La Heredera

46. ¿Es él tu mejor amigo? Parte I

Ray

Contemplé mi celular por largos segundos, todavía no estaba decidido a llamarlo. ¿Qué le podía decir? Él era el mejor amigo de Susana y, seguro, su más fiel confidente. Sin duda, Aníbal debía estar al tanto de estos últimos acontecimientos.

Desde que lo conocí, él ha sido el soporte emocional más íntimo de Susana. Ella escuchaba y valoraba su opinión, y ya que este asunto involucraba a esta chica impredecible, Aníbal era el único a quien podía recurrir ahora que no estaba Liz.

¡Solo hazlo!

Toqué la pantalla y el sonido de la comunicación telefónica inició. Por mis nervios casi apagué el celular, pero Aníbal contestó antes de que yo pudiera retractarme.

—¿Aló?

—¡Hey! ¿qué sucede, Ray?

—Aníbal, bueno, yo, quería, que…

—¿? No te logro escuchar bien, ¿puedes hablar un poco más lejos del teléfono? Escucho solo susurros.

Tomé aire mientras luchaba por tranquilizar mi pulso—Te quería preguntar sobre Susana. ¿La has notado extraña estos días? ¿Sabes qué la puede estar agobiando?

Fue un largo silencio, Aníbal masculló unas palabras inteligibles y luego me dijo de la manera más exigua —No lo sé. ¿Cómo está ella?

—Regular —quedé impresionado por el tono de su voz, no había emoción alguna— Entonces, disculpa por haberte llamado, seguro estabas ocupado.

—Oh, para nada. Descuida. Llamaré a Susana más tarde o… ¿está ella allí ahora?

—No está, ha salido con Graham…

—¿A dónde fueron?

—Uhm… Susana le pidió ir al lugar donde se encuentra un tal Mori —¡ups! Eso no era algo que debía haber dicho, Mori era su psiquiatra. ¿Aníbal lo sabrá?

Otra vez, el silencio incómodo.

—Gracias, Ray, te veo en un rato.

—¿Qué? ¡Espera!

Aníbal ya había cortado la llamada. Estando así el ambiente, estaba seguro que Susana no lo querría ver ahora, con tal humor que se cargaba.

Últimamente, me he estado sintiendo sensible con los temas que concernían a Susana. Además de eso, la impotencia me invadía cada vez que no podía hacer nada para ayudar. Tanto Doña Amelia como Lisbeth me han confiado a Susana, no sabía que era un papel muy pesado.

Llamar a Aníbal quizás no fue lo correcto, pero al menos intenté hacer algo y eso me hizo estar en paz conmigo mismo. Si no podía ser de ayuda a Susana, tampoco sería una molestia para ella.

En el fondo quería reprimir esa idea, pero Susana se estaba convirtiendo en alguien importante para mí por eso me dolía verla en ese estado.

Me alejé de mi celular y me fui a mi habitación con esa idea en mente. Teníamos un examen por enfrentar juntos, no podíamos quedarnos atrás, no la iba a dejar.

Al cabo de media hora de una estresante quietud, Aníbal llegó. Dejó la bolsa de dumplings sobre la mesa y luego de preguntarme por Susana se desplomó en el sofá. Esa brillante luz que siempre acompañaba a sus ojos verdes, parecía agotada y melancólica como una vela a punto de extinguirse.

—Así que… llegará tarde —hablaba mirando al cielo.

—Es lo más probable —afirmé—. Cada vez que ignora mis mensajes es porque se tomará su tiempo.

Lo observé con detenimiento, estaba pálido así que le ofrecí algo para cenar. Me respondió que no me preocupara, había cenado en casa.

—¿Tú te encuentras bien? ¿Tienes cosas que hablar con Susana?

Aníbal alzó la cabeza para mirarme con recelo.

¿No debí preguntar eso? Pero no era frecuente verlo. Hasta a mí me causaba asombro las pocas veces en las que lo veía. La universidad debía ser tan dura para mantenerte ocupado todo el día.

—Debo hablar con ella, pero a lo mejor será otro día. Fue con Graham, ¿verdad?

—Sí —volví a repetir. Parece que no quería dejar el nombre de su hermano en paz.

—Uhm… ¿Y qué tal se llevan? ¿Cómo el señor Bruce ha permitido que estén juntos y viviendo en la misma casa? ¡Debes estar muy atento, Ray!

Sonreí.

 Aníbal debía estar preocupado por algunas acciones que podían hacer los enamorados; sin embargo, no era el caso, estaba lejos de serlo. Para su tranquilidad, le dije que no había cambiado la dinámica de vida en este departamento. Que Graham era un hombre serio y respetuoso, además de que el señor Bruce y la señora Ann Mery estaban al corriente de todo.

—¡Además, Graham es mejor que ese hombrecillo con pelos de ceniza! Mantente tranquilo, tienes un hermano genial —culminé con especial ímpetu, solamente para despejar cualquier duda; sin embargo, mis palabras causaron el efecto contrario.

Las cejas de Aníbal se crisparon, sus ojos verdes parecían querer traspasar mi cráneo.

—¿¿De quién estás hablando?? Y mi hermano no es genial, es un imbécil —espetó.

Me quedé asombrado por escuchar tales palabras dichas con repugnancia. “Estás equivocado, Graham es genial”, pensé para mí mismo.




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