La Heredera

3. Nunca digas la palabra con "B"

Susana

Antes de dirigirnos a la cocina, Kate y Zorraya saludan formalmente a Amelia, el lenguaje de sus cuerpos muestra la rigidez y su poca disposición a parecer agradables. Observando el panorama mi padre nos alienta a seguir nuestro paso a la cocina. Pienso que cuando le caes mal a una persona, ni siquiera una sonrisa falsa puede disimular lo que siente.

Amelia les dice que se fueran a la sala, ya que, con su llegada, la mesa de la cocina no sería suficiente para todos. Nuestra sala es muy espaciosa y está al inicio de la entrada, al extremo derecho de la habitación donde cayó la rama del árbol la otra noche. Esta casa es muy antigua, por ende, lo deteriorada que está no debe causarles asombro; sin embargo, lo hace y eso parece desagradarles.

Las paredes aún están tapizadas de flores primaverales que ya habían perdido su color, pero mi abuela se rehusaba a cambiar de tapiz por significar aquello el recuerdo de mi abuelo.

—¡Esta sopa de verduras huele delicioso! —Exclamo con alegría al percibir ese delicioso aroma que emana de la olla— Dime, ¿cuál será el plato de Kate? Quiero echarle un escupitajo —. Mi abuela ríe malévolamente al escucharme decir eso; no obstante, me corrige a los segundos.

—Las señoritas educadas como tú, no hacen esas cosas, Susana —dice calmadamente mientras sigue sirviendo las sopas—. Ve llevando los platos. Uno por uno porque si llevas dos, seguro los caerás y te caerás junto con ellos.

La observo detenidamente, si no la conociera bien diría que nada está pasando; ella es de las que hubiese dado muchos escupitajos al plato de cualquier chica que le cae mal. Pero está con un semblante decaído. ¿No será porqué...?

Lo único que puedo rogar es que no haya boda, por favor, ¡que no haya boda! ¡Estúpido viejo pelón! ¡No te cases!

Me dirijo a la sala con solo un plato dentro de la bandeja de acero. El panorama realmente me revuelve el estómago, al verlos sentados en esa mesa para catorce personas, que desde que vine aquí solo fue usada por dos, me hace sentir calidez; es algo que no puedo explicar realmente. Es como si fuéramos una familia. Claro que al ver de nuevo los rostros de Kate y Zorraya ese leve sentimiento se esfuma.

Después de esforzarme por transportar los platillos, comenzamos a saborear la exquisita comida de Amelia. Digo, si quieres gustarle a la abuela de tu hijastra por lo menos debes ser más comedida en, no sé, nimiedades como alcanzar los platos, ¡pero no! Kate es la divina pomada uñas de porcelana que no puede cargar ninguna loza.

Quería morirme de la risa cuando esas dos, "disimuladamente" separaban las partes "grasosas" de la comida.

Mi abuela hizo un delicioso cerdo asado y, por supuesto, yo elegí las partes con más grasa para ellas. Lo que noto es que ese runin idiota mira con ojos libidinosos a Zorraya. Por ratos yo lo observo con miradas acusadoras y él frunce el ceño como disimulando inocencia. Hombres.

Miro a Aníbal para señalarle la escena, pero como siempre él no se da cuenta de nada, pero el ego de su novia bien que crece cada vez que atrapa al runin observándola de soslayo.

Mi padre desde hace ya un rato, quiere expectorar algo, lo intuyo, pero no se atreve a hacerlo. Esto me da mala espina, así que cada vez que él quiere abrir la boca, yo le intimido con mi mirada de pez. Aun así, al final, él toma coraje y se aclara la garganta.

—Creo que ya es hora de darles las noticias —anuncia mi padre algo nervioso, y lo que más me entristece es que está feliz.

Mi mente decía "No digas la palabra con B, no lo digas viejo, todo menos eso".

Dicho eso, dejamos de comer para prestarle atención y la "Madame" Kate se acomoda en su asiento con una sonrisa de satisfacción.

—Hoy, después de tanto tiempo de pensarlo, me he decidido a dar este gran paso... —papá sigue introduciéndose al tema.

Miro a mi alrededor sin decidir que expresión mostrar: mi abuela está con cara de póker; Aníbal, mira a Zorraya y Runin está perturbado a un nivel muy gracioso. El pequeño Marco, que está sentado a su lado devorando el delicioso cerdo tiene la expresión de "cállate viejo, estoy comiendo mi cerdo".

—Dilo de una vez, querido —pronuncia Kate mientras sus ojos centellean al sentirse triunfante. A pesar de todo, considero a Kate una mala buena ¿En qué sentido? Pues no es como las otras madrastras de hoy en día que desde un comienzo quieren agradar a los hijos de su pareja. ¡Ella es todo lo contrario! Desde el inicio, las dos nos llevamos de los mil tormentos, pero claro a espaldas de mi padre; y aunque él sabe mi opinión sobre ella, no la considera suficiente para dejarla.

—Bien, mi vida —dice mi padre sonriendo. ¿Qué no era yo tu vida, pelón? ¡Mentiroso! —. Hemos decidido casarnos el próximo mes.

— ¿Qué?

— ¿Ah?

— ¡Felicidades!

— ¿Boda?

— ¡Noooo!

Se oye al unísono.

Mi mente está dando gritos de odio, tanto que, al ver el cuchillo muy próximo a mí, escucho que él me dice: "empúñame y tírame como un kunai directamente a la frente de Kate".

No dijo la palabra con B, pero fue lo mismo.

Quise mostrarle a mi padre una mirada llena de ira, pero no pude, lo único que brota en mí fue una mirada de tristeza, una profunda tristeza.

**

Ray

No entiendo la situación. Todo es confuso para mí, aunque esa confusión no quita el hecho de que me agradó ver al señor Fred. Lo había visto unas cuántas veces cuando venía a visitar a Amelia. Pero, sin lugar a dudas, más me agradó ver a esa chica, por aquí no solemos ver a chicas tan buenas (y no me refiero a su personalidad porque no la he tratado aún). Su cabello es rubio y ondulado y sus labios rojos provocativos hacen que no puedas dejar de verlos, y ni hablar de su... bueno, detente imaginación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.