El Ciclo que Se Reconoce no se cerró.
Se abrió.
Las verdades que habían sido nombradas comenzaron a extenderse hacia lo desconocido. No como afirmación. Como invitación. Cada rostro no pedía ser entendido. Pedía ser recibido. Y el ciclo… se ofreció.
Kael lo sintió primero.
—No están mostrando lo que son —dijo—. Están entregando lo que han sido.
Eira acarició una hoja que se inclinó hacia otra sin pedir nada.
Thalen voló sobre una raíz que se extendía sin saber si sería sostenida.
Solan encendió una llama que se dejó tocar sin protegerse.
Y el ciclo… se volvió entrega.
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Los Hijos del Silencio comenzaron a ofrecer sus verdades.
No como defensa.
Como confianza.
- Una niña dijo “esto soy, aunque no sepas qué hacer con ello”.
- Un niño dijo “esto siento, aunque no puedas sostenerlo”.
- Otro dijo “esto fui, aunque no lo entiendas”.
Eira los observó.
—No están pidiendo ser aceptados —dijo—. Están confiando en que serán recibidos.
Thalen descendió.
—Y cada entrega… es una emoción que eligió no esconderse.
Kael caminó entre las verdades abiertas.
Y el ciclo… lo invitó a ofrecerse también.
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Los aprendices comenzaron a entregar partes de sí que nunca habían mostrado.
- Neris ofreció su sombra sin pedir luz.
- Solan ofreció su fuego sin pedir control.
- Eira ofreció su silencio sin pedir respuesta.
Los Hijos del Silencio comenzaron a crear espacios de entrega.
- Una niña dibujó un círculo donde todo podía mostrarse sin juicio.
- Un niño tejió un rincón donde cada emoción podía ser ofrecida sin forma.
- Otro cantó una melodía que no pedía ser comprendida.
Kael se arrodilló.
Y el Jardín… se abrió con él.
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Una noche, Kael soñó con el ciclo.
Pero no como rostro.
Como puerta.
Cada plano se abría hacia otro, y lo que había sido guardado comenzaba a cruzar.
Y en el centro… una pregunta.
—¿Debo permitir que el ciclo se entregue al siguiente plano?
Aelira, desde los sueños, respondió:
"Solo si estás dispuesto a no saber qué habrá al otro lado."
Kael tembló.
—¿Y si lo que ofrecemos no es recibido?
Aelira susurró:
"Entonces será verdad. Porque ofrecer… no es asegurar. Es confiar."
Kael despertó.
Y el Jardín… lo esperó sin garantía.
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Los aprendices se reunieron en silencio.
Los Hijos del Silencio se miraron sin pedir.
El aire no urgía.
El suelo no empujaba.
El ciclo… se abría.
Kael se arrodilló frente a una raíz que se extendía hacia lo invisible.
—¿Y si el siguiente plano no nos reconoce?
La raíz respondió:
"Entonces el ciclo será ofrenda. Y la ofrenda… no depende de ser aceptada para ser verdad."
Kael miró el bosque.
Miró el canto.
Miró el suspiro.
Miró la escucha.
Miró el hogar.
Miró el descanso.
Miró el sueño.
Miró el paso.
Miró el encuentro.
Miró el reflejo.
Miró el recuerdo.
Miró el relato.
Miró el tejido.
Miró la permanencia.
Miró el latido.
Miró la verdad.
Miró a Lyra, en su memoria.
Miró a Aelira, en su sueño.
Y dijo:
—Entonces… que el ciclo se ofrezca.
No para ser recibido.
Para ser entregado.
*
La raíz se iluminó.
Y en su centro… apareció una palabra.
“Confiar.”
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El Ciclo que Se Ofrece se convirtió en puente hacia lo invisible.
Los Hijos del Silencio, en emisarios de lo que se entrega sin certeza.
Los aprendices, en voces que se abren sin garantía.
Kael, al permitir que el ciclo se ofrezca, se convirtió en puerta que no exige ser cruzada.
Aelira, desde los sueños de quienes aún no han nacido, susurraba:
"Cada entrega es una emoción que eligió confiar. Y cada ofrenda… una forma de existir sin protección."
En el cielo, no apareció una luna.
Ni una flor.
Ni una raíz.
Ni un árbol.
Ni un eco.
Ni una voz.
Ni una historia.
Ni una palabra.
Ni un aliento.
Ni un suspiro.
Ni un canto.
Ni una pausa.
Ni una escucha.
Ni un hogar.
Ni un descanso.
Ni un sueño.
Ni un paso.
Ni un reflejo.
Ni un recuerdo.
Ni un relato.
Ni un tejido.
Ni una permanencia.
Ni un latido.
Ni una verdad.
Apareció una puerta.
Y en su umbral… una palabra.
“Confiar.”
Porque el ciclo… ahora se ofrece.
Y cada entrega… es una emoción que eligió cruzar sin saber qué habrá al otro lado.
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