La Hechicera De Sangre Andaluza

Capítulo 13: El Vínculo del Éter

🔮 Amelia 🔮

El frío de la noche se clavaba en los huesos, pero no era tan intenso como la angustia de Amelia. Habían logrado escapar por un pasadizo secreto en la cripta, guiados por el conocimiento del Steban el Guerrero más fuerte del reino Volkovgard. Ahora se encontraban internados en la espesura del Bosque de Ceniza, un lugar conocido por sus caminos sinuosos y su niebla constante.

Demir se desangraba lentamente. Lo habían vendado torpemente con tiras de tela, pero la daga de obsidiana de Ciro había dejado una herida profunda, mágica y física.

Amelia caminaba en un estado de semi-trance. La retirada del Éter Oscuro había dejado su cuerpo exhausto y su mente en carne viva. Su inexperiencia con un poder tan bruto, magnificada por su pureza (virginidad), había provocado una descarga de energía que, si bien salvó a sus seres queridos, estuvo a punto de consumirla.

—Más despacio, Iván— susurró Amelia, ayudando a sostener a Demir. —Necesitamos encontrar un refugio antes del amanecer.

Steban iba al frente, con la espada lista. —Conozco un antiguo pabellón de caza, a dos horas de aquí. Está oculto por un velo de ilusión. Será nuestro santuario temporal.

Durante el trayecto, Demir, pálido y sudoroso, abrió los ojos. Miró a Amelia con una mezcla de desesperación y afecto.

—El Éter... fue demasiado para ti—murmuró. —Necesitas anclarlo. Esa fuerza cruda... te está quemando.

—Lo sé— respondió ella, con la voz quebrada. —Pero no me arrepiento. Te salvó.

El bosque era un laberinto, la niebla un manto gélido.Amelia sentía el latir del éter, un pulso rápido y gélido.El dolor en el costado de Demir se reflejaba en su alma oscura.El peso del mundo, y el amor prohibido, era la única cura.Al fin, una cabaña de piedra, oculta tras viejos helechos y magia.Steban rompió el velo. El refugio, un pequeño oasis de calma y energía.Recostaron a Demir sobre pieles. Su fiebre era alta, su respiración corta.

Sana, le rogó Amelia al éter. Necesito que no me dejes más sola.

Mi tia encendió un pequeño fuego mientras Iván sellaba la cabaña con runas de protección. Amelia, con manos temblorosas, despojó a Demir de su armadura y revisó la herida. La daga había sido retirada, pero la magia residual de Ciro impedía la curación natural.

—Solo el Éter Oscuro puede sacar esa ponzoña...mi poder no están fuerte —siseó mi tía —.Pero en tu estado...

—Lo haré — cortó Amelia. Tomó un pañuelo, concentró el éter, ya no con furia, sino con la pura voluntad de sanar. Un hilo de energía negra y cálida se vertió en la herida, combatiendo lentamente la podredumbre mágica.

El proceso fue agotador. Cuando terminó, Demir, aunque curado mágicamente, seguía al borde del colapso físico. Amelia se tumbó a su lado, exhausta, sosteniendo su mano. Martha e Iván se retiraron discretamente a velar en la otra habitación.

Demir se despertó un rato después. La fiebre había roto. Miró a Amelia, su rostro iluminado por la débil luz del fuego.

—Amelia...—Su voz era clara, pero débil —.Gracias. Has arriesgado todo por mí.

Ella se inclinó, las lágrimas secas en sus pestañas. —Te amo, Demir. Y después de lo que vi... sé que tu traición, fue el acto más noble. Fuiste mi protector, mi salvador.

El deseo se impuso al dolor, la conexión de las almas destinadas que habían luchado contra el miedo y la muerte por el otro. El Éter Oscuro, que se había descontrolado por su pureza, ahora la impulsaba a buscar el ancla, la liberación, el punto de unión con su destino.

Demir la atrajo suavemente hacia él. Era un acto de amor y necesidad profunda, un anclaje para la tormenta que ambos llevaban dentro. No fue un acto de pasión violenta, sino de tierra y consuelo, un ritual íntimo que selló su vínculo y, por fin, estabilizó el Éter Oscuro de Amelia, dándole control sobre su propio poder a través del amor.

Horas después, con el cuerpo de Demir reposando a su lado y el fuego brillando, Amelia lo acarició suavemente.

—Dime la verdad—susurró ella. —Todo. ¿Quién eres realmente? Aparte de salvarme de ser secuestrada por los secuaces de Ciro.

Demir suspiró, cerrando los ojos. La paz había vuelto a su rostro, pero la tristeza permanecía.

—Soy Demir Príncipe de Volkovgard. Pero mi linaje es mucho más antiguo de lo que crees. Amelia, tengo casi doscientos años. Mi familia solo queda Iván y yo . Mis padres fallecieron hace años. Mi padre un vampiro fuerte, pero su poder lo consumió, hasta el punto de suicidarse. Mi madre una vampiresa hermosa, con un corazón noble, se culpo por la muerte de mi padre. Ella era vidente. Pero sus visiones le fueron aclaradas , por lo que no pudo prevenir la muerte de mi padre. Al año ella también murió. Me dijo que su alma destinada ,su vida no tenía rumbo.

Amelia abrió los ojos, sorprendida, pero no lo apartó. —Ciento noventa y siete, para ser exactos.Te doblo la edad, y más.

Ella asimiló la revelación. —Lo siento— susurro— Tu madre debió amar mucho a tu padre.— le doy un pequeño empujón —Pero ni tan viejo. Tu aprecia no deja ver los años.

—Pero esa no es la verdad más dolorosa—continuó Demir, su voz cargada de pesar. —La razón por la que te usé, la razón por la que no quería el amor... es porque ya lo tuve. Hace ciento cincuenta años, amé a una mujer. Una humana.

"Ella se llamaba Elara. Yo era joven, impulsivo, y creí en nuestra eternidad a pesar de nuestra diferencia de edad. Pero la vida de un humano es un parpadeo. La vi envejecer. La vi marchitarse, arrugarse, volverse frágil. Y la vi morir en mis brazos.

Amelia, juré que nunca volvería a amar a una mortal. El dolor de la pérdida, de ver a tu otra mitad desvanecerse mientras tú permaneces, es un tormento que ningún vampiro debería soportar. Por eso rechacé la idea de un 'alma destinada'. Temía que tú también fueras un parpadeo, y yo un inmortal eterno de tu tumba."

Amelia tomó su rostro entre sus manos, mirándolo con una madurez que el Éter y el amor recién consumado le habían otorgado.




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