La heredera de Lyuvov (libro 1)

Capítulo 35: “La última piedra”

—Kolie, hey, ¡Kol! —la voz de Armin retumba en mi mente.

Me giro hacia ella.

—He visto algo —murmuro en un susurro casi inaudible.

—¿Lo haces tú o lo hago yo? —interroga ella impaciente.

—No lo sé. Siento que si lo hago yo estaría robando el anillo también; y si lo haces tú —hice una pequeña pausa y suspiré—, creo que el espíritu reclamará venganza porque no lo mantuviste a tu lado.

Ella asiente con la cabeza y no responde. Sus palabras al parecer se han evaporado. Un fuerte golpe en mi cabeza hace que se me nuble la vista. Toco la parte afectada, al mirar mis manos hay sangre. Unos segundos, solo tardo unos segundos en desmayarme.

(...)
 


Siento el sonido de mi corazón palpitando. Mis párpados están sellados y no logro abrirlos. Me duele la cabeza, recuerdo el golpe, solo que no sé quién me lo hizo, ni qué ocurrió conmigo después. Ni siquiera sé dónde estoy en este instante.

Lucho con todas mis fuerzas por abrir los ojos, en fallidos intentos repetidos. Decido calmarme e intentar escuchar, pero al parecer estoy sola. No hay ni el más mínimo indicio de vida a mi alrededor, ni un suspiro se escucha.

¿Qué ocurrió? ¿Dónde estoy? ¿Dard? ¿Armin? ¡Ayuda!

(...)
 


 

El golpe seco de una puerta contra la pared me saca del estado de inconsciencia en el que me encuentro. Varios chillidos y gritos femeninos se escuchan alrededor. No logro identificar las voces, tampoco descifro lo que sea que están diciendo. Mis ojos continúan sellados, mi cuerpo rígido e inmóvil, mis extremidades no responden y mi cerebro está maquinando todo lo ocurrido en máxima velocidad.
 


 

Siento que alguien me toca, ¿un hombre? Me carga y siento un abdomen definido. Huele fresa, ¿un hombre que huele a fresa?
 


 

Alguien coloca su mano en mi frente, un dolor indescriptible se extiende por mi cuerpo. Me doblo, notando que ya puedo moverme, todavía duele, es como un calambre eléctrico que se retuerce en cada centímetro de mí solo que peor. Abro los ojos de golpe.
 


 

Lo primero que veo es a Víctor, es el hombre con olor a fresa que me está cargando. No sabía que tenía tan buen cuerpo este chico. A nuestro lado se encuentra Armin, supongo que ella fue la que tocó mi frente y me sacó del trance.
 


 

—Tranquila, Kol. Todo ha terminado —me informa y sonríe triste, apagada.
 


 

—Ar... —no logro decir su nombre completo, mi voz sale carrasposa, áspera y débil. Mi garganta arde, toso un poco, ella me mira con ternura y acaricia mi pelo.
 


 

—Descansa, pronto te sentirás mejor.
 


 

—Da...
 


 

—Dard ya no está —me interrumpe y se marcha.
 


 

Víctor me lleva hasta una nave, es similar a la de Joseph, solo que unas tres veces más grande. Mis párpados pesan y un sueño profundo se apodera de mí.
 


 

(...)
 


 

—¡Kolie, reacciona! —grita Joseph— No eres así, te están controlando. ¡Kolie!
 


 

No sé donde diablos estoy, ni por qué Joseph dice eso. Lo veo, pero no estoy dentro de mí, soy una simple espectadora de mi vida. Él mira una pared transparente y difuminada, ¿estaré en ese lugar?
 


 

—Yo haré todo lo que ella no pudo hacer —sentí mi voz, no logro identificar de dónde viene, pero es mi voz. 
 


 

Como observadora miro en todas direcciones y lo único que veo es a Josh. Con las manos al frente, en gesto de: "Intenta calmarte, Kolie". Una bola de fuego sale de la pared difuminada e impacta contra mi ex.
 


 

El fuego se expande por su cuerpo, él lucha, y grita, se está quemando. Veo su piel dañada por las llamas, estas atraviesan cada capa, haciendo llagas profundas rápidamente. Intento correr a ayudarlo, pero estoy pegada al suelo en mi lugar.
 


 

—¡Josh! ¡Josh! —grito y despierto agitada.
 


 

Estoy en el dormitorio, arropada en mi cama. Me levanto de golpe y me tambaleo en el aire, pero logro mantener el equilibrio para no caer. Doy un paso arrastrando los pies, siento como si fuesen pesas de mil kilogramos cada uno.
 


 

—¡Hay alguien ahí! —grito y la puerta se abre al instante, aparece mi madre corriendo y me abraza.
 


 

—¡Perdón! Por favor, perdóname —suplica llorando en mi cuello.
 


 

—Ma... —mi voz continua ronca.
 


 

—Shh, no digas nada mi amor. Acuéstate, ya viene tu padre —me lleva de regreso a la cama y me cubre con la manta—. Fui tonta al confiar en él, ahora me doy cuenta y me arrepiento por todo lo que he hecho, por cada cosa en la que lo ayudé de ingenua. Yo sé que no es excusa, no voy a darte explicaciones, tú lo sabes todo. Espero que me perdones algún día.
 


 

Sale de mi habitación y entra Kely corriendo junto a mi padre. La pequeña se sube en la cama y se acuesta a mi lado abrazándome. Papá se sienta en la esquina de la cama y me mira, su rostro está triste, decaído, martirizado.
 


 

—Hija, todo ha sido tan duro. Las mentiras y traiciones nos cobraron factura, tú tuviste que pagar la cuenta por todos. Lo siento.
 


 

Si solo pudiera hablar le preguntaría qué ocurrió. ¿Cómo acabaron con Dard? ¿De qué forma terminé yo en este estado?
 


 

—Hermanita, estaba asustada —confiesa Kely—, pensé que morirías cuando desapareciste.
 


 

Se acurruca a mi lado, ¿por qué nadie me explica qué pasó? ¿Por qué Joseph no ha venido? ¿Seguirá enojado conmigo? Mi padre sostiene mi mano y comienzo a dejar de pensar con claridad, vuelvo a caer dormida como una pequeña sin preocupaciones.
 



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En el texto hay: magia poderes y secretos

Editado: 27.12.2021

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