La Heredera

7. Cuando sobrepasamos nuestros límites

Susana.

La cuenta regresiva está comenzando, ya no puedo hacer nada ante lo inevitable. Estoy segura que habrá muchos cambios en mi vida, aún así mi único consuelo será el ver feliz a mi padre.

Suelto un largo suspiro por enésima vez.

Yo estoy en el asiento del copiloto y mi padre está manejando, me mira por el espejo otra vez y me sonríe. No le parecen extraños mis suspiros. Zorraya va en el auto de Aníbal junto a su madre, yo quería ir junto a él, pero mi padre nos ubicó así.
Deseaba tanto que mi abuela nos acompañase y se digne de una vez a venir a vivir a la ciudad, aquí estaré muy aburrida y además no podré ver a Apolo.

Mi padre enciende la radio de su camioneta y coloca su CD de rock de los ochenta. La primera canción en reproducirse es "Major Tom". Desafortunadamente, cuando pienso mi rostro refleja cada descabellada idea de mi mente, y eso no es bueno si mi padre puede verme a través del espejo delantero, así que mejor, al compás de la música aprecio las plantaciones verdes; las afueras del pueblo son hermosas se pueden apreciar algunas vegetaciones exóticas. Mi padre, por momentos, me señala porciones de tierra describiendo que tipo de plantaciones son. La gran mayoría es de arroz, patatas y hortalizas.

—¿Todo en orden ahora? —me pregunta despertándome de mi leve adormecimiento.

—La verdad no. No te...—me interrumpe.

—Susana—. Él endurece su voz y me mira frunciendo el ceño—, eso ya está sellado.

—Okey, okey —digo apaciguándolo mientras me acomodo en el asiento— ¿Cuántas horas pasaron?

—No mucho, sólo una. Nos faltan cuatro.

—Me despiertas cuando lleguemos.

—No, Susana, quiero hablar contigo. Escúchame.

—Dije que me despiertes cuando lleguemos, ¡pelón! —elevo un poco mi voz, pero no con ánimo de enojo y me deslizo hasta el asiento trasero para dormir y escucho un abucheo de parte de él. La verdad no tengo ánimos de hablar, es mejor hablar en la casa con mayor tranquilidad.

En el asiento suave y cómodo de la camioneta es fácil quedarse dormida, pero el camino accidentado hace saltar a la camioneta y me obliga a tensarme, aún así creo que dormí por un rato, luego me senté adecuadamente colocándome el cinturón.

—¿Cuánto tiempo dormí? —pregunto curiosa.

—Dos horas y cinco minutos.

—¡Vaya! No parecía tanto...

—Sabes... No deberías evitar las conversaciones serias, ya tienes dieciocho años. No eres una niña, debes cambiar la forma infantil de pensar que tienes, hija. Es por tu bien.

—Ya lo sé, pero... ¡No tengo un pensamiento infantil! —espeto irritada.

—Sí lo tienes —refuta. Su tono de voz está tornándose en modo serio. Odio su modo serio y regañón.

—¿Dices eso porque aún no elijo que quiero estudiar? —gruño frunciendo el ceño y cruzando mis brazos. Yo lo observo por el espejo delantero.

—No, no sólo es por eso. Es por tu comportamiento.

—Ah, ya sé. Lo dices por Zorraya entonces...—señalo molesta.

—Baja ese tono, Susana —amenaza. Solo aprieto más mis brazos. Él suspira.

—Te quería pedir algo —sorpresivamente cambia de tema, yo vuelvo mi mirada de la ventana hacia él—. Quiero cambiar el tema de "Deje su mensaje en la casilla de voz".

Siempre con sus ocurrencias, este viejo. Le miro entrecerrando los ojos, sé que lo hace a propósito siempre cambia de tema para aliviar la tensión.

—Ya lo habíamos cambiado hace dos meses —le recuerdo algo incómoda—. Tú quieres que diga cosas ridículas de nuevo...

Mi padre suelta una risilla—. No para nada, hija. Acaso, ¿un hombre no puede mantener su Smartphone actualizado?

Me quedo viéndole por el espejo delantero y nuestros ojos se encontran, no pude evitar sonreír— ¿Qué quieres que diga esta vez?

—Solo...uhm...—dubita por unos segundos—. Tú dirás "Mi guapo y sumamente atractivo padre no puede atenderte ahora" y yo diré "porque aún no terminó de entender cómo se usa este celular".

Él suelta una carcajada y yo hago un gesto de "qué extraño eres". Pero me reí al pensar que mi padre si es muy extraño, es un pelón muy extraño.

—No diré eso, jamás.

—¡Que sí! — exclama divertidamente.

—¡Que no! — refuto.

—¡Que sí infinito! —ruedo los ojos, ya vamos a comenzar... Iba a contestarle a mi padre, pero mi celular vibra y lo saco del mi bolsillo de mi chaqueta. Es un mensaje... de Zorraya. Un mensaje multimedia, contiene una foto mía mientras cabalgaba a Apolo, esa foto fue la que me había tomado Aníbal, yo le había dicho a ese tonto que la borrase porque salgo horrible. Y ahora esto está en manos de Zorraya. Ya me imagino los memes que pondrá en Facebook, ya tengo suficiente con todas esas fotos mías en mal estado que ella sube a un álbum de fotos como para que se agregue una más.

Mi padre si está enterado de esas fotos, pero aun así no le dijo nada a Zorraya por considerarla "bromitas de hermanas". Bromitas de hermanas, mi trasero.




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