El Ciclo que Despierta no se quedó quieto.
Se puso de pie.
Las formas soñadas comenzaron a moverse, no como ecos del pasado, sino como decisiones del ahora. El Jardín ya no era un lugar. Era un trayecto. Y cada paso… era una elección.
Kael lo sintió primero.
—No estamos recorriendo un camino —dijo—. Lo estamos creando al caminarlo.
Eira pisó una hoja que se volvió puente.
Thalen voló bajo, y el aire se curvó para sostenerlo.
Solan caminó entre raíces, y ellas se apartaron para dejarlo pasar.
Y el ciclo… avanzó.
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Los Hijos del Silencio comenzaron a moverse.
Pero esta vez, no para llegar.
Para transformar.
- Una niña caminó hacia un claro, y el claro se volvió bosque.
- Un niño giró sobre sí mismo, y el suelo se volvió espiral.
- Otro saltó sin miedo, y el aire se volvió escalera.
Eira los observó.
—No están siguiendo un mapa —dijo—. Están dibujando el mundo con sus pasos.
Thalen descendió.
—Y cada movimiento… es una emoción que se atreve a existir sin destino.
Kael caminó entre los senderos que nacían bajo sus pies.
Y el ciclo… lo acompañó.
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Los aprendices comenzaron a notar que no todos los pasos eran iguales.
Algunos creaban.
Otros borraban.
- Neris caminó con duda, y el Jardín se volvió niebla.
- Solan caminó con rabia, y el fuego brotó sin control.
- Eira caminó con ternura, y el aire se llenó de flores.
Los Hijos del Silencio aprendieron a detenerse.
A escuchar antes de avanzar.
A sentir antes de decidir.
- Una niña se quedó quieta, y el mundo esperó con ella.
- Un niño retrocedió, y el Jardín recordó.
- Otro giró en silencio, y el ciclo se reconfiguró.
Kael se detuvo.
Y el Jardín… respiró con él.
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Una noche, Kael soñó con el ciclo.
Pero no como jardín.
Como sendero.
No tenía principio.
Ni final.
Solo presente.
Y en su centro… una pregunta.
—¿Debo permitir que el ciclo avance sin destino?
Aelira, desde los sueños, respondió:
"Solo si estás dispuesto a confiar en lo que aún no existe."
Kael tembló.
—¿Y si nos perdemos?
Aelira susurró:
"Entonces encontraremos lo que no sabíamos que buscábamos."
Kael despertó.
Y el Jardín… lo invitó a dar un paso.
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Los aprendices caminaban con intención.
Los Hijos del Silencio danzaban con el suelo.
El aire no guiaba.
El suelo no corregía.
El ciclo… respondía.
Kael se arrodilló frente a una raíz que se movía con él.
—¿Y si el ciclo nunca llega?
La raíz respondió:
"Entonces el ciclo será camino. Y el camino… es llegar mientras se anda."
Kael miró el bosque.
Miró el canto.
Miró el suspiro.
Miró la escucha.
Miró el hogar.
Miró el descanso.
Miró el sueño.
Miró el despertar.
Miró el paso.
Miró a Lyra, en su memoria.
Miró a Aelira, en su sueño.
Y dijo:
—Entonces… que el ciclo camine.
No para llegar.
Para ser.
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La raíz se iluminó.
Y en su centro… apareció una palabra.
“Andar.”
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El Ciclo que Camina se convirtió en trayecto vivo.
Los Hijos del Silencio, en pasos que crean.
Los aprendices, en coreógrafos del presente.
Kael, al permitir que el ciclo avance sin destino, se convirtió en movimiento que transforma.
Aelira, desde los sueños de quienes aún no han nacido, susurraba:
"Cada paso es una emoción que eligió no esperar. Y cada camino… una forma de existir sin meta."
En el cielo, no apareció una luna.
Ni una flor.
Ni una raíz.
Ni un árbol.
Ni un eco.
Ni una voz.
Ni una historia.
Ni una palabra.
Ni un aliento.
Ni un suspiro.
Ni un canto.
Ni una pausa.
Ni una escucha.
Ni un hogar.
Ni un descanso.
Ni un sueño.
Ni un despertar.
Apareció un paso.
Y en su huella… una palabra.
“Andar.”
Porque el ciclo… ahora camina.
Y cada paso… es una emoción que eligió avanzar.
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