La Heredera

32. Los chicos son muy directos

Graham

Nuestro cuerpo reconoce mejor cómo nos sentimos.

He estado con un apetito voraz y mucha energía, yo, un hombre apetente, rígido y discreto. Tal vez esa energía siempre estuvo allí, pero la había encapsulado como un mecanismo para que nadie pudiera criticar mis acciones, las que no podía detener por mis impulsos.

He aprendido a ser cauteloso y hasta cínico. Es algo por lo que he recibido elogios y hasta ha resultado admirable para algunos. Un ejemplo a seguir. Difícilmente, podría reconocer en público que no he pagado un precio por ello.

Sentirse cansado, la cabeza explotando, teniendo todo bajo control, cuando la verdad es que no siempre seremos dueños de nosotros mismos, por lo tanto, tampoco podremos controlar al cien por ciento las cosas que nos rodean. Qué miserable pensamiento me había inculcado mi padre. Al menos, Aníbal pudo escapar de eso.

Mis ojos aún están cerrados, hay penumbra en mi habitación. Escucho la voz de varias personas hasta que una voz femenina hace erizar mis tímpanos; de pronto, mi cuerpo se sacude y mi sangre viaja a mi rostro a una velocidad asombrosa. Me cubro los ojos con mi mano derecha haciendo presión, mis músculos de mi rostro se mueven automáticamente haciendo aparecer una sonrisa. Finamente, aprietos mis manos en puños y me levanto de un golpe hacia mi armario.

Debo vestirme y salir de aquí.

Elijo una ropa casual. Vamos, hombre, aún tiene veinticinco, las puedes usar: Zapatillas, ¡hace cuanto no las he usado!, sino solo para hacer deporte.

Esta es una mala costumbre de llevar un pequeño portafolio cerca de cuerpo, aunque no combine con mi actual faceta, igual lo atraigo hacia mí.

Es la hora.

Los chicos estaban en la sala contándose sus aventuras nocturnas, me saludaron con un tono de familiaridad, excepto uno. Ray me ofreció un vaso de agua y un pequeño plato con frutas picadas, él tan perspicaz vio mi portafolio y de inmediato colocó las frutas en un pequeño contenedor para que las disfrutara por el camino, me dijo.

—¡Este hombre solo sabe trabajar! —exclamó Susana con aburrimiento, tenía un sándwich a medio masticar en su boca.

—No he dicho que voy a ir a trabajar —respondí desinteresadamente. Susana elevó una ceja y quedó pensativa por un rato. No volvió a dirigirme la palabra; sin embargo, estando al lado de Ray, cuchicheó algo en su oído.

Me despedí de ellos, Arbatov estaba tirado sobre el mueble sin importarle su grosera postura y el chico Cox estaba a un metro de distancia de Susana como una sombra silenciosa. Solo Aníbal acompañaba a Bruno en los muebles.

Salgo de casa, al fin, y voy hacia mi auto. Ahora siento irritabilidad y un espasmo incómodo por toda la espalda. Una sensación única.

Busco el número de Lucía, ella contesta inmediatamente; sin embargo, cuando le hago la propuesta se muestra indecisa y algo arrogante. ¿Cree que soy de los que suplican? Cuando estoy a punto de aburrirme y me despido porque me había dicho que estaba ocupada, ella me pide que espere, pero como si alguien la hubiera estado aconsejando, luego se corrige y se mantiene firme. “No puedo, estoy ocupada hoy. Tal vez el próximo viernes”.

Ante este rechazo forzado solo me quedó reír y emprender movimiento hacia una cafetería, no quiero regresar a casa sintiéndome de esta forma tan ridícula.

Después de media hora, mi celular comienza a vibrar sin cesar. Me preocupo porque pienso que es una emergencia del trabajo; gracias a Dios no lo es, es algo sencillamente inexplicable. Esas simples letras son suficiente para desaparecer todos mis síntomas.

[Ella es la cura de esta enfermedad].

—No estás trabajando, entonces, ¿dónde estás? ¿Con quién estas? La calle es peligrosa, no sabes con qué tipo de personas puedas encontrarte. ¡No puedes salir así, te puede pasar cualquier cosa! ¡Solo debes ir de casa al trabajo! ¡Niño, descuidado, imprudente! ¡No sabes que te pueden hacer las mujeres!

—No, no, debes regresar a la casa de tus padres para que te cuiden y te lleven con guardaespaldas al parque. 

—Muy mal, se lo diré al señor Bruce y también a tus abuelos.

¿Cómo se sentiría ser una persona realmente importante para ella?

 

 

***

Susana

—Mamá, ven —pronuncia Bruno de forma infantil.

Me contaron que ayer, el gran bebedor vomitó y fue Ray quien limpió todo el desastre. Los señores Cox y Sáenz, tuvieron asco de ensuciar sus delicadas manitas.

No sé si Ray en amable o un tonto.

Cada uno debe limpiar su propio desastre, en especial, su vómito.

Hacía tiempo que no estábamos todos juntos, aproveché la oportunidad y llamé a Lisbeth, me dijo que llegaba en media hora. Espero que las cosas entre ella y Runin se hayan desenredado un poco. Creo que no será necesario decirle que no se atreva a invitar al imbécil de Pierre, pero por seguridad, le envió un mensaje haciéndole esa advertencia.

Luego recibo un mensaje de Ray, había olvidado que le he pedido el número de celular del Gelado. Ahora sí, comienza lo bueno. Él está muy cómodo diciéndome que hacer y restringiéndome mis salidas y hasta mis amistades. ¿Cómo se sentirá si le hago lo mismo?




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