Ray
—Llamé a Susana para saber en dónde se encontraba y a qué hora iba a regresar para almorzar. Al responderme me dijo que almorzaría en la casa de su abuela y que, probablemente, llegaría en la noche. Fue cortante y no me brindó mayores especificaciones —le respondí a Graham. Llegó una hora después de que Susana y su abuela se habían ido.
—¿Eso nada más dijo? —replicó Graham con su maletín en la mano— ¿No habló acerca de un viaje?
—¿Viaje? —dubité— No tengo idea.
Graham miraba hacia el cielo, acariciándose el mentón. Fue a su habitación y luego volvió a salir. Se notaba sereno, aunque sus ojos y su frente parecían alertas. Me dijo que el señor Bruce lo estaba esperando en su auto y que partirían a la casa de la abuela de Susana.
Simplemente asentí, esos temas no me concernían, no tenía el derecho de preguntar por qué o para qué él, quien era tan estricto con Susana, estaba dispuesto a ir con el señor Bruce, a pesar de que no era su trabajo.
Después de que Graham se despidió, fui a mi habitación y me entregué a la lectura. Con cada paso que di hasta llegar a mi mesa de estudio observé el piso, la alfombra, las paredes elegantes, los marcos de las pinturas colgadas, tanto cuidado y brillo. Luego, la silla ergonómica sumamente cómoda, la mesa fina, los cuadernos que nunca pensé comprar y hasta lapiceros llamativos. La lámpara, el computador, el celular, la nueva tablet que compré junto a Bruno.
Mi corazón se llenó de un sentimiento extraño y mis ojos no pudieron contener las lágrimas que se deslizaban en silencio por mis mejillas. La música suave que utilizo para concentrarme. Toda esta tranquilidad y privilegios.
Los ojos de la abuela Ann Mery, me decían que no los merecía.
Ese pequeño sentimiento extraño, se convirtió en un dolor punzante en la cabeza. Me sentí ahogado y quise escapar para tomar un poco de aire fresco. Ya estoy familiarizado con el lugar, sé a dónde ir y cómo lidiar con el día a día en la ciudad.
Pero no iba a salir, no podía perder tiempo. Necesitaba aprobar ese examen y demostrarme a mí mismo que el señor Fred no se equivocó en brindarme su generoso apoyo. Yo seré un buen elemento.
Bajo ninguna circunstancia puedo rendirme. Marco me necesita, él algún día estará orgulloso de tener un hermano como yo.
Busqué en el botiquín y tomé una pastilla para la migraña, me preparé uno de esos deliciosos smoothie que Susana me recomendó y volví a mi cuarto.
Dediqué una hora completa a practicar matemáticas y luego tomé un descanso para contestar los mensajes de mi celular. Mayormente, es Bruno quien me escribe. El chat grupal ha estado un poco olvidado por los parciales, pero Bruno siempre tiene algo que decir, le gusta mucho compartir sus ocurrencias.
Sara me ha estado ayudando mucho con el inglés, le pedí que cada vez que estuviera aburrida me escribiera en inglés para conversar y así ir mejorando mi vocabulario. Aún me cuesta demasiado seguir el hilo de sus palabras.
Es la prima de Lis y es una chica muy linda. No me atrevo a mirar sus ojos azules es como si ellos fueran el mar. Me agrada su amabilidad y su disposición a ayudarnos. Espero que sus vacaciones no resulten aburridas con nosotros. Lisbeth dijo que seamos buenos con ella porque es tímida y es la menor del grupo.
El último texto que me envió hace seis minutos decía: “Ray, do you like my cousin?” No necesité traducir eso para conocer su significado.
Susana
Al levantar mi mirada, efectivamente ingresó un joven, aunque no esperara que fuera él quien trajera consigo los papeles para hundirme. El Gelado nunca saldrá de mi lista negra.
Sostuve mi respiración por unos segundos cuando nuestros ojos se cruzaron. “Maldito hijo de perra te vas a arrepentir”, lo insulté mentalmente agudizando mi mirada.
Saludó cortésmente a mis abuelos y a Val. Él estaba incómodo; de verdad, ni siquiera recordaba que se lo había presentado como mi novio hace poco. Traía la cabeza en los pies con esto de viajar a otro país en contra de mi voluntad.
Mi abuela fue directa al grano, le pidió los documentos que le había solicitado al señor Bruce.
—Un momento —dijo el Gelado. Después de mirarme por tan largo rato, se fijó en mi abuela y comentó que el señor Bruce ya estaba por ingresar. Se retrasó por una llamada urgente.
—¿Por qué vinieron? —inquirí—. No necesito esos documentos. No iré a ningún lado.
—Claro que así será, si lo deseas —se escuchó una voz entre las sombras, luego poco a poco fue apareciendo la silueta de un hombre alto y regordete. Saludó a su amigo de años y a mi abuela—. Es un gusto volverlos a ver, ¿por qué no me invitas a la sala Rod para hablar tranquilamente?
El abuelo pareció temblar y de soslayo miró a su esposa, ella estaba siendo cargada por la indignación, se veía en toda su expresión corporal.
—Claro, por qué no. Vamos —señaló Rodolfo.
Seguí dando miradas furtivas a Graham revelándole mi enojo por su presencia. “¡Vete!”, le decía, y el parecía entenderme ya que me sonreía con sorna y prepotencia.
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Editado: 16.02.2024