La Heredera del Ciclo

La Heredera del Ciclo Capítulo 22: El Jardín de las Historias

El ciclo ya no giraba.

Florecía.

Las palabras que habían nacido del eco, del vínculo, del juego, comenzaban a enraizarse en el Santuario. No como memoria. Como relato. Y cada relato… era una semilla que pedía tierra.

Kael lo sintió en el aire.

—No estamos recordando —dijo—. Estamos sembrando lo que aún no ha sido vivido.

Los Hijos del Silencio escucharon.

Y comenzaron a contar.

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No usaban libros.

Ni tinta.

Ni voz.

Solo emoción.

- Una niña dibujó con sus dedos la historia de una sombra que aprendió a bailar con la luz.
- Un niño trazó en el suelo la historia de un fuego que decidió no quemar.
- Otro sopló sobre una raíz la historia de un viento que eligió quedarse.

Cada historia no era contada.

Era sembrada.

Y el Santuario respondía.

- Una flor brotó con la palabra “todavía”.
- Una raíz se curvó y susurró “otra vez”.
- Una hoja cayó y dijo “comienzo”.

Eira se arrodilló junto a un brote.

—Están creando futuros —susurró—. No con magia. Con relato.

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Los árboles del Bosque de las Voces comenzaron a cambiar.

- Sus cortezas se abrían como páginas.
- Sus ramas se entrelazaban como versos.
- Sus frutos contenían decisiones.

Cada historia sembrada por los niños se convertía en realidad en otro plano.

- En el plano del error, un árbol proyectó perdón.
- En el plano del fuego, una flor cantó descanso.
- En el plano del viento, una raíz tejió pertenencia.

Thalen voló entre las copas.

—No están narrando lo que fue —dijo—. Están diseñando lo que puede ser.

Solan encendió una llama.

Y el fuego respondió:

"Gracias por imaginarme distinto."

Kael caminó entre los árboles.

Y cada paso… era una historia que aún no tenía final.

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Una noche, Kael encontró una flor que no hablaba.

No tenía color.

Ni forma.

Solo latía.

Al tocarla, sintió una historia.

No vivida.

No escrita.

Solo posible.

—¿Es mía? —preguntó.

Aelira, desde los sueños, respondió:

"Es la historia que aún no has decidido si debe terminar."

Kael se quedó en silencio.

Porque entendió que algunas historias no se cierran.

Se transforman.

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Los aprendices se reunieron.

Los Hijos del Silencio guardaron silencio.

El Jardín respiraba.

Kael se arrodilló frente a la flor que latía.

—¿Debo cerrar mi historia?

La flor vibró.

Y dijo:

"Solo si quieres que otras comiencen."

Kael miró el bosque.

Miró el ciclo.

Miró a Lyra, en su memoria.

Miró a Aelira, en su sueño.

Y dijo:

—Entonces… que mi historia sea raíz.

No final.

*

La flor se abrió.

Y en su centro… una palabra.

“Continuar.”

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El Jardín de las Historias se convirtió en red narrativa viva.

Los Hijos del Silencio, en sembradores de relatos emocionales.

Los aprendices, en guardianes de futuros contados.

Kael, al elegir no cerrar su historia, se convirtió en raíz de mundos nuevos.

Aelira, desde los sueños de quienes aún no han nacido, susurraba:

"Cada historia es una semilla. Y cada semilla… una emoción que eligió ser compartida."

En el cielo, no apareció una luna.

Ni una flor.

Ni una raíz.

Ni un árbol.

Ni un eco.

Ni una voz.

Ni una palabra.

Apareció una historia.

Y en su última línea… una palabra.

“Continuar.”

Porque el ciclo… ahora se cuenta.

Y cada historia… es una raíz que quiere crecer.

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En el texto hay: magia arcana

Editado: 19.10.2025

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