Susana.
Golpear y ser golpeados, esa constante en la vida. Debemos afrontarlo y dejar de ser renuentes a aceptar esa verdad. Créanme, he aprendido por las malas; así que si me golpea la vida u otra persona tengo que seguirle el paso y dar un golpe más fuerte.
Siento pena por Gus Gus, dudo mucho que haya tenido planeado abofetearme y dejar ese mal recuerdo entre nosotros. Con esto, además de dejar de ser mi amigo, ya se ha vuelto alguien indeseable para mí, pese a que entre todos los chicos que podrían haberme gustado él estaba entre los primeros de mi lista. Maldita la hora en que decidí dejar de ignorarlo.
—¿Qué le dijiste a ese chico para que te golpeara? —me pregunta el Gelado.
—Le dije que no quiero ser su novia porque me gusta otra persona.
—¿Solo por eso se atrevió a levantarte la mano?
—Bueno, tenía que estar allí para entenderlo, no sé qué puede pasar por la cabeza de un joven desesperado.
“¿Crees que Aníbal no sabe que tú sientes algo por él? ¡Lo ha sabido desde siempre! ¡Lástima! Por lástima se mantiene en silencio. Nunca te querrá como a su novia, aún si termina con ella, tú seguirás siendo su amiga. Ni siquiera eres tan bonita cómo para que le agrades, tampoco entiendo cómo llegaron a ser tan buenos amigos, él tan solo fue un entrometido. En mí tuviste al mejor amigo, ¡toda mi lealtad! Pero…ahora… que te ofrezco nuevamente mi amistad para lograr algo juntos, me tiras por la borda. Tú mismas lo dijiste una vez, somos iguales, chicos promedio con padres ricos”.
Vuelvo a desinflar mis hombros y me hago la desentendida, esas palabras realmente son…
De cualquier manera, ya pasó, y será mejor preocuparme por el número uno en mi lista de indeseables: Graham Sáenz. Le miro de soslayo mientras el maneja, su figura es imperturbable y su perfil admirable, es un conductor precavido y no abunda en preguntas explicativas, pues me acorrala con interrogantes que hacen que mis únicas opciones sean “sí” o “no”. Dejar todo su trabajo y encontrarse con que mi problema no era tan urgente como el señor Bruce le hizo ver, habrá sido como un golpe en su estómago. Con tanto trabajo que se carga, el dedicarse a ser mi niñera le provocará ganas de renunciar, pero sé que no lo hará. Trabajo es trabajo. Al menos, el hecho de haberle causado molestia me causa alegría.
—¿No tienes trabajo que hacer? Pudiste enviarme en un taxi.
—En esta situación, Bruce me lo hubiera reprochado —responde serenamente.
—Ha de ser cansado ser un adulto con responsabilidades.
—No es que sea tan…—murmura algo irritado—. Aún estoy en mis veinticinco.
¿Cómo habrá sido el Gelado en sus dieciochos? Es algo que tal vez nunca sepa. Tiene pinta tanto de estirado como de atrevido, y sin duda, un don juan. Lo único que puedo decir que me gusta de él es que no se mete en mis cosas.
Llegamos al departamento, ya casi son las doce del mediodía. Gracias a lo que ocurrió no pude comer nada y mi estómago me está matando. Bendito Runin, es ahora cuando agradezco esa cualidad suya de ser hacendoso. Las frutas están sobre la alacena brillantes y muy provocativas, tomo una pera y comienzo a devorarla, Graham ha entrado a su dormitorio, entonces voy hacia el sofá para descansar allí mirando televisión hasta que regrese Runin y prepare el almuerzo.
Después de un rato, Graham se despide de mí y sale del departamento.
Mientras muerdo la pera mi celular vibra dentro de mi bolsillo trasero, me levanto y con mi mano izquierda lo saco con cuidado. Ruedo los ojos y dudo en contestar porque las veces en las que me ha llamado fueron simplemente para fastidiar, aún así sé que es peor no hacerlo.
—¿Qué quieres?
—¿Dónde estás? —me pregunta Zorraya.
—¿En dónde más estaría? —bufo.
—No te hagas la mosquita muerta —dice entre dientes—, ya veo lo que quieres hacer, pero no lo lograrás.
—¿A qué te refieres? —replico y estoy a punto de colgarle.
—Graham jamás se fijaría en ti ni por lástima.
—¿Y yo para qué quiero que se fije en mí? —gruño con molestia. Ella más que nadie sabe que estoy enamorada de su novio y viene a hablar estupideces—. Sabes que, adiós.
Sobre el sofá, por primera vez en mi vida me pongo a reflexionar seriamente. Las pequeñas cosas son importantes porque cuando ellas se juntan podemos ver lo hermosas o problemáticas que son. Desde que murió mi padre no he hecho más que buscar problemas y forzar situaciones que mantengan mi mente ocupada en tonterías. No estaba parada sobre un buen punto para observar todo mi panorama. Ya no soy Susana Clide, hija de Frederick Clide, la chica que era problemática y un dolor de cabeza para su padre ni tampoco la niña descerebrada que heredará sus acciones.
Ahora, soy Susana Clide, la que es un dolor de cabeza para ella misma y además lo será para los socios pues ya es la heredera de Frederick Clide y sus jugosas acciones. Aunque no me he detenido ni por un minuto a pensar en el futuro de esos activos, me imagino que pronto llegará el momento en que me ofrezcan venderlos. Si eso ocurre veré que hacer, no sin antes fastidiarles un rato, así que mi vida personal no tendrá que envidiar nada a mi faceta social y laboral porque igual, todas serán un grandioso desastre del que tengo que salir bien librada.
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Editado: 16.02.2024