La Heredera del Ciclo

La Heredera del Ciclo Capítulo 4: El Renacimiento del Ciclo

El Santuario de los Ecos comenzó a respirar distinto.

Las lunas compartidas, ahora invertidas, giraban en silencio. Los ecos ya no susurraban recuerdos. Susurraban posibilidades. Y en el centro, Aelira, la niña que había sido sin nombre, caminaba con los ojos cerrados… y los planos se abrían a su paso.

Kael lo sintió primero.

—No está viajando —dijo—. Está creando rutas nuevas. No entre lugares. Entre emociones.

Lyra observó. Su marca vibraba. Pero no por magia. Por memoria.

—El ciclo no está volviendo —susurró—. Está naciendo por primera vez.

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Aelira tocó el altar del Santuario. No lo activó. Lo transformó.

- El plano de los vientos se conectó con el plano de los sueños. Ahora, los pensamientos podían volar.
- El plano de las sombras se unió al plano del error. Los miedos podían ser comprendidos.
- El plano del fuego se entrelazó con el plano de los reflejos. Las decisiones podían verse antes de tomarse.

Thalen cruzó una de las nuevas rutas. Regresó con una marca distinta: un símbolo que cambiaba según su emoción.

Eira soñó con un futuro donde los clanes no existían. Solo vínculos.

Solan encendió una llama que cantaba.

Neris proyectó una sombra que abrazaba.

Lyra los reunió. —No estamos evolucionando. Estamos renaciendo.

Kael la miró. —Y tú… estás desapareciendo.

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Los aprendices comenzaron a notar que sus marcas ya no eran estáticas.

- Neris podía dividir su sombra en tres emociones: duda, coraje y compasión.
- Solan podía encender fuego que respondía a la verdad.
- Eira soñaba con personas que aún no habían nacido.
- Thalen volaba sin viento. Su cuerpo se volvía aire.

Lyra sintió que su marca comenzaba a desvanecerse. No por pérdida. Por entrega.

Kael la sostuvo. —¿Qué está pasando?

Lyra lo miró. —Mi memoria está siendo absorbida por el ciclo. Para que Aelira pueda sostenerlo.

Kael tembló. —Si olvidas quién eres… el vínculo se rompe.

Lyra sonrió. —Entonces debemos crear uno nuevo.

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Lyra se acercó a Aelira.

—¿Necesitas mi memoria?

Aelira la miró. —No para mí. Para el ciclo. Para que no repita. Para que aprenda.

Kael se interpuso. —No puedes tomarla. Ella es el corazón del legado.

Aelira extendió la mano. —No la tomaré. Ella debe entregarla.

Lyra tocó la frente de Aelira. Su marca brilló. Y comenzó a dividirse.

Cada fragmento voló hacia un plano distinto.

- Uno al Santuario.
- Uno al Consejo.
- Uno a cada aprendiz.
- Uno… al cielo.

Kael cayó de rodillas. —¿La estás olvidando?

Eira lo sostuvo. —No. La estamos recordando… entre todos.

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El Santuario comenzó a cambiar de forma.

Ya no era templo.

Era red.

Cada rincón se conectaba con otro. Cada emoción tenía un portal. Cada decisión, una ruta.

Aelira caminó por el centro. —El ciclo ya no es repetición. Es expansión.

Lyra, ahora sin marca, sonrió. —Y mientras alguien recuerde… yo existiré.

Kael la abrazó. —Entonces nunca te perderé.

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Las lunas compartidas se alinearon en espiral.

Los planos vibraron en armonía.

Los aprendices se convirtieron en guías.

Y Aelira, la heredera del ciclo, se convirtió en origen.

El eclipse invertido brilló en el cielo.

No como advertencia.

Como promesa.

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En el texto hay: magia arcana

Editado: 19.10.2025

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