La Heredera

45. Frialdad

Susana

—¿Lo vas a matar?

Ahora que me encontraba en mis cinco sentidos, esa pregunta me hizo cuestionar mis principios. No puedo creer que en ese momento lo hubiera deseado, pero no podía permitir que alguien hiriera de esa forma a mis amigos.

El Gelado parecía Mori analizando mis respuestas.

—Esas cosas no se dicen, se hacen —me había ruborizado ligeramente por eso me rehusé a mirarlo— Por supuesto que no lo haría, ¿por quién me tomas? Golpeo, pero no quito vidas. Soy una señorita de buenas costumbres. Dije esa barbaridad por el calor del momento, nada más.

Graham elevó una ceja y no volvió a insistir, preocupado por mis nervios también me alcanzó una taza de té.

La ambulancia había tardado media hora, Gustavo no pudo soportarlo y se desmayó antes de que llegaran, gracias al cielo su estado no hacía peligrar su vida; sin embargo, necesitaría de un largo descanso y tratamiento para sus heridas y quemaduras. No quería ni imaginar con qué tipo de asuntos se habría mezclado.

Por otro lado, no podía mentirme a mí misma, me hervía la sangre al pensar que algún bastardo se atrevió a hacerle eso a mi amigo y ahora estuviera por allí gozando de la vida. La idea de aplastarle el cuello no abandonaba mi cabeza.

—Yo me encargaré de todo —dijo Graham y colocó su chaqueta sobre mis hombros—, llamaré a un taxi para que te lleve a casa. Ray está preguntando por nosotros.

Miré al frente, no me había dado cuenta que se había inclinado tanto hacia mí. Él era quien debía estar más cansado, ha conducido por horas y al regresar seguro le esperaba una montaña de trabajo. A pesar de eso, estaba más que predispuesto a encargarse de mis asuntos.

—Tú ve a descansar, yo me encargo de Gustavo, él es mi amigo no el tuyo —eso sonó innecesariamente cortante, no era mi intención.

—La que necesita descansar eres tú, mañana tienes clases y debes recuperar tus energías —insistió, parecía molesto. Se levantó y se alejó para llamar por teléfono.

Aprovechando que no me estaba vigilando, me acerqué a una enfermera a preguntar por el estado de Gustavo. Ella me comentó que los padres del paciente estaban en camino y que él no iba a despertar hasta mañana por los sedantes.

Estando así la situación, no había motivo para que el Gelado ni yo trasnocháramos, pero el testarudo insistió en aguardar a la llegada de los padres de Gustavo. Cuando llegó el taxi, fui la única que se montó. Le pedí a Graham que me informara de todo y, finalmente, él cerró la puerta y no me dijo absolutamente nada más. Bajé la luna de la ventana y le dije tímidamente gracias.

—Solo hago mi trabajo —respondió.

—Te pagaré esas horas extras —agregué de inmediato.

Sonrió levemente, sonrisa totalmente falsa.

—…

 

**

Subí hasta el departamento, ya casi era media noche y no había respondido ningún mensaje de Runin, conociéndolo estaría preocupadísimo. No tuve la necesidad de abrir la puerta con mi llave, ni bien escuchó pasos él vino a recibirme.

—¡¿Qué ha pasado?! ¡Por favor, cuéntame! —exigió.

Suspiré y pasé de largo mientras le decía que a mí no me había pasado nada…

—Solo que me encontré con Gus… —Cuando elevé mi cabeza vi en el sofá a Aníbal y guardé silencio.

—Dejaremos nuestra charla para más tarde, Ray. Creo que ahora hay visitas.

Ray y Aníbal percibieron mi incomodidad. No tenía fuerzas ni ganas de ser falsamente amable.

No estábamos peleados, pero tampoco habíamos quedado en buenos términos. Además, nuestra conversación había sido confusa, ¿pidiéndome que terminara con mi novio falso y sacando a relucir mis sentimientos por él? ¿A eso le podíamos llamar discusión? Solo fueron reclamos de su parte.

Para nada. No podía enfrentarlo, no ahora que él ya estaba al tanto de este enamoramiento sin pies ni cabeza.

—Susana, yo… —Su voz me indicaba que se sentía avergonzado— Ray me llamó preguntando por ti y vine inmediatamente, ¿cómo estás?

—¿Tú lo llamaste? —de soslayo observé a Runin, y crucé mis brazos preguntándome de dónde sacó tiempo el “siempre ocupado” Aníbal para premiarme con su presencia.

—Sí lo llamé para preguntarle si sabía algo de ti. Yo solo estaba buscando una forma de ayudar… pero no le dije que viniera… —Runin siempre sincero.

—Estaba preocupado por ti —replicó Aníbal, se había levantado del asiento y todo su cuerpo miraba en mi dirección.

—No debes preocuparte por mí, estuve con Graham hoy. Él seguro no tarda en llegar. ¿Hace cuánto estás aquí?

—Desde las diez.

—Entonces es hora de que regreses a tu casa, ya es tarde.

La mirada de Aníbal viajó a los ojos de Runin que estaba igual o más desconcertado que él. A su vez, Ray me devolvió una expresión cargada de temor.

¿Quieren explicaciones? No se las iba a dar. Con mi indiferencia he sido totalmente clara. Aníbal me conocía mejor que muchas personas, si me ha entendido sabrá que no tenía que hacer nada aquí. En ese momento, no se me ocurría una manera “tranquila” de decirle que se largara porque no estaba dispuesta a tener ninguna charla por el día de hoy.




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