🔮Amelia🔮
Han pasado tres meses de entrenamiento riguroso. Mi vida se ha convertido en un ciclo obsesivo: aprender a encapsular y controlar mis emociones. Al principio, cada sesión era una explosión caótica. Ahora, la conexión con mi Éter es más firme, aunque nunca del todo confiable.
Amadeus ha sido mi ancla y mi maestro. Su ayuda es incalculable. Además de sus lecciones técnicas, es un hechicero increíblemente bromista. Siempre tomamos un tiempo después de cada práctica para charlar. Lo estoy considerando un amigo, quizá el primero que he tenido.
Con respecto a Demir, las cosas siguen en punto muerto. Sus palabras hirientes, dichas para provocar el primer estallido de mi poder, todavía me escuecen. Una parte de mí lo entiende, intentó ayudar, pero una fibra de rencor persiste. Es complicado, porque a pesar de esa herida, siento una atracción poderosa, casi magnética, hacia él. Es una conexión que no puedo ignorar. Mis sentimientos son un torbellino... o es lo que me digo para justificar este desorden.
Me encuentro en la cocina, disfrutando de un trozo de tarta de mora recién hecha.
—Mmm... Dios, tía. ¡Esto es glorioso!
Mi tía Martha, concentrada en batir la masa de unas galletas sobre el mostrador, se ríe discretamente.
—No es por presumir, querida, pero mis tartas son infalibles. —añade con una alegría que apenas disimula su orgullo.
—Totalmente cierto. Tu sazón es, sin duda, el mejor regalo del castillo.
—Me gustaría probar, también, de su sazón, señora Martha. —Una voz profunda y resonante interrumpe nuestra charla. Demir Volkov .
—Claro que sí, su Majestad. Siempre un honor.
Él se desliza y se posiciona justo a mi lado. Su proximidad me hace temblar; es como acercarse a un reactor. Percibo su aroma inconfundible: a cedro antiguo, a cuero gastado, y a un dejo metálico y embriagador que solo puedo asociar con sangre caliente.
La tensión entre nosotros se espesa. Siento cómo mi respiración se detiene. Un fuego inesperado sube por mi vientre, esa es la única descripción que encuentro para esta nueva emoción.
Mi tía le sirve una porción generosa. Demir asiente, toma el tenedor y lo introduce en la tarta. Mis ojos se quedan fijos en el movimiento de sus labios, en cómo mastica y saborea con una lentitud impropia de un príncipe en funciones. Quisiera ser esa tarta, pienso, y el pensamiento me avergüenza.
—En efecto, señora Martha. Tiene un talento extraordinario. Y eso que no acostumbro a comer postres. Mi dieta es estricta.
—¿Y cuál es tu aperitivo favorito, si no son estas delicias? —lanzo la pregunta sin filtro, desesperada por romper el silencio con cualquier cosa. Amelia, ¡controla esa boca!
Él levanta la mirada, esos ojos dorados me analizan. Por un instante, pensé que me ignoraría, pero su respuesta es una chispa directa a mi fuego.
—La sangre. De preferencia, la que es exquisita. —Sus ojos brillan con un deseo apenas contenido, un instinto depredador.
Aparto la vista, mis mejillas arden.
—Bueno, es hora de mis lecciones. Nos vemos luego, tía.
Demir también se pone de pie.
—Te acompañaré. Amadeus tuvo un asunto urgente y se ha marchado. Hoy, la sesión será conmigo.
Esto va a salir catastróficamente bien o catastróficamente mal.
El Tropiezo del Destino
Estamos en un claro de bosque a las afueras. Me siento expuesta, rodeada solo por la corteza áspera de los árboles. Él me entrega una espada de entrenamiento, sorprendentemente pesada.
—Esto servirá para complementar tu magia, Amelia. Cuando tu mente se enfoque en la danza del acero, serás obligada a mantener la calma incluso cuando la adrenalina inunde tu sistema. La mente del guerrero necesita la disciplina de la hoja.
—Demir, esto es absurdo. Con el Éter tengo más que suficiente para defenderme de diez hombres.
—Entonces atácame. —Su voz es cortante—. No me interesa lo que creas. Tu estás en mi Reino. Tienes un poder que los demás codician. Así que cierra la boca y haz lo que se te pide.
Hago una mueca de profundo disgusto.
—Tú no me das órdenes.
—Soy el príncipe de Volkovgard. Claro que lo hago.
Ignoro su título. Es un testarudo. Y así comenzamos. Mi espada choca contra la suya con un estruendo seco. Él se mueve con una velocidad inhumana, más rápido de lo que puedo reaccionar, y se burla de mi torpeza. Su desprecio provoca mi furia. El Éter responde.
Una oleada de calor me invade. Un aura de fuego oscuro y leve nos rodea. Por un movimiento desesperado, la pesada espada se enreda con mis pies. Pierdo el equilibrio y caigo.
Pero caigo sobre él.
El impacto no nos daña. En cambio, el Éter se concentra alrededor de nuestros cuerpos, encapsulándonos en una esfera de energía ardiente. La tensión se vuelve irrespirable, cargada de electricidad y deseo. Mis mejillas están en llamas. Nunca he estado tan cerca de un hombre, ni he experimentado una intimidad tan intensa.
—Tu olor... es embriagador y teñido de pánico. —dice con voz áspera, un gruñido bajo.
Su rostro se oculta en la curva de mi cuello. En ese instante, el aroma que noté en la cocina se dispara. El cedro, el cuero y esa esencia de sangre lo saturan todo. Y me estremezco. No había duda: ese aroma no era ambiental. Era él. Era su esencia, su naturaleza... y me estaba atrayendo hacia el abismo.
#1097 en Fantasía
#179 en Magia
poderes raros, poderes y magia sobrenatural, poder ambicion y amor
Editado: 03.11.2025