Ray.
Cada vez que le formulo una pregunta indiscreta a Bruno él tuerce sus labios y mira hacia el cielo, me afirma que no me dirá nada y, al instante, termina contándome hasta detalles inéditos. Nunca estoy preparado para ellos.
—En realidad, no pensé que te sorprenderías tanto —afirma— Susana no es un ángel, eso lo sabes, pero nos tiene a nosotros. Somos amigos, estamos para esto.
Observo a Adriano y él asiente tristemente, parece que sintió dolor al recordar todo lo que Bruno contó. Por su expresión intuí que él no se atrevió a actuar y estuvo al margen de todo.
Volviendo la mira hacia nuestro objetivo, Bruno nos da la señal para estar alerta. El individuo abandona la enfermería, en la camilla él parecía un tipo pálido y debilucho, pero ahora su silueta es la de un hombre fuerte e indiferente. Camina buscando entre los bolsillos de su pantalón y al encontrar su celular lo enciende y lo aproxima a su rostro, por tan breve contacto con el artefacto parece que solo ha tenido la intención de ver la hora. Al guardarlo, deja sus manos libres y apresura su paso hasta el estacionamiento.
—Vino en auto —maldice Bruno— No quería pelear en la academia, pero si se va, ya no lo podremos seguir. Bien, ¿Cuántos golpes le daremos? ¿Nos turnamos o qué?
—Seré el primero en golpear —Adriano entró en modo batalla, sus ojos arden.
Violencia desmedida tampoco es bueno, mucho menos justa si seremos tres contra uno— Primero, aclaremos unas cuántas cosas —sugiero, y presiento que no me harán caso.
—Claro, “charlaremos” — Bruno habla mirando hacia su puño derecho— y “aclararemos” las cosas —agrega y gira a mirar su puño izquierdo.
Bruno es el primero en acercarse, sin titubear, sin esconder su rostro adusto ni dejar de empuñar sus manos. Gustavo siente su presencia y voltea, se sorprende al verlo detrás de él, pero parece entender la situación, de inmediato, Adriano y yo salimos a su encuentro, cerrándole el paso.
Tres contra uno. No me enorgullece este escenario.
—¿Quieres pelea, Arbatov? No sería nada agradable pelear con un amigo mío —dice con completa calma y de forma indiferentemente cínica— Aunque sí podría pelear con esos dos.
—Heinrich, te patearé hasta dejarte con varios moretones en el cuerpo y si sangras mucho mejor, ya que a ti te gusta esta clase de juegos, ¿verdad?
Por un momento, el ceño de Gustavo se frunce, pero, en segundos, vuelve a relajarse y sonreír falsamente.
—Me disculparé con Susana, y aunque no debo hacerlo me disculpo con ustedes. Entiendo tu posición, Arbatov, pero tú más que nadie sabe que herir a Susana es lo último que hubiera deseado hacer en mi vida.
—¡Pero lo hiciste! —grita Adriano y da un paso adelante con intenciones de golpear.
—Tú deberías ser el menos indignado con esto —resalta mirando fijamente a Adriano—. Ella nunca te hará caso, cobarde.
Adriano solo necesitaba una pequeña provocación para dar inicio a una sesión de golpes. Desechada la pequeña charla, mi mente entra en caos. Nunca he peleado con nadie, ni siquiera he presenciado una pelea tan sangrienta.
No está bien. Nada bien. Y Bruno también lo entiende. Por más que quiera romperle la cara, dos contra uno está fuera de discusión. Sin embargo, él, a comparación de mí, observa con seriedad los golpes que recíprocamente se asestan Gustavo y Adriano, mientras yo muero de los nervios al verlos caer, arrastrarse y sangrar.
—¿No los detendremos? —le inquiero desesperadamente.
—No. No interfiramos en esta batalla —y me lanza una mirada mordaz, una que dice: atrévete a interponerte y te rompo la cara.
—¡Los cobardes siempre serán cobardes! —grita Gustavo. Pese a que es él quien está en más desventaja sigue provocando a Bruno.
—¡¿A quién llamas cobarde?! ¡Drogadicto de mierda! —espeta el pelinegro y furiosa derecha impacta contra la mejilla de Gustavo, el contacto provoca que un nuevo hilo de sangre brote del labio del muchacho que sigue sonriendo con desdén y desprecio.
Ríe, y va corriendo hacia a Adriano, con la fuerza de su cuerpo lo empuja hacia atrás, caen ambos al suelo sin dejar de mover sus puños sobre el cuerpo del otro.
—¿Por qué tenías que venir de nuevo? No eres una buena influencia para Susana, no te quiero cerca de ella nunca más. ¡Por ti! ¡Por ti! ¡Ella tiene ese horrible recuerdo!
Con esas últimas palabras, Adriano hizo algo extraordinario que termino dejando inconsciente a Gustavo.
—¡¿Qué fue eso idiota?! —gritó Arbatov— ¡La idea es romperla la cara no matarlo!
Adriano se había descontrolado con ese golpe de karateka— ¡Vamos, hombre, llevémoslo de nuevo a la enfermería! —dije con alarma.
—No podremos llevarlo a la enfermería, sabrán que estamos involucrados en la pelea —comenta Bruno. Adriano se mantiene callado, aún hay ira en su rostro. Tiene que calmarse.
—No… no es necesario… —la vaga voz del hombre en el suelo no da un tremendo alivio. Se incorpora lentamente tosiendo con dificultad, pero vuelve a sonreír con sorna —¿Satisfechos?
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Editado: 16.02.2024