El Santuario de los Ecos ya no era el centro.
Desde que el núcleo roto fue sanado y los vínculos se transformaron en rutas, el Santuario se convirtió en un punto de partida. Las lunas compartidas giraban en armonía, pero su luz comenzaba a desvanecerse. No por pérdida. Por evolución.
Aelira lo sintió primero.
—Este lugar ya cumplió su propósito —dijo, mientras caminaba entre los aprendices—. Ahora debemos crear uno nuevo.
Kael la observó. Su vínculo, aunque liberado, vibraba con una frecuencia que no reconocía. No era dolor. Era llamado.
—¿Dónde? —preguntó.
Aelira miró el cielo. —Donde el ciclo aún no ha tocado.
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Los planos conocidos estaban estabilizados. El fuego, el viento, la sombra, el sueño, el error… todos respiraban en equilibrio. Pero había uno que nadie había cruzado. Uno que no aparecía en los mapas del Consejo. Uno que ni Lyra, en su forma dispersa, había nombrado.
Aelira lo llamó el plano del origen no elegido.
—No es donde todo comenzó —explicó—. Es donde todo pudo haber comenzado… pero no lo hizo.
Thalen frunció el ceño. —¿Y cómo lo cruzamos si no existe?
Eira respondió. —Si no existe… debemos soñarlo.
Solan encendió una llama. —Si no arde… debemos encenderlo.
Neris proyectó una sombra. —Si no teme… debemos abrazarlo.
Kael cerró los ojos. —Si no recuerda… debemos elegirlo.
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Aelira reunió a los aprendices en el centro del Santuario original. Las lunas compartidas se alinearon en forma de espiral. Las paredes líquidas comenzaron a evaporarse. Y el altar… se volvió semilla.
—Este Santuario no será construido —dijo—. Será sentido.
Cada aprendiz entregó una emoción:
- Neris entregó su culpa.
- Solan entregó su orgullo.
- Eira entregó su miedo.
- Thalen entregó su deseo.
- Kael entregó su amor.
Aelira los recibió.
Y el plano desconocido… se abrió.
No como portal.
Como latido.
*
El nuevo Santuario comenzó a formarse.
No tenía paredes.
Tenía pulsos.
No tenía puertas.
Tenía decisiones.
No tenía altar.
Tenía memoria compartida.
Las lunas compartidas se duplicaron. Una para cada emoción. Una para cada elección.
Y en el centro, Aelira.
No como heredera.
Como origen.
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El Consejo observaba desde los planos conocidos. Los líderes, ahora fusionados, temían lo que no podían controlar.
—Si cruzan —dijo el líder Solari—, no podremos protegerlos.
—Si no cruzan —respondió el líder Noctis—, no podrán evolucionar.
Los aprendices se reunieron.
—¿Cruzamos? —preguntó Thalen.
—¿Nos quedamos? —susurró Eira.
Kael miró a Aelira. —¿Y si no regresamos?
Aelira lo miró. —Entonces seremos el nuevo ciclo.
Lyra, desde su forma dispersa, susurró:
"No todos deben cruzar. Pero todos deben elegir."
*
Uno a uno, los aprendices decidieron.
- Neris cruzó. Su sombra se volvió luz.
- Solan cruzó. Su fuego se volvió canto.
- Eira cruzó. Su sueño se volvió mapa.
- Thalen cruzó. Su vuelo se volvió puente.
Kael dudó.
No por miedo.
Por memoria.
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Esa noche, Kael soñó con Lyra.
No como energía.
Como cuerpo.
Como voz.
Como elección.
Ella estaba sentada bajo una luna invertida. Su marca brillaba. Su sonrisa era suave.
—¿Debo cruzar? —preguntó Kael.
Lyra lo miró. —No por mí. Por ti.
—¿Y si te pierdo?
Lyra tocó su pecho. —Ya me llevas dentro. No puedes perderme. Solo puedes expandirme.
Kael lloró. —¿Y si el ciclo me rompe?
Lyra abrazó su alma. —Entonces lo reconstruiremos. Juntos. Aunque estemos en planos distintos.
Kael despertó.
Y cruzó.
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Al llegar al plano del origen no elegido, los aprendices sintieron algo distinto.
No magia.
No memoria.
Conciencia.
El nuevo Santuario los reconoció.
- Neris proyectó luz que curaba.
- Solan encendió fuego que enseñaba.
- Eira soñó con futuros que podían cambiarse.
- Thalen voló entre emociones, guiando a otros.
Kael caminó hacia Aelira.
—¿Y ahora?
Aelira sonrió. —Ahora… comenzamos el comienzo.
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El Santuario original se volvió constelación.
El Consejo se convirtió en red.
Lyra, desde todos los planos, susurraba en cada decisión.
Aelira, en el nuevo Santuario, abrió los ojos.
—Ya no soy ciclo.
Kael la miró. —¿Entonces qué eres?
Aelira respondió:
—Soy posibilidad.
Y en el cielo, una luna nueva apareció.
No compartida.
No invertida.
Una luna sin forma.
Porque el comienzo… aún está por elegirse.
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