cuentes todo lo que sabes de mí, todo lo que conoces, todo lo que te ha dicho mi madre, ¿me oyes? Todo lo que sepas de mí —le exigió.
—No sé mucho de ti.
—No me vengas con esas ahora. Tienes que saber mucho de mí, ¿por qué no quieres contármelo?, ¿qué hay de malo? ¿Por qué quieres escondérmelo?
Ismael tragó saliva, no podía demorar más aquella situación. Tenía que decirle la verdad, aunque sintiera miedo de hacerlo.
—Lo que sé de ti es que no tuviste un accidente de coche —dijo el joven, con miedo.
—No… ¿Y por qué no me lo dijo? ¿¡Por qué me lo ocultó!?
—No quería, porque habías perdido la memoria y la verdad podía hacerte mucho daño.
—¿Qué fue lo que me pasó para que ella temiera tanto por mí?
—Te dispararon.
—¿Que me dispararon? ¿Por qué? —preguntó la joven, llena de inquietud.
—La policía no ha llegado a saberlo, no hay pistas que lleven al asesino.
—¿Quién podría tener deseos de matarme?
—No lo sé, no se ha llegado a saber. —Ismael respiró un poco más tranquilo. La joven parecía que aún no había recordado nada de lo sucedido. Le dijo de nuevo:
—La policía espera que recobres los recuerdos para saber si dan con el asesino.
—Esto es nuevo para mí. Hay tantas cosas que me gustaría recordar… Pero no me viene nada.
—Poco a poco te llegarán, no te esfuerces. Todo llegará.
La joven se sentó abatida en el sofá. Sabía que la querían matar, pero no quién, ni por qué Ismael la tenía que proteger. Una idea le llegó y le preguntó:
—¿Yo estaba sola? ¿o no?, ¿estaba mi madre conmigo? ¿Quién estaba?
Las preguntas le brotaban de sus labios, atropellándola, quería saberlo todo deprisa.
—No estabas con tu madre, estabas con un amigo.
—¿Un amigo nada más? Siento que era algo más…, estoy recordando…, me besaba…, me besaba… Dime quién era él.
El muchacho se quedó frío. La joven estaba recordando. Fanny se aferró a él, lo tomó por la camisa zarandeándolo.
—¿Quién era mi acompañante? ¿Era mi marido? —preguntó la joven, jadeante
—No. —Y de nuevo, el silencio. Pero la joven no iba a dejarlo sin saber la verdad.
—Tú lo sabes, pero no me lo quieres decir. Dímelo, por favor. Quiero recordar, quiero recordar.
—Él era tu novio.
—¿Mi novio? ¿Y por qué él no está a mi lado en estos momentos?
—Murió en el atentado. —Ismael se rompía por dentro, no quería seguir contándole su vida; tenía miedo, porque a ella se le estaba crispando el rostro.
—¿Murió? ¿Y por qué yo no? ¿Por qué no morí con él, a su lado?
—Te dejaron muy grave. Te salvaron los médicos. Ahora debes recordar quién disparó.
—¿Solo te interesa eso? Que yo recuerde quién disparó, ¿verdad? Eso es lo que te interesa. Por eso estás a mi lado —Fanny hablaba sin parar, no sabía lo que decía, estaba ofuscada.
—En un primer momento, sí. Me contrataron para salvarte la vida. Pero me he enamorado de ti —dijo Ismael con dolor, sabía que ella ya no confiaba en él.
—Mi madre no fue. No creo nada de lo que venga de ti, ni tus sentimientos. ¿Quién te ha contratado? —Las palabras de Fanny le hacían sufrir al muchacho, porque a ella no le importaba herirlo.
—Cierto, no fue tu madre, fue tu suegro.
—¿Quiénes son mis suegros?
—Los señores Morales. Fueron a darte el pésame al sepelio.
—Sí, me acuerdo de ello.
En ese momento, la joven sintió un pinchazo de dolor en su pecho que no pudo aguantar. Se dejó llevar y le dio un ataque de ansiedad. Estaba fuera de sí, gritaba desesperadamente.
—No quiero vivir sin él. Vete de mi lado, que me maten, eso es lo que quiero, déjame sola —pedía la joven, bramando.
—¿Qué dices? Yo no quiero que te maten. Te protegeré con mi vida si es preciso.
—Vete, no quiero vivir…, no, déjame aquí a mi suerte.
—No voy a dejarte a tu suerte. Te cuidaré porque te quiero y es mi obligación.
La joven pataleaba. Ismael la tenía cogida por debajo del pecho con los dos brazos, sujetando sus embestidas descontroladas. Poco a poco la fuerza de la joven fue cesando, pero en ese momento arrancó a llorar, desconsolada. Las piernas no resistían su peso. Él le dijo:
—Ahora te voy a meter en la cama. Debes descansar, es lo mejor. Mañana lo verás todo de distinta manera.
La joven se dejó llevar. Él le quitó la ropa y la metió en la cama. Luego fue a por un vaso de leche caliente e intentó dárselo, pero todos los esfuerzos fueron inútiles. Fanny lloraba, e Ismael se fue a la cocina y llamó a su padre. Este le respondió:
—Hola, hijo, ¿cómo lo llevas?