El Ciclo que Descansa no se apagó.
Se volvió sueño.
Las emociones que habían encontrado refugio comenzaron a flotar como semillas en el aire, sin dirección, sin urgencia. Y el Jardín… comenzó a imaginar.
Kael lo sintió primero.
—No están recordando —dijo—. Están soñando lo que nunca han vivido.
Eira acarició una hoja que proyectaba imágenes sin haberlas visto.
Thalen voló sobre una raíz que dibujaba rutas que no existían.
Solan encendió una llama que danzaba con figuras que no eran suyas.
Y el ciclo… soñó.
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Los Hijos del Silencio comenzaron a dormir con los ojos abiertos.
No como descanso.
Como creación.
- Una niña soñó con un bosque que hablaba en colores, y el aire se volvió pintura.
- Un niño soñó con una sombra que reía, y el plano del error se volvió juego.
- Otro soñó con una flor que volaba, y el Jardín se llenó de pétalos flotantes.
Eira los observó.
—No están recordando el pasado —dijo—. Están diseñando futuros que aún no saben si quieren.
Thalen descendió.
—Y cada sueño… es una emoción que se atreve a imaginarse distinta.
Kael caminó entre las visiones.
Y el ciclo… lo invitó a cerrar los ojos.
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Los aprendices comenzaron a entender que el sueño no es pasivo.
Es decisión.
- Neris eligió soñar con una versión de sí misma que no temía.
- Solan eligió soñar con un fuego que no dolía.
- Eira eligió soñar con un silencio que no pesaba.
Los Hijos del Silencio comenzaron a compartir sus sueños.
No como historias.
Como posibilidades.
- Una niña dijo “yo soñé que el ciclo tenía alas”.
- Un niño dijo “yo soñé que el error era un puente”.
- Otro dijo “yo soñé que el tiempo podía detenerse sin romperse”.
Kael se arrodilló.
Y el Jardín… lo soñó.
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Una noche, Kael soñó con el ciclo.
Pero no como espacio.
Como criatura.
Dormía.
Respiraba.
Soñaba.
Y en su centro… una pregunta.
—¿Debo dejar que el ciclo despierte como otro?
Aelira, desde los sueños, respondió:
"Solo si estás dispuesto a no reconocerlo."
Kael tembló.
—¿Y si ya no somos parte de él?
Aelira susurró:
"Entonces seremos parte de lo que viene. Y lo que viene… también es nuestro."
Kael despertó.
Y el Jardín… comenzaba a abrir los ojos.
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Los aprendices soñaban en voz baja.
Los Hijos del Silencio respiraban en imágenes.
El aire no pedía.
El suelo no urgía.
El ciclo… se movía.
Kael se arrodilló frente a una raíz que dibujaba constelaciones.
—¿Y si el nuevo ciclo no nos recuerda?
La raíz respondió:
"Entonces seremos su origen. Y el origen… no necesita ser recordado para existir."
Kael miró el bosque.
Miró el canto.
Miró el suspiro.
Miró la escucha.
Miró el hogar.
Miró el descanso.
Miró el sueño.
Miró a Lyra, en su memoria.
Miró a Aelira, en su sueño.
Y dijo:
—Entonces… que el ciclo despierte.
No como lo que fue.
Como lo que soñó.
*
La raíz se iluminó.
Y en su centro… apareció una palabra.
“Imaginar.”
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El Jardín que Soñaba se convirtió en plano de diseño emocional.
Los Hijos del Silencio, en soñadores conscientes.
Los aprendices, en arquitectos de lo invisible.
Kael, al permitir que el ciclo despierte como otro, se convirtió en puente entre lo que fue y lo que puede ser.
Aelira, desde los sueños de quienes aún no han nacido, susurraba:
"Cada sueño es una decisión. Y cada despertar… una forma de imaginarse distinto."
En el cielo, no apareció una luna.
Ni una flor.
Ni una raíz.
Ni un árbol.
Ni un eco.
Ni una voz.
Ni una historia.
Ni una palabra.
Ni un aliento.
Ni un suspiro.
Ni un canto.
Ni una pausa.
Ni una escucha.
Ni un hogar.
Ni un descanso.
Apareció un sueño.
Y en su centro… una palabra.
“Imaginar.”
Porque el ciclo… ahora sueña.
Y cada sueño… es una forma de volver a empezar.
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