La Heredera

48. ¿Es él tu mejor amigo? Parte III

Aníbal

La invitación indicaba que a las seis comenzaba la recepción. Bram y Graham se encontraban esperándome en la sala mientras terminaban de discutir algunas cosas. No era común que me incluyeran en eventos importantes a menos que mi presencia fuera de una u otra forma provechosa.

Con antelación padre me había indicado que mi vestimenta tenía que ser formal. Lo sabía, aun así no estimé el tiempo adecuado para colocarme el smoking y eso me hizo retrasarme unos minutos. Sin embargo, estábamos a tiempo, quizás esa fue la razón para que Bram me llamara y me alentara a tomar asiento junto a mi hermano mayor.

Mi hermano y mi padre tenían en la sangre el porte digno y refinado. Me sentía menos cuando estaba a su lado, pero tenía que estar allí para repasar cuestiones protocolares. Para Bram el evento era por sí mismo una gran oportunidad para reforzar sus relaciones sociales.

Estaba muy satisfecho por la petición del señor Clide y comentaba con grandilocuencia que ese “gran favor” era que sus dos hijos invitaran a bailar a la anfitriona en el momento del vals. Bram repetía hasta el hastío que “su amigo” solo se lo había solicitado a las personas más cercanas y de confianza. Entonces, fue tajante en ello, nos reunió allí para ordenarnos que lo hiciéramos impecablemente.

Luego, volteando su atención hacia mí, preguntó cómo iban mis relaciones en el H.A y en específico con la señorita Soraiha, al responderle que todo iba bien y que, recientemente, había cruzado palabras con ella, cambió su expresión a una más abúlica con la que, no sabía por qué, pero me reprochaba algo. Al instante, le mencioné el incidente ocurrido con la hija menor del señor Clide y Daleska Davies. Le narré mi intervención para ayudar a la última de las mencionadas. Haciendo énfasis en que, a raíz de mi ayuda, la señorita Soraiha me invitó a su fiesta personalmente.

“—¿Cuál hija menor? —cuestionó mi padre—. Clide solo tiene una niña. Soraiha es la hija de su amiga íntima, por eso presumen esos privilegios, pero entre ellos no existen vínculos de sangre”.

“—Lo siento, yo pensé que… —Soraiha había mencionado que la fiesta se haría en la mansión de su padre, estimé que era su hija.

—Piensas de más”.

Me sentí nauseabundo, odiaba verme como un idiota frente a mi padre, mucho más si estaba presente el “señor perfecto” Graham. Estuve estudiando los libros sobre litigación, detección de indicios y pruebas. Asumí que Soraiha era hija de Frederick Clide. No me detuve a ver cada detalle de la tarjeta de invitación, pero estaba seguro que figuraba en la sección de los nombres del padre su nombre. ¿Dónde habré guardado ese pedazo de papel? La había perdido de vista. Dentro de tantos pensamientos cruzados, recordé las palabras de Bruno: Infórmate.

No imaginé que me estaba volviendo un joven de mente cuadrada y simplista. Que asumía todo sin esforzarse en comprobar lo que veía. Estaba tan desesperado por intentar lucir perfecto, y en realidad, todo era un desastre. ¿No podía hacer nada bien? ¿Qué tan equivocado estaba?

Graham siempre era serio, no mostraba expresión. Desde esa vez que dijo lo que pensaba de mí, no habíamos vuelto a tener ninguna conversación transparente y sincera. Él, al menos, no me decía nada. Su indiferencia era un alivio para mí.

“—No la he visto últimamente, dicen que la hija de Clide se parece mucho a él —era muy incómodo tener que comprobar hacia dónde miraba para saber si se dirigía a mí, ya que no se preocupaba por verme fijamente— Sería conveniente, ya que son contemporáneos, que puedas establecer una amistad con ella. Esa chica manejará algún día a Harrison Corp. Quizás podríamos quedarnos con esa cartera. Sabes que estábamos a poco de ganarla, pero por la interferencia del padre de Clide, el miserable de Bruce, al final, se quedó con la posición”.

“—Cada vez que lo mencionas, padre, parece que tus sienes palpitaran —comentó Graham—, será mejor que ya emprendamos marcha, no malogres tu ánimo. Si nos lo proponemos podemos quedarnos con cualquier cartera”.

“—Ah, es algo que nunca olvidaré. Por esta vez te tomo la palabra y vamos”.

Un viaje incómodo, pero tranquilo. Se sentía una brisa fresca, por suerte, no hubo tráfico. La recepción fue todo un espectáculo. El señor Clide no era una persona que escatimara en gastos, su mansión reflejaba totalmente la temática imperial.

Al ver a todo tipo de personas flemáticas y extravertidas, comprendí la importancia del por qué mi padre quería guardar las apariencias y mostrarse como una familia unida. Sonreí al acordarme. Por más que lo intentó su primera esposa nunca lo perdonó y ahora su vida privada era un misterio. Los Eccleston les cerraron todas sus puertas, ni rogando pudo recuperar a la que, dicen, fue el amor de su vida: la madre de Graham.

Como era de esperarse, padre nos presentó con muchas personas y todas ellas nos dedicaron elogios tanto a mi hermano, por estudiar en una de las universidades más importantes del país, y a mí, por ser un deportista sobresaliente y ser muy apuesto.

Más que una celebración de cumpleaños, parecía una ceremonia de presentación a sociedad. La agasajada era una belleza, como una flor rosada y perfumada que brillaba como si estuviera bañada con gotas de rocío matutino. La belleza de Soraiha era cautivante, realmente era una princesa.




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