En la mente de Iris, Bianca apareció, era una sala infinitamente blanca.
—Em… ¿Iris?—La encontró tirada en el suelo, dormida e inconsciente. Bianca la intentaba despertar, sacudiéndola.
En el mundo real Amanda seguía con el aspecto del humo negro y las alas de murciélago, Melania vigilaba cada movimiento que hacía, Iris seguía con la formación del hechizo, era un poema bastante largo y muy poderoso. Sabrina seguía en el suelo.
—No lo conseguirá, tu hermana es una principiante—Amanda estaba muy segura de sí misma, pero Iris estaba empezando a fallar, se le olvidaban trozos del hechizo. —¿Qué?
—Parece que la principiante te esta venciendo.
—No puede ser—Se acercó a Iris. —¿Qué haces?
En la mente de Iris, seguía dormida en el suelo, Bianca hizo mil y una cosas para poder despertarla, pero no había manera.
—¡Iris! ¡Iris! Vale, lo siento pero espero que me perdones por esto—Alzó la mano. Le intentaba dar una bofetada, pero antes de que la pudiera tocar Iris se despertó y le cogió de la muñeca antes de que le pudiera dar. —¿Eh?
—Ten por seguro que no te hubiera perdonado.
—¡Iris!—La abrazó.
En el mundo real, Iris se cayó al suelo tras haber despertado en su mente, ya no estaba controlada por Amanda y eso la enfureció.
—¡No!
—Lo has conseguido—Dijo Melania al ver a su hermana levantándose del suelo.
—¿Que ha pasado?
—Te hemos liberado de Amanda, los detalles al final por favor—Dijo Bianca.
—Aún falta Sabrina—Dijo Melania mientras que las tres la miraban, estaba todavía en el suelo.
—No será tan fácil esta vez.
—¿Fácil? ¡No ha sido nada fácil tía!—Se enfadó Bianca.
Amanda hizo desaparecer su sonrisa y el humo de desvaneció, haciendo que entre él, estuviera su joven cuerpo de piel blanca como la nieve, cabello largo y negro, con unos labios rojos que resaltaban sus ojos azules oscuros.
—¿Y así es tu aspecto real? Pues es muy guapa—Susurró Bianca.
—Cumbre de la oscuridad, ¡el trueno de la desesperación!—Amanda despertó a Sabrina y ésta obedeció. —Ve tras ellas y tráeme sus almas.
—Eso es demasiado para una niña ¿no crees?—Preguntó Melania.
—¡Necesito una cuerda!—Bianca pidió una cuerda y bajó del cielo.
—¿Para qué quieres una cuerda?—Preguntó Iris.
—Para esto—Bianca le hizo un nudo y atrapó a su prima como si fuera una vaquera. —Las clases que me daba la abuela han servido para algo —Y corrió dando vueltas a su alrededor. —Y ahora ya está ocupada.
—¡Sangre negra y rayos infinitos!—Unos rayos cayeron del cielo, obra del hechizo de Amanda.
—¡Cuidado Bianca!—Iris la aparto de uno de los rayos que caían.
En desesperación, no se le ocurrió otra cosa que el hechizo final. Melania cerró los ojos y estiro los brazos uno a cada lado, que poco a poco los iba poniendo delante de ella, creando una esfera a su alrededor, y una pequeña esfera en medio de sus manos.
—No serás capaz de realizarlo—Dijo Amanda, Bianca observaba a su hermana con una cara de preocupación. Iris abrió los ojos y también la observó. —Para este hechizo se necesita mucho poder.
—¡El ciclo de la vida y la muerte, sangre en mis venas, que fluye en el espacio y el tiempo, vuelta a los dóminos de estos, con su poder y el mío, haz que desaparezca de mi vista! ¡Oscuridad eterna!
El rayo negro que creaba Melania traspasó el cuerpo de Amanda dejando cenizas en el suelo. Melania hiperventiló de la fuerza que tuvo que hacer.
—¡MELANIA!—Gritaron las tres. Las tres fueron hacia ella y Bianca la abrazó muy fuerte.
—Bianca, me estas ahogando.
—Lo sé, lo sé, espera—Se separó. —¿estás bien?
—¿Qué pasa?—Preguntó Sabrina.
—Sabrina, no estas cansada de decir siempre “¿qué pasa?”—Sabrina recordó…
—… No—Dijo riéndose.
—Melania, lo siento—Dijo Iris con la cabeza bajada.
—¡Por qué?
—Por utilizar el hechizo, el conjuro prohibido para la magia negra.
—No te preocupes—Sonrió. —No eras tú, estabas bajo el hechizo de Amanda, al menos no lo has llegado a formular entero. No te preocupes, todo está bien.
—Una cosa, hablando de Amanda ¿Dónde está?
—Amanda ha entregado su alma a la oscuridad, por eso no se la puede destruir, es inmortal.
—No fastidies—Dijo Bianca.
—Pero no pasa nada, la he enviado lejos de la tierra.
—¿A dónde?—Preguntó Sabrina.
—No importa, vamos, hoy es San Juan ¿no? Vamos a celebrar la tan esperada victoria, no hay que pensar en el pasado, ya está hecho. Vamos.