El pueblo parecía sacado de un cuento antiguo. Casas de piedra con techos de tejas rojas, faroles encendidos aunque no caía la noche, y calles empedradas donde el tiempo caminaba más lento. Nadie hablaba mucho, pero todos nos miraban... Cómo si supieran algo de nosotros que no entendíamos.
-¿Dónde estamos?- pregunto la niña pequeña que nos acompañaba, sujetando mi mano.
-No lo se- respindi-. Pero algo me dice que debíamos llegar aqui.
Entonces, la vi. A lo lejos, entre la gente, como una visión difusa entre la bruma del tiempo. Mi madre. Y junto a ella, mis hermanos. Corri hacia ellos. Me abrazaron fuerte, cálido, como si el mundo volviera a encajar por un instante.
-¿Dónde estaban?- pregunte, ahogada en emoción.
-Nosotros también te estábamos buscando- dijo mamá -. Pero alguien nos detuvo en el camino. Elladijo que debíamos encontrarnos cuando fuera el momento.
-¿Ella? ¿Quien?- pregunte, confundida.
Antes de que pudieran resporderme, una presencia se hizo sentir. No se escuchó un sonido. No hubo fanfarrias ni trompetas. Solo un viento que olía a historia y a destino.
Y allí estaba. La Reina Akemi.
Pero no era la reina como la recordaba de los libros o el periódico. No, está versión tenía una luz distinta en los ojos. Vestía una capa azul profundo, con bordados dorados que parecían constelaciones. A su lado, un hombre con rostro cubierto por una máscara plateada, que no dijo una sola palabra.
La reina se acercó a mi, al chico, y a la niña pequeña.
-ustedes no están aquí por accidente- dijo con voz firme, parecía sonar dentro del corazón más que en los oídos-. Tienen donde que deben ser protegidos. Y más importante aun, deben ser usados con sabiduria.
Extendio su mano, y en su palma flotaban tres pequeños cristales, cada uno con un brillo distinto: uno rojo como el fuego, otro azul como el hielo, y uno violeta que parecía cambiar de color con cada parpadeo.
-Estos son sus sellos. No les dan poder.. les recuerda que ya lo tienen.
Los creutsled flotaron hasta nosotros, y al tocarlos, una oleada de energía recorrió mi cuerpo. No dolor, no miedo. Solo certeza.
-¿Que debemos hacer?- pregunto el chico a mi lado.
La reina sonrio, como si hubiese estado esperando esa pregunta por siglos.
-El equilibrio se ha roto. Algo antiguo ha despertado. Necesito que viajen juntos, sigan la señales, y restauren lo que fue perdido. Las claves estan escondidas en los lugares que han soñado, en los recuerdos de quienes han olvidado... Y en sus propios corazones.
Me volví hacia mi madre, que ya tenía lágrimas en sus ojos.
-¿Debo irme?- pregunte en voz baja.
Ella asintio, aunque si voz temblaba:
-si hija. Esto... Esto es parte de ti. Siempre lo fue. Solo ahora lo estás recordando.
Abraze a mis hermanos, a mamá. Luego di un paso hacia el chico. No sabíamos nuestros nombres, pero sentí que ya lo conocía de otra vida.
La reina de giro, caminando hacia la neblina que comenzaba a cubrir el pueblo.
-las misiones están en marcha. El primer sello se encuentra donde el árbol canta y la tierra guarda silencio. Vayan. Y recuerden: el poder no es lo que pueden hacer... Es lo que deciden hacer.
Y con esas palabras, desapareció.