La Heredera

52. Tomándose un pequeño descanso

Susana

—¿Comida china, te parece? —pregunté al Gelado mientras digitaba la orden a través de mi celular.

—¿Se han peleado? —volvió a replicar.

—No.

—Sé sincera conmigo, ¿qué ha pasado? ¿dónde está Ray? —el Gelado tomó asiento a mi lado, en el sofá, estaba muy cerca.

—No lo sé, no tomó su mochila, seguro aún está en el H.A.

El Gelado suspiró— Comida china será.

—Si te preocupa, llámalo —le dije.

—Eso haré. Tiene que estar aquí para recibir las tutorías.

Guardé silencio, y él se mantuvo a mi lado, solo haciéndome compañía. Últimamente, el Gelado ha sido muy comprensivo conmigo, su paciencia realmente me asombra y su forma de tratarme y hablarme ha cambiado drásticamente. Si no lo conociera, creería que –de algún modo–, yo no le soy indiferente como una chica.

Mientras esperábamos al delivery man, conversamos sobre la alianza que había establecido con Caesar Zamin, omitiendo, por supuesto, todo lo relacionado a Lis y Ray. Al Gelado no le extrañó el movimiento de Ann Mery y más bien bromeó señalando que, debe cuidarme mejor, sino pronto estaría comprometida con cualquier niñato.

De la nada, tocándose la barbilla como si una gran idea hubiera aterrizado en su cabeza, dijo— Tu abuela no puede comprometer a alguien que ya está comprometida. ¿No te parece?

Claro que entendí a lo que se refería; sin embargo, una cosa era un noviazgo falso y otra muy distinta era comprometerse con fines matrimoniales oficiales. Según la Ley de este país, para que el compromiso sea realmente válido, debíamos hacer una promesa de matrimonio en papel con firmas legalizadas y ante notario público; por tanto, sería conocido y oponible frente a todos. Tenía dieciocho años, no iba a cometer esa locura con un hombre a quien no amaba. Podía mentir, pero aún tenía principios.

No repliqué nada, solo le di un pellizco—No me voy a casar, seré soltera por siempre. No voy a manchar mi historial con un compromiso. ¿No creo que tú lo quieras? ¡Nuestro extravagante soltero codiciado con la soga al cuello, quién será la desdichada!

—Obviamente, solo estaba hilvanando premisas —respondió e inesperadamente agregó—. Que mal que haya quedado esa impresión en ti, y es todo lo contrario; algún día quiero casarme con esa desdichada —¿Eso era una broma? Tal vez, no tenía ninguna expresión ambigua, más bien él se encontraba muy relajado y confiado, hasta vi una curva juguetona en sus labios.

—Bueno, por haberme ayudado, tendrás la dicha de que yo asista a tu boda, así que debes invitarme —continué con el juego.

—No hace falta que lo digas.

Ray llegó al mismo tiempo que el delivery man, con todos los signos de haber llorado como una Magdalena. Solo le di un pequeño vistazo y luego lo ignoré completamente. Fue el Gelado quien separó los platos y nos repartió las porciones de acuerdo a nuestras preferencias; pese a todo nuestro enojo, los tres almorzamos juntos.

Al terminar, Ray recogió la mesa y lavó los platos. Entonces, agradecí mirando en dirección a Graham y me fui a mi habitación a esperar el momento para empezar las tutorías, pero no podía quedarme quieta, tenía muchas ganas de marcarle a Lis y confrontarla. Ahora no era una simple sospecha, era realidad. Yo, como su amiga, debía apoyarla; sin embargo, ella no ha confiado en mí para atravesar ese problema.

Suspiré y me dirigí al cuarto del Gelado. Cuando entré por primera vez a su habitación, pude notar su gran estante de libros, entre ellos una sección de comics de los Hombres X. En realidad, me gustaban mucho las películas, pero nunca me había interesado por las historietas, así que en una de nuestras citas hablamos de ellas y le pedí que me prestara los tomos para leerlos.

El Gelado me permitió tomarlos, solo que puso una condición: que no las sacara de su habitación. Al ser tan simple, acepté. Entiendo que al ser piezas originales él las considera importante. Sabía bien, que si las vendía por internet podía obtener mucho dinero.

Con el permiso del dueño del departamento, estaba habilitada para entrar en sus aposentos cuando quería leer y, ahora, justamente, necesitaba distraer mi mente. Frecuentemente, mientras él estaba ocupado revisando sus escritos, yo leía las historietas recostada en su cama.

Tenía la costumbre de dormir después de leer un rato, así que cuando llegó Lorein, él me despertó cuidadosamente. Di un gran bostezo y volví en el espacio-tiempo. El Gelado me apuró para salir de la cama e ir a refrescarme.

—No hagas esperar a Lorein —sermoneó.

—Oye —pregunté solo por curiosidad— ¿Lorein fue tu novia?

Rápidamente él dijo que no, friccionando ligeramente su entrecejo.

—Lo decía porque parece que tienen mucha química. Ray y yo lo notamos, pero bueno. No pregunté por nada en especial.

**

Terminadas las tutorías, Runin comenzó a sazonar la carne. Siguió la rutina de siempre, guardó sus cuadernos y su laptop en su habitación, luego se colocó su delantal, esta vez de color azul, y uno por uno sacó los ingredientes del refrigerador.




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