El Santuario sin forma comenzó a desvanecerse.
No por destrucción.
Por evolución.
Las rutas emocionales que los aprendices habían creado se expandían más allá de los planos conocidos. Las lunas compartidas giraban en silencio, como si esperaran algo que aún no había sido sentido. Y en el centro, la luna sin forma comenzó a descomponerse en fragmentos de luz.
Aelira lo sintió primero.
—El ciclo está listo —dijo—. Pero necesita un espacio que aún no existe.
Kael la miró. Su vínculo, ahora legado compartido, vibraba con una frecuencia que no pertenecía a ningún plano. No era memoria. Era origen.
—¿Y cómo se crea lo que no existe?
Aelira respondió:
—Con lo que nunca se ha dicho.
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Los aprendices se reunieron en el borde del último plano conocido. Más allá, no había rutas. No había portales. No había tiempo.
Solo posibilidad.
Eira extendió su mano. —¿Y si lo soñamos?
Thalen abrió sus alas. —¿Y si lo volamos?
Solan encendió una llama. —¿Y si lo iluminamos?
Neris proyectó una sombra. —¿Y si lo recordamos… antes de que ocurra?
Kael cerró los ojos. —¿Y si lo elegimos… sin saber qué será?
Aelira caminó hacia el vacío.
—Entonces será real.
*
Al cruzar, el espacio no respondió.
No se formó.
No se transformó.
Esperó.
Porque este plano… necesitaba ser sentido antes de ser creado.
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Aelira se arrodilló en el centro del vacío.
—No construiremos con magia —dijo—. Construiremos con verdad.
Cada aprendiz entregó una emoción que nunca había compartido:
- Neris confesó que su sombra nació del abandono.
- Solan reveló que su fuego ardía por miedo a ser olvidado.
- Eira admitió que sus sueños eran refugio… no guía.
- Thalen aceptó que su vuelo era huida… no libertad.
- Kael dijo que su vínculo fue creado para no estar solo.
Aelira escuchó.
Y el vacío… comenzó a latir.
No como Santuario.
Como conciencia.
*
El plano que no existe comenzó a formarse.
- No tenía suelo. Tenía intención.
- No tenía cielo. Tenía deseo.
- No tenía límites. Tenía elección.
Cada emoción se convirtió en estructura.
Cada verdad, en raíz.
Cada silencio, en estrella.
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Aelira comenzó a desvanecerse.
No por pérdida.
Por entrega.
- Una parte de ella se convirtió en el suelo de Neris.
- Otra, en el fuego de Solan.
- Otra, en el cielo de Eira.
- Otra, en el viento de Thalen.
- Otra, en el pulso de Kael.
Kael lo notó.
—Estás desapareciendo —susurró.
Aelira lo miró. —Estoy convirtiéndome en lo que nunca fui: espacio para otros.
Kael tembló. —¿Y si nadie te recuerda?
Aelira sonrió. —Entonces seré lo que ocurre cuando el recuerdo no es necesario.
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Mientras el plano se estabilizaba, Kael sintió algo.
Una vibración.
Una voz.
Una historia.
No contada.
No escrita.
No soñada.
Lyra apareció en su mente. No como memoria. Como revelación.
—El ciclo no comenzó conmigo —dijo—. Comenzó con una decisión que nadie quiso tomar.
Kael preguntó: —¿Cuál?
Lyra respondió:
"La de crear sin miedo a perder."
Kael cayó de rodillas.
Porque entendió.
El ciclo no era magia.
Era coraje.
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El plano que no existe se convirtió en el plano que fue sentido.
Los aprendices se convirtieron en creadores.
Aelira, ahora parte de todo, dejó de ser figura.
Y se volvió origen.
Kael, al comprender el verdadero inicio, se convirtió en guardián de lo que aún no ha sido.
La luna sin forma se desintegró.
Y en su lugar, apareció una constelación.
No de estrellas.
De decisiones.
Porque el ciclo… nunca fue destino.
Fue elección.
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