30 de enero de 1999
Un joven alto de pelo alborotado, vestido de traje, llega a casa de Dyado, busca con la mirada a su padre en el salón y va directo a su habitación.
—¿Papá? ¿ESTÁS EN CASA? —vocifera sin recibir respuesta. Coloca su portafolios sobre la cama y siente un ruido de movimiento proveniente del armario. Se acerca con cuidado, intentando no hacer ruido, abre lentamente la puerta y ve la caja fuerte. El sonido se hace más fuerte dentro de esta. <<Papá nunca me ha dicho la clave>> piensa mientras coloca su mano sobre el metal frío, el sonido se detiene. Retira la mano y comienza nuevamente, un brillo increíble se filtra por los bordes de la tapa. <<El collar, ese que usaba la chica de mis sueños está dentro de esta caja.>>
—¿Korlec? ¿Eres tú? —los pasos de Dyado se sienten desde el corredor. Korlec cierra la puerta del armario haciendo que el ruido aumente deliberadamente cuando su padre entra en la habitación.
—Soy yo, te traje los proyectos que me pediste —agarra el portafolios y se lo muestra ignorando el sonido a duras penas.
—¿Qué estabas haciendo?
—Eh... Yo... —el sonido dentro de la caja lo molesta mucho, no entiende como Dyado ni se inmuta— Estaba buscándote.
—¿Qué hacías en mi armario?
—No... Yo, estaba...
—¿No pensarías que me escondí dentro o sí? —bromeo sonriéndole a su hijo mientras revisaba lo que este le había traído.
—Claro que no —le devolvió la sonrisa—. Padre, necesito una barra de oro —él sabe que su padre guarda algunas dentro de la caja fuerte, así aprovecharía esa oportunidad para ver si el collar verdaderamente estaba dentro.
—¿Para qué? —interrogó Dyado soltando los papeles sobre la cama.
—Quiero hacerle un anillo a Gya de compromiso y necesito el material. —lo del anillo no era mentira, pero ya lo había comparado en una tienda semanas atrás solo quería averiguar el contenido real de la caja fuerte.
Korlec quería proponerle matrimonio a su hermosa novia luego de cinco años de relación, evidentemente ya estaban listos. Sería un paso importante en sus vidas.
—¿Te casarás con ella? ¡Fantástico! Pronto tendré nietos.
Dyado deseaba más que nada tener nietos, desde que supo que Ryalin no podía procrear se había decepcionado mucho. No quería que su legado se perdiera. Había trabajado muy duro para iniciar una compañía propia y le faltaba muy poco para lograrlo, alguien debía heredar todo aquello. También estaban los recuerdos de la extraña chica de sus sueños, esa que había venido del futuro, la que sabía sobre Adam y dijo que sería hija de Korlec, estaba ansioso por conocerla. Abrió la caja fuerte inconscientemente pensando en aquella joven llamada Kolie. Lo que permitió que Korlec memorizara la clave y viera la cajita negra junto a la llave antigua.
—Aquí está el oro —le entrego una barra mediana—. Úsalo bien.
—Confía en mí, padre. —Recogió sus papeles que se habían esparcido sobre el colchón y los guardó junto al oro.— Volveré mañana, ¿Ryalin aún no llega?
—No, ya sabes, esta de nuevo en esas peleas callejeras.
—No son peleas callejeras, sino boxeo. Está con Niuv él la cuidará.
—No sé cómo confías en ese hombre.
—He hablado con él, está enamorado y para mí eso es suficiente. Te aseguro que si le hace daño yo mismo le arranco la cabeza por más boxeador que sea.
—Eres muy osado hijo —le palmea el hombro y salen juntos al corredor.
Al día siguiente Dyado tenía una importante reunión con algunos proveedores y la casa estaría sola. Korlec aprovechó para acercarse a la caja fuerte y obtener el collar que tanto lo molestaba.
Cogió la cajita negra y sacó el colgante de su interior, el brillo se apaciguó en sus manos. <<Hay cinco piedras de veinte que debería tener esta joya. Recuerdo que el de la chica tenía ocho.>> pensó mientras examinaba la pieza.
—Korlec —la voz melodiosa de una mujer en su cabeza lo sobresaltó—. No te asustes, mi nombre es Armin y mi alma está encerrada dentro de este collar. Te recompensaré si me liberas.
—¿Cómo sé que eres de fiar? ¿Por qué te encerraron en un collar?
—Fue algo injusto, te contaré cuando salga. Yo te puedo ayudar, ¿sabes?
—¡Yo no necesito ayuda!
—Claro que sí, todos necesitan ayuda. ¿Recuerdas a Aurora? —el rostro de su madre invadió la mente del joven, su sonrisa perfecta, sus ojos azules y su cabello color miel los recordaba a la perfección— Sí, tu madre. Ella fue mi guardiana y me dejó con tu padre, pero nosotros sabemos que mi guardián real debes ser tú.
—No sé de qué hablas. ¡Sal de mi cabeza!
—Me viniste a buscar eso es prueba suficiente, me quieres tener, úsame.
—No, yo... Solo tenía curiosidad, no sé que eres.
—Soy un alma en pena que necesita ayuda. ¡Ayúdame!
—¡No!
—Te diré quién mató a tu madre.
—¡Ella murió en un accidente de autos!
—Sabes que eso no es verdad, tu padre mintió.
—¡No! Él me ama, jamás me diría una mentira como esa.
—No viste el cadáver de tu madre en la sepultura porque no había cuerpo. Su asesino la desmembró dejándola irreconocible.
—¡Mentira! —Korlec se retorcía en el suelo sosteniendo el collar, tenerlo en la mano le estaba haciendo daño a su organismo que hablaba con el espíritu inconsciente.
—Sabes que no miento, ¡ponte el collar! ¡Ahora! —la voz dejó de ser amable y melodiosa, se volvió fría y desesperada— ¡¿Qué esperas?!