La heredera de Lyuvov (libro 1)

Capítulo Especial 4

10 de diciembre de 2005
Ciudad de Lyuvov.

 

El sol se oculta tras las enormes montañas de Lyuvov, un hombre va corriendo a toda velocidad por las calles desiertas. Da varios giros antes de detenerse frente a una mansión ubicada a la entrada de la ciudad.

 

—Angeline, Fabio... —dijo secándose el sudor que comenzaba a caer por su rostro. Leonard, entró corriendo y abrió con torpeza la elegante puerta.

 

El pequeño Fabio, con apenas 6 años está sentado en la escalera abrazando sus rodillas y llorando.

 

—¡Papá! —gritó al ver al hombre sudoroso en la puerta y lloró con más fuerza estirando los brazos, suplicando un abrazo.

 

Un hombre encapuchado por detrás de Leonard lo golpea fuertemente su cabeza dejándolo inconsciente. Arrastró el cuerpo fuera de la casa y lo subió a una camioneta negra con cristales oscuros. Se quitó la máscara que oculta su rostro. El niño se puso de pie lentamente para ver con claridad al hombre que minutos antes había asesinado a su madre frente a él y ahora secuestró a su padre. Se grabó la mirada gélida que este le regalo y el anillo en forma de espiral que usa en su mano derecha.

 

—Papá... Mamá... —hizo un puchero y se sentó en el suelo con su carita roja de tanto llorar.

 

24 de diciembre de 2005
Mansión Brown.

 

—Pequeño, debes comer algo —pidió la señora regordeta que lo cuida.


—¡No tengo hambre! ¡Quiero a mis padres de regreso!

—Mira, hagamos un trato —la mujer le sonrió con amabilidad a Fabio que solo niega con la cabeza.

—¿Qué trato? —la curiosidad lo empezó a vencer— ¿Traerás a mis padres?

—No, pero si comes crecerás grande y fuerte para hacer justicia en nuestro mundo.

—No quiero justicia.

—Fabio... No dejes que tu hermoso corazón sea consumido por las sombras.

—Desde que estoy aquí siempre me dices que coma, pero...

—Siempre lo terminas haciendo porque sabes que quiero lo mejor para ti.

—Nana, quiero a mis padres de regreso.

—Ojalá pudiese cumplir tu deseo, mi niño —la señora bajó la cabeza y alejó la comida—. Nunca te obligaré, pero si deseas alimentarte, ya sabes donde encontrarme. —Desapareció de la habitación chasquiando los dedos.

—Quisiera poder hacer magia y traer a mis padres de regreso. —se acurrucó en la cama y se quedó dormido llorando en silencio.

(...)


—¡No ha comido hoy! —gritó el señor Brown golpeando con fuerza la mesa— Nana, sabes que debe alimentarse, mi sobrino se va a morir si sigue así. No, no, yo voy a hablar con él.

—Ha perdido a sus padres, ayer en la noche tomó un poco de sopa. No se va a morir, no lo dejaré, pero no podemos obligarlo. Deberías conseguirle un terapeuta.

—¡No está loco!

—Está traumatizado, vio morir a su madre y como se llevaron a su padre. ¿Qué espera?

—Está bien, buscaré uno.

(...)

 

Una dama alta de cabello recogido llega a la mansión, viste de forma elegante y usa gafas oscuras. Fabio la espera en el jardín moviendo sus pies adelante y hacia atrás porque no llegan al suelo desde su asiento.

 

—Buenas tardes —la señora llega a su lado y se sienta.

 

—¿Usted es médico?

 

—Sí.

 

—No estoy enfermo —el pequeño observó la hierba moverse bajo sus pies.

 

—Lo sé.

 

—¿Por qué vino entonces?

 

—Quiero ser tu amiga, me han dicho que hay días en los que no quieres comer. ¿Te gustaría contarme algo?

 

—No, solo que aveces no estoy de ánimo. Nana es muy buena y su comida es muy rica, incluso mejor que la de mi casa.

 

—¿Sé lo has dicho a ella?

 

—Sí, señorita, ¿conoce al señor que se llevó a mi papá?

 

—No —ella suspiró— ¿Lo recuerdas?

 

—Un poco, he intentado dibujarlo, pero no me sale.

 

—Tal vez debas intentarlo otro poco.

 

—Puede ser, ¿me puedo ir?

 

—¿Ya no quieres hablar conmigo?

 

—No es eso, quiero comer aquellas frutas —señaló un enorme árbol de manzanas al final del jardín.

 

—Traerías una para mí, por favor.

 

—Sí —Fabio salió corriendo.

 

—¡Cuidado no te lastimes!

 

El pequeño llegó junto al árbol y sobre la primera brisa se elevó hasta una manzana roja brillante. Luego realizo la misma acción para atrapar otra un poco más alto. La psicóloga lo observa detalladamente. <<El niño domina un elemento>> pensó. El pequeño regresó junto a ella y le extendió la manzana más grande.

 

—Gracias, se ve deliciosa. —Fabio sonríe y le da una mordida a la manzana que tiene en la mano— ¿Hace cuanto puedes dominar el aire?

 

—No sé, siempre he podido —se encogió de hombros—, también domino el agua, el fuego y la tierra. Mamá dijo que yo soy un niño aventajado.

 

—Entiendo, ¿me esperas aquí? Iré por un vaso de agua.

 

—Claro —continuó degustando su fruta.

 

28 de diciembre de 2005

 

—Señor Dyado, gracias por atender mi llamado —el señor Brown dejó su cigarrillo.



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En el texto hay: magia poderes y secretos

Editado: 27.12.2021

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