La Heredera

Prólogo

20 años antes...

La galería y sus alrededores, estaban abarrotados de gente, todas las personas importantes de la Costa Azul se encontraban en la sala.

Ese es el momento exacto donde un niño de 18 años piensa ¿Qué puede salir mal hoy?, un rato después estaría maldiciendo el momento en que se me ocurrió hacerme esa pregunta.

Bien, todo comenzó una noche de verano, Mónaco estaba toda iluminada, se veía preciosa. Mis padres y sirvientes estaban ocupados preparando la galería y la villa para la ocasión. 

Yo todavía estaba en mi habitación acabando de arreglarme para bajar a la galería, había quedado con Edgar que lo esperaba arriba, una vez llegó, bajamos y saludamos a todo el mundo ya que era mi obligación como el hijo del anfitrión.

Mientras hablaba con uno de los inversores de mi padre en la fiesta, a lo lejos vi a una preciosa mujer, alta y con una larga y hermosa cabellera pelirroja, peinada de lado que me miraba fijamente. De pronto, ví como se dirigía rumbo a la azotea de la galería y con la mirada me incitaba a que la siguiese, así que me despedí del inversor y sin pensarlo, la seguí.

Pasaron pocos minutos cuando vi a Edgar asomarse a la azotea con el rostro pálido, las manos manchadas de sangre.

Levanté la cabeza rápidamente temiendo lo peor, miré a mi mejor amigo a los ojos, lo vi temblando y rompiendo a llorar, entre sollozo y sollozo alcanzó a decir.

—Mateo, baja corriendo, los hombres de Dubois han entrado en la galería armados y han empezado a disparar a la gente, es tu padre...

Dejé a la preciosa pelirroja de la galería desnuda en la azotea tumbada encima del viejo sofá de cuero marrón. Me levanté de un sobresalto e intenté asimilar toda la rabia que me invadió en ese momento pero no sirvió de nada.

Me puse los pantalones y la camisa blanca desabrochada lo más deprisa que pude, alcancé a coger una de las armas que tenía allí y bajé disparando a los hombres de Dubois. Pero ya era tarde, en cuanto me dí la vuelta, ví a mi madre en una esquina llorando con el cuerpo de mi padre repleto de sangre a su alrededor, en ese momento me juré que acabaría con la familia Dubois y con todo su legado. Ese día fue el último en que vi a mi padre y también que deje de ser Mateo, el hijo del Duque, un empresario español de éxito, para convertirme en Mateo, el nuevo Duque. 




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