En un reino lejano, bajo un cielo roto...
La silueta de una mujer se dibujaba, frágil, frente a la lámina quieta de un lago. Su mano enviaba pequeños guijarros que mordían la superficie, generando ondas expansivas que distorsionaban el reflejo del firmamento.
A la orilla opuesta, observándola, se movía una figura demoníaca. Su piel, de una palidez irreal, casi translúcida como el pergamino antiguo, contrastaba con la oscuridad del bosque. Se deslizó por el sendero de gravilla hasta la cercanía.
La visión era un filtro borroso, pero sus ojos brillaban: un oro fundido y radiante. Vi a la mujer de vestido suelto, de un tenue color celeste, regalar una sonrisa efímera mientras el contacto de las piedras provocaba una cascada de círculos perfectos, expandiendo la quietud y devolviendo una calma superficial al agua.
Regreso de golpe a la realidad. La visión me ha revelado el plan del enemigo. Y no está sola. A su lado, nada menos que Damir Volkov, el príncipe de Volkovgard. No importa. Pronto el poder de Amelia será mío. Su fuerza, su poder, me pertenecen.
Lanzo un grito, convocando a mi lugarteniente más temido.
—Señor, me ha convocado.
Mi soldado cruza el umbral de mi despacho, su presencia pesada y militar.
—Moviliza a la legión. Los hombres más fuertes deben entrenar sin tregua. Día y noche. Vamos a pagarle una visita a un viejo amigo.
Una risa áspera se escapa al final. Príncipe Volkov, tu arrogancia ha sellado tu destino.
________✧✧________________________✧✧_________
🧛🏻♂️Damir Volkov🧛🏻♂️
El coche de mi huésped irrumpe en la entrada principal. Amadeus Mozart. Un hechicero de alto nivel, experto en conjuros y, más importante, en domar magias incipientes. Él es la clave para canalizar el Éter Oscuro que reside en Amelia, la única fuerza capaz de aniquilar la plaga que desgarra mi Reino.
El veneno de esa daga sigue corriendo por mis venas, apagando lentamente mi vigor. Pero el dolor no me distrae. Debo estar preparado. Amelia y mi pueblo esperan. No permitiré que una toxina menor acabe con el Rey.
Abandono la contemplación del ventanal. Es hora de recibir al amigo que he traído de vuelta al laberinto.
Bajo el último escalón de la gran escalera. El timbre resuena. Iván, mi guardia de confianza, abre.
—¡Vaya, vaya! ¿Pero a quién tenemos aquí? El príncipe más gruñón del norte. —dice Amadeus con una carcajada expansiva.
Lo fulmino con una mirada, pero la severidad se suaviza.
—Guárdate la broma, Amadeus. Es un placer innegable volver a verte.
—El placer es mutuo, Demir.
—Hacía demasiado que te perdías.
—Ya sabes, lidiando con aprendices obstinados. Juro que me saldrán Mechones de Plata por culpa de esos novatos.
—Llegas tarde. Ya tienes varios.
Compartimos una risa contenida, a la que Iván se une con un gesto de cabeza.
Lo conduzco a mi despacho.
—Te he hecho venir porque necesito tu experiencia.
—Lo sé. Tienes mi lealtad. ¿Dime a quién debemos eliminar? —Añade con un destello peligroso en sus ojos.
—Nadie. Todavía. Pero el problema es otro: he tenido una visión. Una chica posee un poder titánico, la única esperanza contra la peste que se extiende. El riesgo es que no sabe controlarlo. Y temo por su seguridad.
Amadeus me observa, la intensidad de su escrutinio casi mágica.
—Dime la verdad. ¿Ella es tu… Vínculo de Sangre? —pregunta, usando el término ancestral que nos une a nuestra pareja destinada.
Trago saliva. El destino siempre ha sido mi peor enemigo.
—No te atrevas a mentirme, Demir.
Exhalo un suspiro contenido.
—Sí. Es mi Vínculo. Solo que ella aún lo ignora.
—Entonces. ¿Quieres que evaluemos la naturaleza de su poder y la magnitud de sus riesgos?
—Sí. Y esto es crucial: no soy el único que la busca. —revelo—. Amelia es portadora de algo que solo unos pocos magos legendarios han manejado. Éter Oscuro.
—Sabes perfectamente que ese poder es una bomba de tiempo.
—Lo sé. Por eso necesito tu dominio. Si tú la guías, sabremos si el peligro puede convertirse en nuestra mayor defensa.
—De acuerdo. Si hay un rival acechando, no tenemos un segundo que perder.
—Te presentaré a Amelia.
Horas más tarde, caminamos hacia un ala separada de la mansión. Es el Recinto de Contención, un búnker de entrenamiento forjado en piedra. Mi padre, Demitrio Volkov, lo construyó hace décadas. Su poder era la Geokinesis (Dominio de la Tierra) y necesitaba un lugar para practicar sin desmoronar nuestro hogar.
Amelia se resistió. Tuve que obligarla. Pero el tiempo es oro. Cuanto antes aprenda, antes podrá sobrevivir.
—Muy bien, Amelia. Háblame de los primeros brotes. ¿Cómo se manifestó el Éter en tu cuerpo? —pregunta Amadeus con voz neutra.
Ella está de pie en el centro de la sala, bajo la luz única de una lámpara blindada.
—Estaba en el bosque. Me sentía extraña. Un grupo de muchachos del pueblo me rodearon… y empezaron a decir cosas horribles… Una ráfaga de calor, una electricidad salvaje me recorrió. Sentí una furia encendida. Después, una sombra viscosa, opaca, salió de mis manos. Cayó al suelo, consumiendo las hojas hasta pulverizarlas. Salí corriendo. No sé si ellos lo vieron.
—Las palabras te hirieron. La furia. Ese fue el catalizador. ¿Algo más?
Retuerce sus manos, la ansiedad palpable.
—Sí. En un festival. Un chico chocó conmigo y derramó un cántaro de agua. La misma sombra densa y negruzca salió de mis manos. Pero esta vez, succionó el agua, como si la bebiera.
Sus emociones son el interruptor, concluyo. La observo. Su belleza me desarma. Ella levanta la mirada, conectando con la mía. Siento un tirón en el pecho.
—Tenemos el patrón. Tu poder se alimenta de tus estados emocionales. —dictamina Amadeus—. ¿Qué palabras te dijeron esos chicos?
Amelia desvía la mirada a sus pies. El silencio espeso. ¿Qué heridas son tan profundas?
#1097 en Fantasía
#179 en Magia
poderes raros, poderes y magia sobrenatural, poder ambicion y amor
Editado: 03.11.2025