El plano que no existe comenzó a respirar distinto.
No como espacio.
Como ritmo.
Las rutas emocionales que los aprendices habían creado vibraban con una cadencia que no pertenecía al presente. Las decisiones se entrelazaban con recuerdos que aún no habían ocurrido. Y en el centro, Kael comenzó a sentirlo.
No como vínculo.
Como desajuste.
—El tiempo está… escuchando —susurró.
Eira lo miró. —¿Escuchando qué?
Kael cerró los ojos. —Lo que aún no hemos dicho.
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El plano comenzó a mostrar signos de alteración.
- Neris caminó hacia una sombra… y vio a su yo futuro, convertido en guía de otros.
- Solan encendió una llama… y vio una versión de sí mismo que había renunciado a la magia.
- Eira soñó… y despertó en un jardín que aún no había sembrado.
- Thalen voló… y se encontró con un niño que decía ser su hijo.
Cada uno enfrentó una versión futura.
No como advertencia.
Como posibilidad.
Kael caminó hacia el centro del plano. El suelo se volvió líquido. El cielo, espejo. Y en él… vio a Lyra.
No como recuerdo.
Como futuro.
—¿Aún estás conmigo? —preguntó.
Lyra sonrió. —Estoy en lo que eliges. No en lo que recuerdas.
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Aelira, desde su forma dispersa, comenzó a hablar a través de las rutas.
—El ciclo está tocando el tiempo —dijo—. Pero no para controlarlo. Para comprenderlo.
Kael sintió que su legado vibraba con fuerza.
—¿Qué debo hacer?
Aelira respondió:
—Convertirte en guardián. No del tiempo. Del no tiempo.
Kael frunció el ceño. —¿Qué es eso?
Aelira susurró:
"Es el espacio entre lo que fue… y lo que podría ser."
*
Kael se arrodilló en el centro del plano.
Las rutas se conectaron a su cuerpo.
Las emociones se entrelazaron con su memoria.
Y el tiempo… dejó de avanzar.
No se detuvo.
Se volvió elección.
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Cada aprendiz fue llamado por una ruta distinta.
- Neris caminó hacia una sombra que la llamaba “madre”.
- Solan encendió una llama que lo acusaba de haber olvidado quién era.
- Eira soñó con un mundo donde los sueños eran controlados por otros.
- Thalen voló hacia un cielo donde nadie recordaba su nombre.
Cada uno enfrentó una pregunta:
—¿Qué harás si tu futuro no te reconoce?
Las respuestas fueron distintas.
- Neris abrazó su sombra. —Entonces lo enseñaré a recordarme.
- Solan apagó su llama. —Entonces encenderé otra.
- Eira despertó. —Entonces soñaré distinto.
- Thalen descendió. —Entonces volaré más bajo… pero más cerca.
Kael los observó.
Y el plano… se estabilizó.
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Desde su forma dispersa, Aelira comenzó a reunir sus fragmentos.
No para volver.
Para guiar.
—Hay un origen que aún no hemos tocado —dijo—. Uno que no está en el pasado. Ni en el futuro. Está en el no tiempo.
Kael se acercó. —¿Y cómo lo cruzamos?
Aelira respondió:
—Con lo que nunca hemos sentido.
Los aprendices se reunieron.
Cada uno entregó una emoción que nunca había sido nombrada.
- Neris entregó su ternura.
- Solan, su vulnerabilidad.
- Eira, su deseo de ser vista.
- Thalen, su miedo a ser olvidado.
- Kael, su amor sin forma.
Aelira los recibió.
Y el plano… se abrió.
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El plano del no tiempo se convirtió en puerta.
Los aprendices se convirtieron en guardianes de lo que aún no ha sido.
Kael, al aceptar su rol, se volvió brújula emocional.
Aelira, desde todos los fragmentos, susurró:
"El ciclo no termina. Se transforma. Y mientras alguien elija… el tiempo será emoción."
La luna sin forma brilló una última vez.
Y en su centro… apareció una palabra.
“Sentir.”
Porque el origen absoluto… no es historia.
Es presencia.
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