Susana.
Salgo de Facebook al despedirme de Lis, suelto el celular y por fin me acomodo en la cama. Zorraya ya está en su quinto sueño y está apegada a mí, la empujo un poco y me cubro con las sábanas, ya que los molestos mosquitos me comienzan a fastidiar. Mientras está dormida ella parece inofensiva. Díganme loca, pero a pesar de que entre nosotras existe una rivalidad, en realidad, ya no me incomoda tanto su presencia.
Ella para mí es como los ácaros, sabemos que están en todas partes (hasta en nuestro mismo cuerpo), son realmente asquerosos, pero lidiamos con ellos porque no tenemos más opción. Nunca he tenido opción con ella, siempre mi padre ha tratado de acercarla a mí como una hermana, pensó que al integrarla a nuestra familia me daría a una; sin embargo, solo trajo a una chica que hizo brotar mi peor lado competitivo.
Observo la pantalla de mi celular con la imagen de Marceline de Hora de Aventura y esfumo de mi cabeza los días de mi pubertad al lado de la bruja que duerme a mi lado. Abro la aplicación de Whatsapp, recibo muchos mensajes de conocidos (de esos que preguntan cómo estamos) y, por supuesto, nunca faltan de esos que te invitan a salir o solo quieren ser tus amigos por interés, yo los ignoro completamente. Bruno siempre me manda fotos de bichos que encuentra por la calle o cosas interesantes. Ese chico y yo nos llevamos bien porque ambos somos infantiles, es como una especie de cómplice para mí, además nos conocemos desde niños.
Deslizando mi dedo índice hacia abajo sobre la pantalla táctil, observo que tengo dos mensajes de Aníbal no leídos. Los abro con una sonrisa silenciosa en mis labios, pero cuando miro lo que dice esta sonrisa de idiota desaparece.
Aníbal: Según la perspectiva de una bella mujer como tú, ¿Cuál está más bonito?
En la imagen había dos juegos de collares, de esos que se parten a la mitad y se unen por medio de un pequeño imán. Un collar de parejas. En uno, el del corazón partido, se dibuja de un lado el nombre de "Sora" y en el otro "Aníbal". El otro collar de oro es uno en el que simplemente está grabado el nombre de Soraya.
Yo: Sabes que tu novia amará esos lindos kilates, cualquiera que elijas…
Tecleo ofuscada y luego arrojo mi celular hacia la mesita de noche, me volteo solo para mirar con rabia a la chica que roba mi espacio en mi propia cama. Ya han pasado dos meses y medio desde que ha llegado aquí a incomodar. Ya hasta deseo que Aníbal se vaya solo para que Zorraya también lo haga, porque de no ser por mis intromisiones esta ya se hubiera lanzado a Graham.
—Mira qué hombre tienes... Y aun así deseas a otro...—susurro entre dientes.
Dos toquecitos a la puerta me avisan que ya es hora de alistarme, ese debe ser Runin. Él se levanta a las seis y media para preparar el desayuno y a esa hora da dos toquecitos a mi puerta para tratar de despertarme, aunque después de tener listo el desayuno nuevamente vuelve a tocar mi puerta con más fuerza y a gritos, siendo en esta vez en la que recién me levanto de la cama y comienzo a alistarme; sin embargo, con mi impuesta compañera de cuarto no puedo dormir a gusto; mi cuerpo está acostumbrado a usar toda la cama y no solo un espacio pequeño. Apuesto que esta chica también se siente incómoda, pero es Zorraya de quien hablo, ella es capaz de hacer cualquier cosa por molestarme.
Me levanto con pesadez y tomo mis útiles de aseo para ir a tomar una ducha matutina. A estas alturas de convivencia, no me importa que Runin me vea con el rostro grasiento, reseco o lagañoso, porque yo también tengo que soportar ver su rostro cuando se levanta así. Coloco mi toalla rosada sobre mi cuello y salgo de mi cuarto. En el departamento, solo hace eco el sonido de la licuadora y el olor a piña, ese toque cítrico abre mis pulmones y me hace espabilar un poco. Toco el pomo de la puerta del baño sin lograr hacerlo girar, alguien está usándolo y por eso espero recostada en la puerta. Al minuto, sale el Gelado con su toalla blanca enrollada en su cintura. Verla en esas fachas ya no me causa gran impresión, después de todo solo es un cuerpo humano que también veo en la clase de anatomía.
—Buenos días.
—Buenos días —mascullo en respuesta y bostezo. El Gelado se hace a un lado para que yo ingrese.
Esa es nuestra única interacción.
Después de sentirme fresca voy hacia mi habitación y me cambio. Zorraya aún sigue durmiendo, así que con mi mano derecha le tiro un ligero manotazo en su mejilla. Un ¡plac!, suena y ella abre los ojos asustada y también trata de lanzarme un manotazo por inercia.
—Levántate, bruja y no te olvides de tender mi cama.
Zorraya no me escucha y vuelve a cubrirse con las sábanas.
Mi mente se siente fresca y activa, si permanezco así hasta la clase de geometría podré con todos los ejercicios sin necesidad de fijarme de Lisbeth. Pero al llegar a la cocina, veo a Aníbal y nuevamente mi mente comienza a pensar en los traidores de esta casa. Automáticamente, dibujo una sonrisa en mi rostro y voy a abrazarlo, él sostiene mis brazos y me da un golpecito en la frente.
—¿Te has caído de la cama? —me pregunta con diversión.
—No —respondo—. Con tu novia no puedo dormir cómodamente.
—Lo siento —dice.
Aunque quise amenguar mi comentario, esa furia contenida me obliga a decir rudamente— Entonces, dile que se vaya de una vez.
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Editado: 16.02.2024