No supimos cuando llegamos.
Solo que en algún momento dejamos de sentir el viento. Dejamos de oír a los pájaros. El aire era tan quieto que hasta respirar parecía romper algo sagrado.
-¿Esto es...?- pregunto kael.
-El reino dorrmido- susurre.
Frente a nosotros se alzaban enormes torres cubiertas de hiedra. Relojes gigantes detenidos justo a medianoche, y calles desiertas. Había casas, fuentes, estatuas. Todo estaba congelado en el tiempo. Cómo si el mundo se hubiera quedado a las mitad de una respiración.
La niña pequeña se pegó a mi costado.
-¿Por qué no hay nadie?
-Pir que nadie ha despertado aquí... En cien años- respondí, con un escalofrío.
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Avanzamos por las calles. En las ventanas, figuras inmóviles. Personas, si... Pero dormidas. De pie. Con los ojos cerrados.
Un lugar atrapado en un sueño eterno.
-¿Que pudo causar esto?- dijo kael, tocando una de las estatuas.
Una voz, seca como el polvo, nos respondió:
-Un deseo mal pedido.
Nos giramos. Detrás de nosotros había un anciano encapuchado, con los ojos cosidos. No estaba dormido. Pero tampoco... Completamente vivo.
-¿Quien eres?- le pregunté.
-Soy el vigía. El último que no cayó en ell sueño. Y si han llegado hasta aquí... Es por qué el tercer sello los ha llamado.
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El vidia nos condujo a un antiguo palacio en ruinas. Dentro, el aire era más denso. Las paredes. Parecían latir. En el centro del salón, un reloj de arena gigante flotaba, con granos suspendidos en el aire, sin caer.
-Esge es el corazón del reino- dijo el anciano-. El lugar donde el tiempo fue sellado.
-¿Quien lo sello- pregunto Kael.
El vigía nos miró sin ver.
-una niña con ojos como los tuyos- dijo, señalandome-. Y sangre de dragón. En sus venas.
Sentí como el cristal en mi cuello se calentaba.
-¿Hablas de mi?
-No. Hablo de tu madre. Fue ella quien sello este reino... Para proteger algo.
Kael y yo nos miramos.
-Mi madre... Nunca me dijo nada de esto-
-Porque ella no quería que supieras... Que tú naciste aquí.
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El reloj de arena comenzó a girar solo. El tiempo quería moverse, pero algo lo detenía.
-¿Y que fue lo que mi madre protegió?- pregunté.
-El tercer sello- respondido el vigia-. Y un alma muy antigua... Que duerme bajo el trono. Si lo despiertan liberaran el sello. Pero también liberarán lo que duerme con el.
-¿Y si no lo hacemos?- dijo kael.
-entonces nunca recordarán lo que debes ser. Y el heredero del caos los alcanzarán... Sin defensa alguna.
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Descendimos por los pasadizos de piedra hasta llegar a una sala enterrada en el centro del palacio.
Ahí estaba. Un trono cubierto de raíces. Y en el... Una niña durmiendo.
Pelo blanco como la nieve. Una marca en la frente: el mismo símbolo que el de nuestros cristales.
La niña pequeña de nuestro grupo se acerco. Temblando, como si la reconociera.
-Se parece a mi- susurro
-Ella... Eres tu- dijo el vigia-. Tu otra mitad. La que fue sellada con el tiempo, cuando tú poder era demasiado para el mundo.
-¿Que pasa si despierta?- pregunté.
-Entonces el mundo tendrá una nueva guardiana. Pero no sabremos si será luz... O oscuridad.
Kael apretó los dientes.
-decidamos ya. No tenemos tiempo.
Mire a la niña. Ella asintio. Valiente.
-despiertame.
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Toque el pecho de la niña dormída. Mi cristal brillo rojo. El de kael, gris y el de la pequeña. Violeta. Los tres se unieron en un solo resplandor.
La niña abrió los ojos.
Y el mundo comenzo a moverse.
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El reloj dee arena estalló. El tiempo fluyó como un río liberado. Afuera, la gente comenzó a despertar. Lentamente, como si salieran de un largo sueño.
La niña mayor -lal nueva guardiana- se levantó del trono. Y sin hablar, nos entrego el tercer sello. Un cristal dorado con una estrella en el centro.
-Ya está hecho- dije, con el corazón acelerado.
-¿Que haremos ahora?- pregunto kael.
Y entonces... La tierra tembló.
No como un terremoto.
No como el temblor del despertar
Si no como una grieta desde el cielo.
Una voz profunda, antigua, que no venia de ningún lugar... Si no de alguien.
"Han roto el tercer sello. Mi camino se ha abierto. El heredero viene!!"
Kael me miró.
-Nos encontró.
-y aún no estamos listos... Aún.
Pero está vez, no fuimos.
Nos preparamos para lo que venía.