La Heredera

15. Lisbeth misteriosa

Susana.

Después de terminar nuestras clases, los cuatro, como es usual, salimos y esperamos en la puerta principal. Se siente extraño que Flavio no esté esperándonos en el concurrido parqueadero. El sol está cubierto por nubes y el día se siente un poco triste, ya se acerca el cambio de estación, y me provoca ir a esa cafetería del centro y mirar, desde la esquina de una de sus ventanas, la caída de las hojas del gran árbol de algarrobo, como lo hacía junto a mi padre.

Bruno había comprado cuatro lolipops de fresa, nos los entregó diciendo que era el chupetín de la amistad. Lo saboreamos mientras Runin y yo esperamos que Bruno y Lisbeth se fueran para poder ir al departamento del Gelado sin ser descubiertos.

El carro negro de lunas polarizadas llegó un poco tarde.

—Oye Lisbeth, ¿ya tienes un chofer? —le pregunto por curiosidad y aburrimiento. Ella esboza una sonrisa mirando al suelo y se mantiene callada.

—¡Susana! ¿Recién le prestas atención a ello? —pregunta exaltado Bruno—. Es su n-o-v-i-o —afirma con serena impertinencia.

—¡Bruno! —chilla Lisbeth. Alzo una ceja con picardía en mi mirada.

—¡Vamos a verlo! —grito levantándome rápidamente de la banca. Ella jala de mi brazo con brusquedad, deteniéndome.

—Otro día los presentaré, hoy no, ¿sí? —dice con un poco de nerviosismo.

—¿Okey? —digo relajándome, pero con decepción. Nos despedimos de ella y la observo subir al auto. Luego de que se está alejando, volteo a ver a Bruno con el ceño fruncido—. —Sabes algo, ¿verdad? —espeto tirando de su polera. Él se pasa las manos por su boca como si cerrara una cremallera.

— Ya te dirá ella, yo soy una tumba, no hablaré.

**

—¿Tú que piensas, Runin? —le pregunto al chico que camina junto a mí.

—¿Sobre qué? —articula como si volviera de sus perdidos pensamientos.

—¡Sobre lo de Lisbeth! ¿Por qué crees que no nos presenta a su novio? ¡Ya han pasado varias semanas y yo ni enterada de que tenía uno!

—Es tu amiga, debes comprenderla. No seas berrinchuda. Ella te dirá tarde o temprano, sus razones tendrán para no hacerlo —le miro con mis ojos entrecerrados, Runin no es de los que inventa hipótesis para el chisme. Así que doy por concluido ese tema.

Después de caminar por diez minutos, pienso en un detalle olvidado, pero importantísimo. ¡La comida!

—¡Runin, que vamos a comer! —grito atrayendo la atención de algunas personas. El Runin me dice que hable más despacio.

El Gelado no tiene nada en su refrigerador y dudo mucho que él venga y nos invite a un buen restaurante o prepare comida. Como un Super Market está cerca de aquí, convenzo a Runin para ir y comprar provisiones. A él le parece buena idea, pero cambia de parecer cuando le digo que compraremos muchos chocolates y golosinas ya que podemos pedir comida en el hotel.

—Ambos podemos cocinar, además no gastaremos innecesariamente. Los platos del hotel son demasiados caros.

—¿Cuándo se te quitará lo tacaño? ¡Ahora tienes dinero! —le reprocho.

—Es cierto, pero no soy un dilapidador como una chica que estoy mirando, pero no diré su nombre.

Doy un fuerte suspiro y acepto ayudar a cocinar. Así que en el Super Market yo me encargo de comprar las dulces provisiones y él todo lo demás.

Cuando llegamos al departamento del Gelado, Runin deja las bolsas en el suelo y saca la llave. Lo siento muy distraído y su aura está melancólica, hoy no pasó nada malo. ¿Por qué está así?

Ni bien entramos, él va al fregadero y se lava las manos, me pide que acomode lo que compramos en el refrigerador y en los demás lugares. Se coloca el mandil blanco que estaba sobre la repisa y comienza con su trabajo. No me pide ayuda, creo que sabe que no sé ni pelar patatas. Cuando termino de ordenar las cosas, me voy a la sala y enciendo la televisión, él sigue sin hablar y se concentra en lo que hace: cocinar.

Después de dos cuartos de hora ya se percibe un olor delicioso, uhm pollo frito......

—¿Crees que el Gelado venga a comer? —pregunto.

—No lo sé, pero hice lo suficiente para los tres —me responde al instante—, como tú no ayudaste, lavarás los platos —. Me quejo y me acerco a la cocina.

—Te ayudaré a servir...

Después de comer en la mesa y de lavar los platos, encendimos la televisión, pero a eso de las cuatro él se dirige a su cuarto. Me entran ganas sobrenaturales de preguntarle qué le pasa. No es que me preocupe, sino es porque quiero saber si mis sospechas son ciertas...

En mi habitación me conecto a Facebook para no estar tentada a entrar al cuarto del Gelado por el aburrimiento. Noto que en mi bandeja de mensajes había uno de Stephan:

«"El próximo sábado será mi cumpleaños, ¿vendrías, Su? Estás cordialmente invitada, lleva mi regalo. ¡Ah! Y uno para mi hermano también, no lo olvides. En mi casa a las 8 p.m. Todos los de la promo están invitados, y sí, Aníbal también. Puedes llevar a tu novio si quieres, claro si es que ya atrapaste a uno :'v




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