La Heredera

Capítulo 3.

Me desperté y por un momento me sentí desubicada. Mi cabeza aún pensaba que estaba en mi antigua casa.

Bajé unas largas y enormes escaleras en forma de caracol, me dirigí a la cocina y fui a desayunar algo. Sinceramente, no suelo desayunar casi nunca, pero lo único que tenía en el cuerpo era la comida asquerosa del avión y tengo bastante hambre.

Desayuné un par de tostadas con un café helado.

— ¡Ey Farah! ¿Cómo has dormido? —preguntó Mariah, mi prima.

— Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien, la verdad, necesitaba descansar.

— ¿Estás lista para que te hagamos un tour por Newport?

— Por supuesto.

Salimos de la casa y mis primos tenían cuatro coches aparcados, les faltaba poco para tener uno para cada día de la semana. Cogimos el Range Rover negro con los asientos de cuero blanco. El coche olía realmente bien, a nuevo, daba pena postrar el culo en esos asientos tan blancos. Puede que yo haya estado rodeada de lujos siempre, pero el ambiente que hay aquí es completamente diferente al que yo tenía en Santa Fe.

El puerto estaba repleto de gente paseando y restaurantes. Habían restaurantes de diferentes nacionalidades. Uno italiano, japonés, y me llamó la atención uno Mejicano.

— ¿Os parece bien comer en Javier's Restaurant? —Dijo Ryan señalando el restaurante el cuál me fijé.

— Yo no conozco nada así que soy una mandada, pero por mi vale.

Llegamos al restaurante, era enorme, y muy moderno, toda la parte de dentro era espectacular, del techo colgaban una especie de lámparas muy modernas, no sabría exactamente describir la forma que tenían, sus sillones eran negros de cuero y teniaterraza con sus mesas redondas de cristal con vistas al mar. 

— Vamos a pedir el plato de Carne Asada, un Trio Del Mar Enchiladas, el Shrimp Taco y 3 Coca-Colas. —Dijo Mariah.

— ¿Todo eso vamos a comer? Si acabamos de desayunar hace una hora. —Dije.

— ¡Y espérate a los postres! —Exclamó Ryan.

Creo que a quién más ilusión le hacía venir aquí era a mi primo, desde que entramos por la puerta no dejaba de sonreír.

La comida estaba deliciosa, no había probado algo tan sabroso en mucho tiempo, me puse las botas, no voy a mentir. Aunque comer comida de mi país, me revolvía los recuerdos y me entraba la melancolía. 

Mientras comíamos los postres entraron al restaurante cuatro chicos los cuáles no dejaban de mirarnos. Hice contacto visual con uno de ellos pero su mirada llegó a intimidarme tanto que tuve que apartar la mirada. De golpe un manotazo en la mesa me sobresaltó.

— Pero mira a quién tenemos aquí, si es Ryan, el don nadie de Orange Country, junto a su hermana la medio metro y... ¿tú quién eres? —Dijo el chico más alto de todos mientras me miraba. Era alto, rubio y con los ojos azules. Un tópico, pero es lo que sueles encontrarte en California, el noventa por ciento de los habitantes son así.

— Deja a mi hermana y a mi prima en paz Josh. —Dijo Ryan levantándose de la mesa y encarándose a él.

— Uy, se nos pone rebelde el muchachito… El sábado hago una fiesta en mi casa tráete a tu prima a la fiesta y nos la presentas como es debido —Me guiñó el ojo y mientras se alejaban de la mesa iban riéndose.

Tengo que admitir que los chicos eran bastante guapos, nada comparado a lo que te encuentras al otro lado del océano, pero todo lo que tenían de guapos lo tenían de imbéciles. Hubo uno en especial que me llamó la atención y fué con el que mantuve contacto visual. Era alto, moreno, con ojos marrones. Era guapísimo. Tenía pinta de mandarme a terapia.

— ¿Quién son estos cuatro matones? -Pregunté.

— Josh, David, Dastan y Mike. Los niños pijos y mimados de Orange Country.

— ¿Y chico moreno? —Le pregunté a Mariah.

— Ese es Dastan, el hijo del dueño del bufete de abogados más grande del estado de California.

— Farah ni se te ocurra fijarte en uno de esos imbéciles porque la tenemos. –-Dijo Ryan enfadado, se le veía molesto.

Ryan siempre fué mi primo favorito. Incluso estando cada uno en una punta era sobreprotector conmigo.

— No te preocupes, solo sentí curiosidad.

— Pues no sientas tanta curiosidad.

Nos fuimos del restaurante y dimos un paseo por el muelle para despejarnos un poco, vimos el atardecer y nos comimos unos helados muy buenos. De los mejores que he probado. ¿Sabíais que hay helados de salmón? Sí sí, salmón, el pescado. Yo tampoco lo sabía. Estaba asqueroso.

Con la tontería se nos hizo de noche, y nos dirigimos al parking donde dejamos el coche para irnos a casa. Cuando llegamos nos sentamos en el sofá y pusimos la televisión e hicimos un poco de zapping porque no había nada interesante.

— Me voy a mi cuarto porque estoy agotada, nos vemos mañana chicos. —Dijo Mariah.

La televisión era un auténtico aburrimiento, era una pesadilla, si no eran películas de romanticismo eran películas de hace cincuenta años. ¿Es que en California no hay novelas dramáticas cómo Pasión de Gavilanes?

— Oye Ryan, así por saber… ¿Qué es esa fiesta del sábado que mencionó ese chico antes? —Pregunté.

— Cada fin de semana se organizan fiestas temáticas en casa de Mike, las temáticas varían siempre, por ejemplo; este fin de semana creo que toca fiesta temática del océano. Y por si te lo preguntas; no, no vamos a ir.

— ¡Vamos Ryan, no seas así, acabo de llegar y es una oportunidad muy buena para conocer gente y hacer amigos! Encima de aquí pronto es mi cumpleaños, si no hago amigos mi fiesta será un tostón… Venga, hazlo por tu prima favorita. —Le guiñé el ojo y le puse morritos, eso nunca falla.

— Está bien... Iremos pero un rato solo, no me apetece verle la cara a esos gilipollas.

— ¡Gracias Ryan, eres el mejor primo del mundo! Dicho esto, me voy a dormir, mañana recuérdame vamos a mirarnos los disfraces para la fiesta.



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En el texto hay: mafia, adolescente, amor

Editado: 10.05.2024

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