La Heredera del Ciclo

La Heredera del Ciclo Capítulo 6: El Santuario de Todos

El Santuario ya no pertenecía a nadie.

Desde que Lyra se fragmentó en memoria compartida y Kael soltó su vínculo, el Santuario dejó de ser un lugar. Se volvió red. Pulso. Conciencia. Cada rincón vibraba con emociones que no eran individuales, sino tejidas entre almas. Las lunas compartidas giraban en espiral, y el eclipse invertido brillaba como un faro silencioso.

Aelira caminaba por los pasillos líquidos del Santuario. No dejaba huellas. Dejaba rutas. Donde pisaba, nacían portales. Donde miraba, los planos se conectaban. Pero algo comenzaba a cambiar.

No en ella.

En todos.

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Los clanes mágicos, por siglos divididos por elementos y propósito, comenzaron a mezclarse.

- Los sabios de Umbrae compartieron sus rituales de sombra con los soñadores de Noctis.
- Los guardianes de Solari encendieron llamas en los Jardines de Eira, creando flores que ardían sin quemar.
- Los navegantes de Aetherion enseñaron a los errantes de Thalen a volar sin viento, usando emociones como impulso.

Ya no había fronteras.

Solo afinidades.

Los líderes del Consejo, antes rígidos, comenzaron a intercambiar marcas. No como símbolo de poder. Como pacto de confianza.

Lyra, desde su forma dispersa, susurraba en cada uno:

"El ciclo no separa. El ciclo entrelaza."

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Pero no todos los vínculos eran sanos.

Aelira comenzó a sentirlo en sus sueños. Ecos que no respondían. Portales que se abrían solos. Recuerdos que no pertenecían a nadie.

Una noche, mientras meditaba en el centro del Santuario, vio una figura.

No era sombra.

No era reflejo.

Era grieta.

—¿Quién eres? —preguntó Aelira.

La figura respondió con voz quebrada:
—Soy lo que queda cuando el vínculo se rompe sin elección. Soy lo que nace del abandono. Soy lo que Lyra dejó atrás.

Aelira se estremeció. —No eres parte del ciclo.

La figura se acercó. —No. Soy su residuo.

*

Los aprendices comenzaron a sentirlo.

- Neris proyectó una sombra que lloraba.
- Solan encendió una llama que gritaba.
- Eira soñó con un niño que pedía ser recordado.
- Thalen voló hacia un plano que se deshacía a su paso.

Kael, cada vez más conectado al tejido emocional, sintió que algo lo llamaba desde el plano del error.

—Hay algo que no fue sanado —dijo—. Algo que Lyra no pudo sostener.

Aelira lo miró. —Entonces debemos enfrentarlo. No como ciclo. Como todos.

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Aelira convocó a los aprendices y a los líderes del Consejo.

—El Santuario ya no es mío. Es de todos. Pero hay una parte que aún no hemos tocado: el núcleo roto.

Eira frunció el ceño. —¿Dónde está?

Aelira señaló el cielo. —No en un plano. En un recuerdo que nadie quiere tener.

Thalen se adelantó. —¿Y cómo lo cruzamos?

Kael respondió. —Con lo que Lyra nos dejó: elección.

*

El ritual fue distinto.

No hubo marcas.

No hubo lunas.

Solo emociones.

Cada aprendiz entregó una memoria que dolía.

- Neris entregó el día en que fue rechazada por su clan.
- Solan entregó el momento en que su fuego destruyó sin querer.
- Eira entregó el sueño donde vio morir a Lyra.
- Thalen entregó el vuelo donde se sintió solo.

Kael entregó el instante en que soltó a Lyra.

Aelira los recibió.

Y el Santuario… abrió el núcleo.

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Dentro del núcleo, no había luz.

No había sombra.

Solo fragmentos.

De vínculos rotos.

De decisiones no tomadas.

De amores que no pudieron sostenerse.

Aelira caminó entre ellos. Cada uno intentaba tocarla. No con odio. Con necesidad.

—No quieren ser olvidados —dijo.

Kael se acercó. —Pero tampoco pueden seguir abiertos.

Aelira tocó el centro del núcleo.

Y vio algo que nadie había visto.

Lyra.

No como guía.

Como niña.

Sola.

Sin marca.

Sin nombre.

—¿Qué es esto? —preguntó Aelira.

Kael tembló. —El recuerdo que Lyra nunca compartió. El momento en que fue elegida… sin quererlo.

Aelira lloró. —Entonces el ciclo comenzó con dolor.

Lyra, desde el núcleo, susurró:

"Y solo puede renacer… si se perdona."

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Aelira se arrodilló.

Los aprendices la rodearon.

Los líderes del Consejo se unieron.

Kael tocó el núcleo.

—No somos perfectos. Pero somos capaces de elegir.

Eira susurró. —Y de recordar sin miedo.

Solan añadió. —Y de encender sin destruir.

Thalen dijo. —Y de volar sin huir.

Neris concluyó. —Y de abrazar nuestras sombras.

Aelira tocó el recuerdo de Lyra niña.

—Te perdonamos. No por lo que hiciste. Por lo que sentiste.

El núcleo brilló.

Y se cerró.

No como prisión.

Como semilla.

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El Santuario vibró.

Las lunas compartidas giraron en armonía.

Los planos se estabilizaron.

Los vínculos rotos se convirtieron en rutas nuevas.

Y Lyra, desde su forma dispersa, susurró:

"Ahora sí… el ciclo puede florecer."

Aelira caminó hacia el altar.

—Ya no soy heredera.

Kael la miró. —¿Entonces qué eres?

Aelira sonrió.

—Soy comienzo.

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En el texto hay: magia arcana

Editado: 19.10.2025

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