La heredera de Lyuvov (libro 1)

Capítulo especial 9

23 de marzo de 2020

 

Dyado leía una nota en su escritorio cuando sonó el timbre. Esa misma nota que redactaba cada mes, el mismo día, todos los 14, esa vez se había extendido demasiado tiempo en destruirla. La confesión que había quemado tantas veces por miedo a que su nieta, Kolie, la descubriera. Él sabía mejor que nadie que ella jamás lo perdonaría si se enteraba de lo que realmente ocurrió aquel 14 de febrero cuando Korlec perdió la vida. Habían pasado casi diez días desde que la escribió y estaba considerando seriamente suicidarse para no vivir más sumergido en su amargura.

 

Se puso de pie con el papel en la mano y sus recuerdos atormentándolo. «Yo maté a mi hijo» pensaba. La culpa lo carcomía desde dentro, su corazón era oprimido por una fuerza sobrenatural que lo asfixiaba.

 

—¡Ya voy! —Gritó cuando el timbre sonó por segunda vez.

 

Guardó la nota en su bolsillo, a paso cansado se dirigió a la puerta y abrió. Apenas tuvo tiempo para analizar la situación, la persona al otro lado del umbral extendió su mano con una fuerza increíble y atravesó su pecho con el anillo en forma de espiral.

 

—Hola, Dyado —dijo agarrando el corazón de su víctima—. ¿Me recuerdas? —sonrió con malicia y lo obligó a retroceder hasta quedar ambos dentro de la casa. Cerró la puerta con el pie.

 

—Dy... Dyarlec —tartamudeó el viejo con los ojos abiertos a punto de salirse de su órbita.

 

—Claro, soy Dyarlec. El hermano que mataste hace tanto tiempo ha regresado para saldar la deuda.

 

—No, no, yo no te maté. Tú... Tú te resbalaste, caíste. Agh... —se quejó cuando la mano del intruso apretó su corazón.

 

—Eres todo un asesino, primero tu hermano y luego tu hijo.

 

—Yo... Ahg —se dobló por el dolor, tanto el físico como el interno lo estaban atormentando.

 

Dyarlec había caído por el precipicio por su culpa, Korlec perdió la vida porque no pagó el rescate, de cierta forma se sentía culpable. No fue bueno con ninguno de los dos y merecía un castigo.

 

—Debería matarte rápido —susurró el asesino casi para sí mismo—. Mejor no, te daré una oportunidad. Solo una, aprovéchala —curvó una media sonrisa y sus ojos se oscurecieron al punto de que parecían negros como la noche.

 

Extrajo la mano ensangrentada, hizo un movimiento con la muñeca y la limpió. Dyado calló al suelo hiperventilando, miraba a su verdugo con miedo, terror, pánico, el reflejo de su rostro en otro cuerpo. Luego divisó su pecho, no había señales de que minutos antes le hubiesen agarrado el corazón, ni un hueco, nada, su piel estaba intacta al igual que su ropa.

 

—¡Magia! —Gritó poniéndose de pie con dificultad. Las piernas le temblaban, tuvo que agarrarse de las paredes para mantener el equilibrio.

 

—Justamente, magia —afirmó quien aparentaba ser su gemelo—. Cuando maté a Aurora no le di una oportunidad y no pude disfrutarlo.

 

—¡¿Mataste a Aurora?! —Dyado sintió un nudo subir desde su estómago y trabarse en su garganta.

 

Deseaba arremeter contra ese hombre que no reconocía como hermano, golpearlo, descargar su dolor y furia. Sabía que ese mismo hombre había asesinado a su hijo, él había pedido el rescate, las voces son inconfundibles.

 

A pesar de que se separaron siendo niños, Dyado podía identificarlo porque Dyarlec siempre tuvo una voz gruesa, similar a la de él, pero más grave y firme.

 

—Mataste a mi esposa y también a mi hijo, eres un maldito —espetó apretando los dientes.

 

Sabía que intentar atacarlo sería un mal movimiento. No conocía el motivo, ni cómo obtuvo esos poderes, sin embargo, el desconocido podía usar magia, un enorme peligro estaba frente a él. No podía hacer nada, un paso en falso y ese hombre lo mataba.

 

—No, a Korlec no llegué a matarlo. Desapareció, ella se lo llevó —contestó mientras detallaba la casa.

 

Dyado vivía en una casa amplia, luminosa y ventilada de dos plantas. Un espacioso recibidor que daba paso a la escalera se encontraba frente a la puerta. En el mismo lugar donde ellos intercambiaban palabras.

 

—¿Ella? —interrogó Dyado confundido

 

—Armin.

 

—Sé que no puedo enfrentarme a ti así que no me mientas de forma tan descarada. Ni cuerpo tuve para enterrar. ¡¿Cómo me vas a decir que fue Armin?!

 

—No miento, ella llegó y se lo llevó.

 

—Armin está encerrada dentro del collar, nadie puede sacarla.

 

—Al parecer sí —negó con la cabeza como si algo le diera órdenes e intentara sacarlo de su mente—. ¡Estamos perdiendo el tiempo! —Gritó de repente—. Entrégame el collar y te dejaré vivir. Tal vez cuando domine a Armin ella te cuente dónde escondió a tu hijo.

 

—Nunca. Nadie debe usar el collar jamás y tú no lo harás.

 

—Cuidado, te di una oportunidad, te la puedo quitar en cualquier momento.

 

—Prefiero morir. He entrenado bien a mi nieta, ella cuidará del collar mejor que nadie.

 

—Confías mucho en esa chiquilla —pasó la mano por el marco de una foto familiar colgada de la pared donde aparecían Dyado, Kolie y Kely sonrientes.

 

—Esa “chiquilla” es la heredera de Lyuvov. La futura reina. Su destino ya está trazado.

 

—¿De qué hablas? —Lo miró amenazante, ese dato no lo conocía, esa afirmación lo cambiaba todo.

 

—Mi nieta es la única que puede ponerse el collar. Tiene el alma más pura que conozco. No hay mejor forma de lograr que Kolie haga algo que prohibírselo.

 

—Entonces obtendré el collar de ella, una vez te saque del camino. —Agarró el cuello de su víctima con ambas manos y comenzó a estrangularlo.



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En el texto hay: magia poderes y secretos

Editado: 27.12.2021

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