🔮Amelia 🔮
El aire de la mañana en la campiña inglesa debería haber sido tranquilo, pero olía a tierra removida y decisión urgente. Apenas habíamos amanecido cuando Demir me despertó.—Tenemos que irnos, Amelia. Ahora —su voz era grave, sin espacio para preguntas.
—¿Ahora? Creí que saldríamos en dos días —dije, sintiendo un escalofrío. Ya que hace una semana atrás me había comunicado que necitaban volver a sus tierras.Demir se detuvo, su mirada era la de un lobo acorralado.
—Las circunstancias han cambiado. Mi regreso ya no es una opción, es una emergencia. Ciro ha movido una pieza en el tablero de Volkov. Un noble, Knyaz Alekséi Reznikov, ha llegado a mi palacio. Necesito blindarte, y para eso, debemos estar allí lo antes posible.
Asentí, mi corazón latiendo fuerte. Ya no estábamos huyendo de una amenaza difusa, sino corriendo hacia una confrontación.
Horas después, a bordo de un carguero que prometía ser rápido y discreto a través del Mar del Norte, me sumergí en un sueño intranquilo.No fue una pesadilla de recuerdos, sino una intrusión fría. El sueño se volvió un paisaje nevado, opresivo, y de repente, una sensación de peso helado se posó sobre mi pecho. Una voz siseó, no en mis oídos, sino directamente en mi mente, un dialecto eslavo que yo no entendía, pero que la magia traducía como "La Propiedad. El nido vacío no es un secreto. Volkov pagará el precio."Abrí los ojos gritando, el terror pegado a mi garganta. La habitación giraba; el frío no venía del mar, sino de una descarga psíquica que me dejó paralizada.La puerta de mi camarote se abrió de golpe. Demir estaba allí, con solo pantalones de dormir y la respiración agitada, sus ojos oscuros llenos de una preocupación rabiosa.—¡Amelia! ¿Qué pasó? —Corrió hacia mí, encendiendo la lámpara de aceite con un movimiento rápido.
—No... no fue un sueño normal —jadeé, abrazándome a mí misma, tratando de disipar el escalofrío—. Era... era como si alguien hubiera entrado en mi cabeza. Una voz... hablaban de que mi presencia no era un secreto.
El rostro de Demir se volvió una máscara de hielo. Sabía que no estaba loca. Era un ataque mágico a distancia, una advertencia de Ciro, un eco de sus aliados. La marca sutil que Ciro había puesto en mí me hacía detectable.Demir se sentó en el borde de la cama. El tacto de su mano en mi frente fue un ancla, su calor contrastaba con el frío que aún me recorría.—Se acabó. Se acabó.
Se inclinó. Por un momento, olvidé el miedo. La tenue luz lo envolvía, sus ojos eran dos pozos de tormenta. El aire entre nosotros se hizo denso, cargado con la adrenalina del susto y la desesperación de la cercanía. Él no venía a consolar, venía a reclamar, a proteger de la única manera que sabía. Su rostro estaba tan cerca que podía sentir el aliento cálido en mi piel. Había una tensión palpable, una promesa de fuego y consuelo que siempre evitábamos.Nuestros labios se rozaron. No fue un beso completo, sino un roce fugaz, un rose desesperado, cargado de todo lo que no podíamos decir: el miedo a la separación, la urgencia de la posesión, el instinto de refugio.Se apartó tan rápido como se acercó, pero la intensidad de ese contacto me dejó sin aliento. Me miró, y en su mirada vi una mezcla de remordimiento y una determinación brutal.Sin decir una palabra, sacó del bolsillo de su pantalón algo envuelto en seda. Lo desenvolvió, revelando el zafiro azul profundo, rodeado de intrincados diamantes que destellaron bajo la lámpara.—Esto se acabó —repitió, con la voz baja y firme, y la tomó mi mano temblorosa.El anillo estaba frío contra mi piel. Demir lo deslizó sin ceremonias en mi dedo anular. Lo hizo con una rapidez que eliminaba cualquier duda, cualquier pregunta. El compromiso no fue una pregunta; fue una orden. Un sello. Una protección.
Me quedé en shock, mirando el zafiro, que ahora brillaba como un pequeño ojo azul en mi mano.—Demir... ¿qué...? —balbuceé, incapaz de formular la pregunta que gritaba en mi mente: ¿Es esto amor o es solo un escudo?Él me miró a los ojos, con el rostro serio.
—El Knyaz Reznikov está esperando. Y la única manera de que ni Ciro, ni él, ni ningún otro lobo te toque y se aproveche de tu poder, es que seas oficialmente mía. Este zafiro es una línea que no se atreverán a cruzar. Entiéndelo, Amelia. No es solo un anillo. Es tu armadura.
Dos días después, tocamos tierra rusa.El Palacio Volkov era imponente, una fortaleza de piedra oscura, envuelta en la neblina. En cuanto cruzamos las puertas, la energía cambió. El aire se sentía pesado, cargado con la lealtad ansiosa de los sirvientes y la intriga palpable de los pocos nobles que ya habían llegado.En el gran salón, nos esperaba el hombre que había forzado mi compromiso: Knyaz Alekséi Reznikov.Era un hombre de mediana edad, alto, impecablemente vestido, con el cabello rubio oscuro peinado hacia atrás y unos ojos claros, casi transparentes, que me examinaron con una lentitud irritante, de arriba abajo. Había un aire de satisfacción predatoria en su sonrisa.
—Príncipe Volkov, es un alivio verle. Ha estado demasiado tiempo ausente —dijo Reznikov, extendiendo la mano a Demir con un falso afecto.Demir apretó la mano con firmeza.
—Knyaz Reznikov. Es una sorpresa encontrarle en mis tierras. Entiendo que ha venido por asuntos de comercio.
—Assuntos, sí. Pero más interesante que el comercio, es el hermoso anuncio que recibí hoy por correo —dijo, sus ojos viajando de nuevo a mí, deteniéndose justo en mi mano, donde el zafiro de Demir era inconfundible. Su sonrisa se tensó un poco, había decepción y cálculo—. Permítame felicitarlo por su futura Princesa. Una elección... exótica.
Me ofrecí a la reverencia que había practicado. Reznikov me tomó la mano con demasiada calidez y la levantó demasiado cerca de sus labios.—Amelia. Un placer, mi querida. Espero que disfrute de las costumbres de nuestra tierra. Sobre todo, de nuestras cenas.
El comedor era una obra de arte, con candelabros de cristal que iluminaban la larga mesa. Todos los nobles importantes estaban allí. La atmósfera no era de celebración, sino de examen.Demir estaba a mi lado, la encarnación del poder. Su mano descansaba firmemente en la parte baja de mi espalda, un recordatorio constante de su posesión. El gran momento llegó después del primer brindis.Demir se puso de pie, su voz resonando en el salón.—Mis leales, les agradezco por su bienvenida. Mi ausencia ha terminado. Y para demostrar la permanencia de mi linaje, esta noche anuncio mi compromiso formal con Amelia Luna de Solís. Ella será mi esposa, la próxima Princesa Volkov.
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Editado: 03.11.2025