El Santuario de los Ecos ya no era el mismo.
Desde que la niña sin nombre comenzó a caminar entre planos, las lunas compartidas se invertían cada noche. Los ecos susurraban en idiomas que nadie había enseñado. Y los recuerdos… empezaban a reescribirse.
Lyra observaba con inquietud. Kael, cada vez más silencioso, sentía que su vínculo vibraba con una frecuencia que no pertenecía a este mundo.
—Ella no está rompiendo el ciclo —dijo Lyra—. Lo está renombrando.
---
Una mañana, mientras los aprendices meditaban, la niña se acercó al altar del Santuario. Tocó el centro con la palma abierta. La luna invertida en su frente brilló con intensidad.
Las paredes líquidas se congelaron.
Las lunas se detuvieron.
Y una palabra apareció en el aire:
“Aelira.”
Los aprendices retrocedieron. El nombre resonó como un eco antiguo. No era inventado. Era recordado.
Eira tembló. —Ese nombre… lo soñé antes de que ella llegara.
Thalen susurró. —Lo escuché en el plano del error. Era prohibido.
Solan encendió una llama. La llama se apagó.
Neris extendió una sombra. La sombra se negó a moverse.
Kael cayó de rodillas. —Ese nombre… es parte del eclipse.
Lyra se acercó. —¿Es tu nombre?
La niña—Aelira—asintió.
Y el Santuario… comenzó a girar.
---
Con el nombre revelado, los planos comenzaron a colapsar.
- El plano de los vientos se volvió estático.
- El plano de los sueños mostró futuros que se contradecían.
- El plano de los reflejos comenzó a mostrar versiones de Aelira… que no eran ella.
- El plano del error se abrió sin permiso.
Los aprendices se reunieron.
—¿La seguimos o la detenemos? —preguntó Solan.
Eira negó. —No podemos detener lo que ya fue elegido.
Thalen miró a Lyra. —¿Y tú?
Lyra guardó silencio.
Kael se levantó. —Ella no es amenaza. Pero tampoco guía. Es ciclo. Y los ciclos… no obedecen.
---
Esa noche, Lyra soñó con el eclipse invertido.
Pero esta vez, no era símbolo.
Era puerta.
Y detrás de ella… una figura.
No era Lyra.
No era Kael.
Era Aelira.
Mayor.
Con ojos sin tiempo.
—¿Qué eres? —preguntó Lyra en el sueño.
La figura respondió:
"Soy lo que ocurre cuando el legado se niega a morir. Soy lo que nace cuando el amor se convierte en memoria. Soy el nombre que nunca debió olvidarse."
Lyra despertó con la marca ardiendo.
Kael la sostuvo.
—¿Qué viste?
Lyra lo miró. —El origen del eclipse… no fue una emoción. Fue una persona.
---
El Santuario se estabilizó.
Las lunas compartidas giraron en silencio.
Los aprendices se quedaron en vela.
Y Aelira, la niña sin nombre, caminó hacia el altar.
—Ahora que tengo nombre —dijo—, el ciclo puede comenzar.
Lyra se acercó. —¿Y qué será esta vez?
Aelira sonrió. —No repetición. No error. No legado.
Renacimiento.
---