La Heredera

Capítulo 11.

Dastan Atwood

Tener a Farah durmiendo a mi lado se podría considerar una maravilla del mundo. La observo y no puedo dejar de mirar ese pelo castaño, esas pestañas tan largas y tan características, y sobre todo esos labios que estaría besando durante horas. Joder, es preciosa, y más con mi pijama puesto.

Estuve meses ignorándola tratando de evitarla. ¿Acaso me daba miedo volver a enamorarme? A día de hoy me sigo preguntando si realmente estuve enamorado de Lara, por qué nuestra ruptura no fue dolorosa para mí. 

Conocía a Lara desde que tengo uso de razón, y siempre hemos estado juntos. Sentía que más que una relación, era un compromiso y una comodidad. Compromiso de pensar que si la dejaba nuestros padres dejarían de hablarse y la comodidad de estar tantos años juntos. En lo único que se diferenciaba nuestra relación a ser amigos era por los besos y las relaciones sexuales.

Noté como Farah despertaba de entre mis brazos y me sacaba de mis lagunas mentales haciéndome poner los pies en la tierra.

— Buenos días marmota. ¿Cómo has dormido? —le dije desde mi escritorio.

— Estoy… en… tu… ¿cama? —enarcó ambas cejas y me miró con cara de preocupación.

— Si. Estás en mi cama y no, no te preocupes que no hemos hecho nada. —solté una breve risa burlona— ¿Cómo te encuentras? ¿Te acuerdas de algo de ayer?

— Si te soy sincera; fatal. Me duele muchísimo la cabeza y tengo lagunas mentales, lo único que recuerdo es irme a hablar con un chico y… comerme un trozo de pizza.

Tensé los hombros en cuánto recordé el momento en el que la ví a punto de besarse con ese chico. ¿Realmente iba a hacerlo? Se enfadó conmigo porqué pensaba que tenía a otra chica cuándo en realidad era mi prima, y eso de toda la vida se llaman celos. Si no recuerda nada; mejor dejarlo así. No tenía porqué recordárselo.

— Vamos a la cocina a desayunar algo anda.

Nos dirigimos a la cocina en busca de litros de agua y comida para saciar el hambre que teníamos. El alcohol tiene dos efectos en mi; o me pone agresivo con todo el mundo, o me pongo cachondo, y sorprendentemente ayer pude contener mis emociones con Farah, aunque sabiendo el estado en el que estaba prefería no hacer nada.

— ¡¡Sorpresa!! —escuché un grito que provenía del final de la escalera.

— ¿Mamá? ¿Papá? ¿¡Qué hacéis aquí!? 

— Bueno, decidimos que ya era hora de ver a nuestro hombretón y… ¿Quién es esta chica? —pregunta mi padre en tono serio.

— Es una compañera de mi escuela, se llama…

— Soy Farah, Farah Hernández, encantada de conoceros señores Atwood, pero ya me voy. Un placer Dastan, nos vemos en el colegio. —dijo interrumpiéndome.

— ¿Ha dicho Hernández? No creo que sea ella, sería mucha casualidad—escuché cómo susurraban mis padres entre ellos.

La última vez que hablé con ellos estaban en México de viaje y me dijeron que no sabían cuándo volverían y tenerlos aquí me hace estar en paz. Aunque noto a mi padre distinto. En cuánto Farah se fué mis padres susurraban entre ellos palabras que no conseguía distinguir, pero no parecía que hablasen cosas buenas del todo. 

Los negocios de mis padres se extienden por todos los países, precisamente en México y Los Ángeles, por eso viajan tanto. Siempre me dicen que cuándo no sepa que hacer o tenga dudas o esté en problemas llame a mi tío Dave para que él venga a ayudarme, está las veinticuatro horas por y para mí.

Logré observar a mi padre detenidamente y con claridad, ya que con la euforia de bienvenida no me detuve a mirarlo. Traía un traje negro con camisa blanca y corbata negra. Mi padre siempre ha sido un hombre que le gustaba vestir bien, podría decir perfectamente que nunca lo ví con otra ropa que no fuese un traje, a excepción de el chándal que usa por las mañanas para ir a hacer deporte, pero esta vez parecía que venía de un funeral, en sus ojos se notaba una mirada de sorpresa y triste a la vez. Mi madre me apartó para hablar a solas.

— ¿Estás bien Dastan? —dijo mientras me apretaba el hombro.

— No sé mamá, noto a papá muy raro.

— No te preocupes cielo, es el cansancio del viaje, no le des muchas vueltas, ya sabes cómo es tu padre.

— ¿Cuándo podré ir a México con vosotros? Así puedo llevarme a Farah y que vea a su padre. —dije con una sonrisa que me ocupaba toda la cara. Una de mis ilusiones era acompañar a mis padres en sus negocios, aunque a día de hoy no sepa de qué tratan, pero siempre he tenido esa curiosidad.

Mi madre cambió de ser en un instante, quitó el brazo que rodeaba mis hombros y la sonrisa que tenía en la cara se esfumó.

— Dastan. Aléjate de esa chica. Por tu bien y por el de esta familia. Y después de saber esto, olvídate de venir a México con nosotros. —suspiró y me puso mi cara entre sus manos— Algún día sabrás por qué te digo esto y me lo agradecerás.

No podía volver a ignorar a Farah. No otra vez. Y menos ahora que estaba empezando a sentir cosas por ella. ¿Estaría bien contarle la advertencia de mi madre hacia ella? ¿O es mejor callarse?

Las semanas siguientes pasaron demasiado lentas. Trataba de ignorarla lo máximo que podía, en los pasillos del instituto, al estar en cursos diferentes ya pasaba poco tiempo con ella y si encima le ignoraba sabría que algo iría mal, se me hacía imposible separarme de ella fuera del colegio y más cuándo compartimos el mismo grupo de amigos y estamos incluidos en todos los malditos planes que hay. 

Quería ser su amigo y que luego en un futuro surgiese lo que tuviese que suceder. En mi mente no entraba el plan de tenerla lejos, y sé que eso iba a costarme la relación con mis padres, la cuál realmente no me importaba ya que pasaba más tiempo solo que con ellos, siempre han estado fuera y ahora ¿Se preocupan por mi? ¿Qué es lo peor que puede pasarme? No la conocen de nada y suena egoísta pero por una vez tengo que pensar en mí mismo y si tengo que arriesgar toda mi vida por una chica que he conocido en verano, lo haré. No quería perderla otra vez.



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En el texto hay: mafia, adolescente, amor

Editado: 10.05.2024

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