🔮 Amelia 🔮
La noche se siente más fría que nunca, y eso que Rusia es conocido por su clima gélido. El aire muerde la piel. Un leve presentimiento, frío como el hielo, se instala en mi pecho. De hecho, desde que tuve ese sueño, o una revelación como dijo mi tía, mi cuerpo no ha estado del todo bien. Es como si sintiera que el peligro se acerca, y temo que sea pronto. La familiar punzada de la ansiedad me pellizca el estómago.
Observo desde la distancia a un Demir frustrado, pero más allá de eso, palideciente y consumido. Aunque él trate de actuar normal, sé que ese veneno pronto lo debilitará. Los temblores son sutiles, pero están ahí, bajo la capa de arrogancia. Temo que llegue a morir. Una parte racional, la que recuerda su crueldad y el engaño, me grita que estoy enojada con él y desea su distancia; pero la otra, la irracional y primitiva, lo anhela con una fuerza que me aterra.
En el tiempo que llevo conociéndolo, he visto varias facetas de él: arrogante, posesivo, malhumorado... y, últimamente, vulnerable. Me siento confusa y enojada ya que no me dio una explicación sobre el compromiso. Desde ese día, he mantenido una distancia cautelosa. Pero eso se acabó hoy; lo confrontaré, aunque mi cuerpo se resista a la cercanía de su enfermedad. Necesito la verdad, quiero saber si él siente lo mismo que yo. «¿Y qué sientes tú, Amelia? ¿De verdad estás dispuesta a arder por él?», me pregunta mi conciencia con voz de reproche. Amor. Es como un lazo de Éter ardiente que cada día se me hace inevitable rechazar.
—Creo que tenemos que hablar —le digo, llegando a su lado, donde hace unos segundos hablaba con Iván. Mi voz suena más firme de lo que me siento.
Demir se gira, su mirada dorada es afilada y tensa.
—Ahorita no tengo tiempo —responde, y su voz está teñida de impaciencia, un tono que siempre logra irritarme—. Y además, necesito que vuelvas a las lecciones. No podemos estancarnos, ya que el enemigo puede estar cerca y atacar.
—Pues lo haré luego, pero lo que necesito decirte es urgente. Se trata de nosotros.
A lo lejos, veo a Knyaz Reznikov caminando hacia aquí.
Por lo que he percibido, es un lobo alfa, un depredador de sangre fría. Su porte al caminar es fuerte, intimidante, con una calma forzada que no me gusta. Cuando sus ojos de ámbar se posan en mí, un feo escalofrío recorre mi cuerpo, como el roce del acero helado.
—Hola, señorita Amelia.
—Hola —le respondo, forzando una sonrisa incómoda.
—Príncipe Demir, me gustaría hablar de unos asuntos importantes. Si no estoy interrumpiendo, claro.
Demir no me mira. Su barbilla se alza. —No, vamos al despacho.
Los veo perderse en la profundidad sombría del palacio. Observo a Iván, quien también tiene puesta su mirada en la dirección que tomaron.
Iván, en este tiempo que llevo conociéndolo, ha sido amable conmigo. De hecho, lo veo como una figura paterna, un pilar de sensatez. Mi tía y él se llevan bien. Hasta he llegado a pensar que estos dos pueden terminar juntos.
—Iván, una pregunta. ¿Tienes una pareja destinada?
Veo que se tensa, sus hombros se ponen rígidos ante la pregunta.
—Bueno, sí, señorita —murmura, con una tristeza antigua en los ojos—, pero lamentablemente falleció hace años.
—Lo siento mucho. Pero creo haber escuchado que la Diosa Luna te da una segunda oportunidad para tener otra alma destinada.
Suelta un leve suspiro que suena a resignación mientras caminamos hacia el patio para la práctica.
—De hecho, ya la encontré, solo que tengo miedo de perderla otra vez.
Me quedo pensativa, sintiéndome conectada a su dolor. Sé que Demir es mi alma destinada. Lo supe el día que el Éter se activó en mí, encendiendo un sentimiento que hizo que mi conexión con él fuera poderosamente ineludible.
—Demir es mi alma destinada —le digo, mirando hacia la nada, afirmándolo en voz alta por primera vez.
—Sabe, me sorprende que no la haya marcado —comenta Iván con un tono sombrío.
Miro el anillo en mi dedo. —Pues esto se siente como si lo hubiera hecho —le muestro el anillo—. Suspiro profundamente—. Hace unas semanas atrás tuve un sueño, solo que se sintió real. Algo peligroso se acerca y temo por nosotros. Fue como una advertencia, como una visión, pero no era mía, sino de alguien más, alguien con un poder similar al mío.
—Creo que debería tener una conversación con el señor... ahora —dice Iván con una urgencia que no le había visto—. Solo espero que no sea demasiado terco y le diga la verdad.
Dice esto para luego marcharse apresuradamente. «¿Qué me ocultas, Príncipe Volkov? ¿Y por qué Iván me presiona para hablarte?»
Son las doce de la noche, pero el sueño no viene a mí. El presentimiento frío se ha convertido en una necesidad. Salgo de la habitación, dirigiéndome a la cocina por un vaso de agua. Este palacio es tan grande que el silencio que lo reina da miedo; cada sombra parece moverse, cada crujido es una amenaza latente.
Llego a mi habitación con el vaso, pero mi mirada se detiene en la puerta que está al fondo del pasillo: la habitación de Demir. Llego hasta su puerta. Mi corazón late con la fuerza de un tambor de guerra. Me debato en tocar. «No, vuelve por donde llegaste, Amelia. No te precipites a su fuego», me digo. Pero justo cuando doy media vuelta, una mano fría, con dedos largos y febriles, toca mi brazo.
—¿A dónde ibas? —dice con voz rasposa, la voz de un hombre que no ha dormido en días.
—Te dije que quería hablar contigo.
—Bueno, pasa —me ordena, abriendo la puerta.
Me adentro a la habitación y está como la recuerdo: fría, oscura, iluminada solo por la luna plateada que entra por las ventanas. Su olor, a cedro antiguo y peligro, está impregnado por toda ella, un aroma que es extrañamente adictivo para mí.
—Quiero saber tu verdadera intención. Y quiero la verdad. Sin los juegos de Príncipe, sin evasivas —exijo.
#1097 en Fantasía
#179 en Magia
poderes raros, poderes y magia sobrenatural, poder ambicion y amor
Editado: 03.11.2025