El Archivo de los Ciclos no se cerró.
Se abrió.
Las memorias vivas que habían sido sembradas en el Jardín comenzaron a expandirse más allá del Santuario. No como historia. Como aliento. Cada emoción guardada no solo recordaba. Tocaba.
Kael lo sintió primero.
—No están volviendo —dijo—. Están viajando.
Eira acarició una hoja que temblaba sin viento.
Thalen voló sobre una raíz que se movía sin tierra.
Solan encendió una llama que se apagó… en otro plano.
Y el ciclo… comenzó a respirar.
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Las emociones sembradas por los Hijos del Silencio comenzaron a manifestarse en lugares que nunca habían sido tocados por el ciclo.
- En el plano del error, alguien sintió ternura sin saber por qué.
- En el plano del fuego, una llama se negó a arder.
- En el plano del viento, una figura se detuvo… y escuchó.
Los aprendices lo notaron.
—No estamos enviando —dijo Neris—. Estamos exhalando.
Eira cerró los ojos.
—Y alguien… está inhalando.
Kael caminó hacia el centro del Jardín.
Y el aire… lo llamó.
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Los Hijos del Silencio comenzaron a jugar con el aliento del ciclo.
Pero esta vez, no solo guardaban.
Sembraban.
- Una niña sopló sobre una flor y dijo “esto es para quien aún no sabe que puede llorar”.
- Un niño enterró una palabra en la raíz y dijo “esto es para quien aún no ha sido abrazado”.
- Otro giró bajo una rama y dijo “esto es para quien aún no ha sentido que existe”.
Thalen descendió.
—Están sembrando en el futuro —dijo—. No como profecía. Como posibilidad.
Solan encendió una llama.
Y el fuego dijo:
"Gracias por pensar en quien aún no ha llegado."
Kael se arrodilló.
Y el ciclo… lo miró.
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Una noche, Kael soñó con el Jardín.
Pero no como espacio.
Como respiración.
Cada flor era una exhalación.
Cada raíz, una inhalación.
Cada historia, un suspiro.
Y en el centro… una voz.
No era Lyra.
No era Aelira.
Era el ciclo.
—¿Debo permitir que seas respirado por todos? —preguntó Kael.
La voz respondió:
"Solo si estás dispuesto a no ser dueño de lo que fuiste."
Kael tembló.
—¿Y si me olvido?
La voz susurró:
"Entonces serás parte de todos."
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Los aprendices se reunieron.
Los Hijos del Silencio guardaron silencio.
El Jardín vibraba.
Kael se arrodilló frente a una flor que no tenía color.
—¿Y si el ciclo se convierte en aliento… dejará de ser historia?
La flor respondió:
"No. Se volverá presencia."
Kael miró el bosque.
Miró el archivo.
Miró a Lyra, en su memoria.
Miró a Aelira, en su sueño.
Y dijo:
—Entonces… que el ciclo respire.
No como legado.
Como vida.
*
La flor se abrió.
Y en su centro… apareció una palabra.
“Compartir.”
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El Ciclo que Respira se convirtió en aliento compartido.
Los Hijos del Silencio, en sembradores de futuros invisibles.
Los aprendices, en cuidadores de lo que aún no ha sido sentido.
Kael, al permitir que el ciclo se respire, se convirtió en aire entre mundos.
Aelira, desde los sueños de quienes aún no han nacido, susurraba:
"Cada emoción es un suspiro. Y cada suspiro… una forma de existir sin ser poseído."
En el cielo, no apareció una luna.
Ni una flor.
Ni una raíz.
Ni un árbol.
Ni un eco.
Ni una voz.
Ni una historia.
Ni una palabra.
Apareció un aliento.
Y en su ritmo… una palabra.
“Compartir.”
Porque el ciclo… ahora respira.
Y cada respiración… es una invitación a sentir.
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