Un hombre vestido con traje negro con sombrero se oculta tras las sombras de un callejón. Esconde su rostro para no ser reconocido, otro llega a su encuentro mirando a todos lados como si no quisiera ser seguido.
—¿Hiciste la llamada? —pregunta el del sombrero dándole una calada a su cigarrillo.
—Sí, señor —responde con temor.
—¿Y el joven?
—No quiere hablar, he probado muchas técnicas, pero...
—Un mortal no aguanta tanto. ¡Sigue hasta que hable! —se exaspera y tira la colilla del cigarro al suelo— ¿Debo hacerlo yo? —pregunta con falsa calma mientras agarra al otro hombre por la camisa.
—No... No... Señor.
—¿Qué tiempo ha pasado?
—Cinco horas.
—Ya casi se acaba el tiempo y Dyado no ha dejado el dinero en la caja que le señalaste. ¿Le dijiste el número correcto verdad?
—Sí, la 026.
—Bueno, el tonto de su hijo pagará las consecuencias. ¡Vamos! —ambos salen a una calle concurrida llena de autos y personas que se dispersan en todas direcciones. Suben a un auto deportivo azul oscuro y se dirigen a un depósito de chatarra a las afueras de la ciudad. Se adentraron en un viejo almacén aparentemente vacío donde hay un hombre atado a una silla.
—Prepara la cámara —ordenó el jefe levantando la cabeza ensangrentada de Korlec— Está casi inconsciente y aún no habla —lo golpea con fuerza en el rostro— ¡Despierta infeliz! —grita.
Korlec sin fuerzas no logra ver el rostro de su agresor, su mirada está nublada de tantos golpes. En su interior siente un vacío enorme y solo piensa las consecuencias que traerá para su familia si dice la contraseña de la caja fuerte de su padre. Él sabe que no quieren el dinero y no duda que este hombre, capaz de alejarlo de su mujer embarazada y su pequeña hija, quiera el collar para usarlo y liberar el alma de Armin. De alguna forma sabe que no es un humano común.
—Al parecer no hablará, señor —interfiere el acompañante instalando una cámara frente a la víctima.
El hombre del sombrero saca un arma de fuego y apunta a Korlec, camina dando vueltas alrededor del cuerpo inconsciente mientras el otro comienza a grabar.
—¡No grabes conmigo frente a él, estúpido!
—Per... dón, señor. Creí que daría el mensaje completo.
—¿¡Junto con mi identidad!? —comenzó a reír desenfrenadamente— Mira, te voy a explicar una cosa —se acerca a su cómplice y lo acerca por lanuca—. Soy el más temido de los asesinos en el mundo mágico, mi huella es este anillo en forma de espiral —le pone el anillo cerca de la nariz—. Durante más de cuarenta años he trabajado limpiando el desastre de los seres mágicos, enfrentándome a poderosos hechiceros que no tienen ni la más remota idea de lo que son capaces de hacer. Si uno solo hubiese usado sus poderes contra mí... Mejor ni te cuento. ¡Graba ahora! Apunta bien al chico, Dyado solo debe escuchar mi voz. —El otro torpemente cambia la grabación, comienza una nueva y hace una seña con la cabeza a su jefe como señal de que puede iniciar su discurso.— Al parecer la vida de su hijo no le importa Dyado. ¡Qué joven tan fuerte! Ha soportado muchos golpes sin decir la clave de su caja fuerte. Ahí donde guarda sus tesoros, ese que usted y yo conocemos bien. Dejó morir a su hijo por no darme un millón de dólares mientras él hasta el último minuto guardo su secreto. Ya nos volveremos a ver viejo amigo. —un fuerte estruendo, similar a un disparo, cortó la grabación apagando la cámara de un corte circuito.
—¿Qué ha sido eso, señor? —ambos miraron en todas direcciones sin lograr ver nada con claridad, hasta que de repente aparece el contorno de una mujer alta, delgada, que brilla como la luz del día y se acerca a ellos con calma.
—Hola, Dard —su voz melodiosa hizo suspirar al cómplice.
—¿¡Armin!? —exclamó el aludido.
—Te perdonaré la vida si dejas ir a mi guardián. Sabes de lo que soy capaz. —se acercaba más y más, ellos no fueron lo suficientemente valientes para enfrentarse a un espíritu, salieron corriendo despavoridos.
Adam al observar la situación salió de su escondite, solo les había mostrado una holografía de Armin. Miraba entretenido a los agresores que corrían como los dos grandes cobardes que eran sin mirar atrás. Visualizó el anillo en forma de espiral que usaba Dard en su mano izquierda, ese hombre que lo había asesinado y lo condenó a vivir en las espirales del tiempo como un alma sin rumbo. Caminó hasta Korlec y lo desató, arrastró a su sobrino hasta el remolino de tiempo del que había salido, dejando la cámara con la grabación en el local.
★★★★★
—Korlec —susurró Adam curando las heridas más profundas en el cuerpo del joven.
—Tío —respondió con un hilo de voz.
—Me alegra que estés a salvo, escucha, te he traído a la casa de vacaciones de tu padre. No tengo mucho tiempo para curarte...
—Tío, mi familia...
—Están bien, tranquilo, le avisé a Gya para que buscara la forma de venir a cuidarte.
—Ella esta embarazada, no puede.
—Ella es una mujer increíble, si puede y lo hará. Descansa sobrino —se despidió y entró al gran remolino de luz que comenzaba a cerrarse.
Gya llegó a su encuentro luego de unas horas.
—Amor —corrió emocionada junto a su marido que estaba acostado en la cama.
—Cariño, la niña...
—La dejé con tu hermana, tu padre ha fingido tu muerte, aquí hay algo oculto.
—Lo sé, pero no te preocupes por eso. Seguiremos el hilo de mi padre, para todos estaré muerto.
—¿Estás seguro? Kolie, ella la está pasando mal.