La Hechicera De Sangre Andaluza

Capítulo 20 :El Sacrificio, la Furia y el Acto Final del Éter

🔮

En el Castillo Aerthos, antes de partir, la despedida de Demir y Amelia fue cargada de significado. Sabían que el plan de infiltración era la única forma, pero también el más peligroso.

—Si algo sale mal, Amelia, si pierdes el control— susurró Demir, tomando su rostro entre sus manos—.Recuerda que no temo a la muerte. Temo que vivas sin tu ancla. El Éter te consumirá.

Amelia miró a su Vampiro Príncipe, sus ojos llenos de un amor que era su única arma—.Mi amor es mi ancla, Demir. Mientras estés a mi lado, seré dueña de este poder.

El plan era sencillo: Amelia sería el cebo en la entrada de La Aguja Negra para que Ciro saliera. Demir e Iván se infiltrarían en la base para desestabilizar el núcleo.

La noche de la incursión, Amelia se presentó en el monolito de La Aguja Negra. El Éter Oscuro pulsaba a su alrededor, una invitación irresistible para Ciro Drago.

Ciro emergió, su rostro un mapa de arrogancia. —¡Viniste! La hechicera y su juguete vampírico. Pensé que serías más lista.

—Pensaste que el Éter me consumiría, Ciro. Pero el amor lo ha domado. Y ahora, ha venido a terminar conti— respondió Amelia.

Mientras comenzaba el duelo mágico, Demir e Iván completaron su misión subterránea. El núcleo de la Aguja se rompió, provocando un grito de dolor de Ciro y la desestabilización de su poder.

Ciro, furioso por la traición, desvió toda su atención de Amelia.

—¡El Príncipe! ¡Siempre el Príncipe entrometido!—rugió Ciro. —¡Romperé tu ancla, hechicera!

En un movimiento relámpago, Ciro materializó una daga de Magia Negra pura. La lanzó con una precisión mortífera.

Demir, con su velocidad vampírica, intentó interponerse. La daga fue más rápida. Atravesó el costado del Príncipe Vampiro, no solo hiriéndole la carne, sino destrozando su corazón inmortal.

Demir cayó de rodillas, su armadura empapada en sangre vampírica.La daga de Ciro lo había alcanzado, la herida era letal y mágica.Su inmortalidad se desvanecía, sus ojos fijos en Amelia, con una sonrisa de despedida.

—Te amo, mi ancla... Vive...—susurró Demir, antes de caer inerte.

Amelia lo vio. El ancla se rompió. No hubo tristeza, solo una furia blanca.

El dolor por la pérdida de su amado fue el catalizador que Ciro había temido sin saber.

El Éter Oscuro, descontrolado por el dolor, pero dirigido por la voluntad del amor, se elevó alrededor de Amelia, un torrente de poder sin límite, sin temor.

La furia de Amelia fue un tsunami de Éter. El poder que antes había sido difícil de contener, ahora se desató con la intención pura de aniquilación.

Ciro se estremeció. Este no era el poder que conocía. Era un poder de amor roto y voluntad absoluta, más allá de la Magia Negra o la luz.

—¡Imposible! ¡El Éter no puede estar tan anclado a la pérdida!—gritó Ciro Drago, temblando.

Amelia no le respondió. Su Éter era la respuesta.

La Hechicera se convirtió en un faro de oscuridad ardiente, la furia de su corazón.Todo el Éter que había dominado, y todo el que le quedaba, se elevó sin razón.Ella lanzó un torrente de energía pura, la ira canalizada de su amor perdido y su dolor.Un rayo púrpura de intensidad final que envolvió a Ciro, el ser de terror.

Ciro gritó, un sonido que partió la Aguja y los cielos, pero el poder no lo soltó.Su cuerpo, su magia, su esencia misma se desintegraron bajo la furia que despertó.No quedó ceniza, ni alma, ni rastro. Ciro Drago, la amenaza, fue totalmente borrado.

En el instante en que Ciro se disolvió, su poder vinculado a la Peste en el mundo se cortó. El hechizo maligno se deshizo. La Peste que amenazaba la existencia se desvaneció en un suspiro, y una ola de sanación recorrió las Tierras y hasta el último rincón del reino.

Iván corrió hacia Demir, arrodillándose junto a su mentor. El Vampiro Príncipe yacía pálido, la daga de Magia Negra se disolvía lentamente, pero la herida de su corazón era mortal.

Amelia, con el Éter calmándose, corrió hacia su amor. Ella cayó a su lado, tomando su rostro entre sus manos.

—Demir... no—su voz era un hilo de dolor.

—El mundo está a salvo, mi ancla— susurró Demir, forzando una sonrisa.—Te amo. Ahora... vive.—Sus ojos perdieron su brillo dorado.

Amelia, la salvadora del mundo, había ganado. Pero su corazón había perdido su ancla.

El sol comenzó a salir sobre las Tierras Baldías, y por primera vez en siglos, el reino de Demir estaba libre de la Peste. La hechicera, sentada junto al cuerpo de su amor, había asegurado la existencia a costa de su propia felicidad.




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