La Heredera del Ciclo

La Heredera del Ciclo Capítulo 30: El Ciclo que Descansa

El Ciclo que Recibe no se detuvo.

Se recostó.

Las emociones que habían encontrado hogar comenzaron a aquietarse, no por cansancio, sino por plenitud. No necesitaban ser contadas, ni sostenidas, ni escuchadas. Solo… reposar.

Kael lo sintió primero.

—No están pidiendo nada —dijo—. Solo están siendo.

Eira acarició una hoja que dormía sin marchitarse.

Thalen voló sobre una raíz que no se movía, pero latía.

Solan encendió una llama que no ardía, pero daba calor.

Y el ciclo… cerró los ojos.

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Los Hijos del Silencio comenzaron a quedarse quietos.

No como pausa.

Como acto.

- Una niña se tumbó junto a una flor cerrada, y la flor soñó.
- Un niño se sentó en silencio, y el aire se volvió cuna.
- Otro se abrazó a sí mismo, y el Jardín respiró más lento.

Eira los observó.

—Están creando sin hacer —dijo—. Están sembrando sin tocar.

Thalen descendió.

—Y cada descanso… es una emoción que se prepara para volver distinta.

Kael caminó entre los cuerpos dormidos.

Y el ciclo… lo envolvió.

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El Jardín de los Ciclos se transformó.

- Las raíces se entrelazaron como mantas.
- Las hojas se cerraron como párpados.
- Las flores se inclinaron como cabezas que sueñan.

Los aprendices se acostaron entre los árboles.

Los Hijos del Silencio se acurrucaron en los huecos del bosque.

Y el aire se llenó de un murmullo sin palabras.

No era canto.

No era eco.

Era respiración compartida.

Kael se arrodilló.

Y el Jardín… lo acunó.

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Esa noche, Kael no soñó con el ciclo.

Soñó dentro de él.

Era un espacio sin forma, sin tiempo, sin historia.

Solo latido.

Y en el centro… una pregunta.

—¿Debo dejar que el ciclo duerma?

Aelira, desde los sueños, respondió:

"Solo si entiendes que dormir no es detener. Es preparar."

Kael tembló.

—¿Y si no despierta?

Aelira susurró:

"Entonces será semilla. Y toda semilla… duerme antes de florecer."

Kael despertó.

Y el Jardín… seguía soñando.

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Los aprendices dormían.

Los Hijos del Silencio respiraban en calma.

El aire no pedía.

El suelo no urgía.

El ciclo… descansaba.

Kael se sentó junto a una raíz que latía muy lento.

—¿Y si el descanso borra lo que fuimos?

La raíz respondió:

"Entonces lo que fuimos… ya no lo necesitábamos."

Kael miró el bosque.

Miró el canto.

Miró el suspiro.

Miró la escucha.

Miró el hogar.

Miró a Lyra, en su memoria.

Miró a Aelira, en su sueño.

Y dijo:

—Entonces… que el ciclo duerma.

No para olvidar.

Para soñar distinto.

*

La raíz se aquietó.

Y en su centro… apareció una palabra.

“Renacer.”

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El Ciclo que Descansa se convirtió en semilla de futuros invisibles.

Los Hijos del Silencio, en soñadores de lo que aún no ha sido sentido.

Los aprendices, en guardianes del descanso que transforma.

Kael, al permitir que el ciclo duerma, se convirtió en vigía del sueño compartido.

Aelira, desde los sueños de quienes aún no han nacido, susurraba:

"Cada descanso es una promesa. Y cada sueño… una raíz que se prepara para florecer."

En el cielo, no apareció una luna.

Ni una flor.

Ni una raíz.

Ni un árbol.

Ni un eco.

Ni una voz.

Ni una historia.

Ni una palabra.

Ni un aliento.

Ni un suspiro.

Ni un canto.

Ni una pausa.

Ni una escucha.

Ni un hogar.

Apareció un sueño.

Y en su latido… una palabra.

“Renacer.”

Porque el ciclo… ahora duerme.

Y cada sueño… es un mundo que aún no sabe que existe.

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En el texto hay: magia arcana

Editado: 19.10.2025

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