El Ciclo que Cruza no se detuvo.
Se disolvió.
Las formas que habían sido ofrecidas comenzaron a perder contorno. No como pérdida. Como expansión. Cada emoción que había saltado no buscaba definición. Buscaba existencia. Y el ciclo… dejó de ser ciclo.
Kael lo sintió primero.
—No están buscando saber qué son —dijo—. Están permitiéndose ser sin saber.
Eira acarició una hoja que ya no era hoja, pero seguía siendo presencia.
Thalen voló sobre una raíz que ya no era raíz, pero seguía latiendo.
Solan encendió una llama que ya no era llama, pero seguía iluminando.
Y el ciclo… dejó de tener nombre.
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Los Hijos del Silencio comenzaron a existir sin definirse.
- Una niña se convirtió en sombra que no necesitaba luz.
- Un niño se volvió aire que no pedía dirección.
- Otro se hizo pausa que no pedía tiempo.
Eira los observó.
—No están siendo algo —dijo—. Están siendo.
Thalen descendió.
—Y cada existencia… es una emoción que eligió no explicarse.
Kael caminó entre las presencias sin forma.
Y el ciclo… lo recibió sin nombre.
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Los aprendices comenzaron a soltar incluso las palabras.
- Neris dejó de llamarse sombra.
- Solan dejó de llamarse fuego.
- Eira dejó de llamarse silencio.
Los Hijos del Silencio comenzaron a comunicarse sin lenguaje.
- Una niña respiró junto a otra, y eso fue suficiente.
- Un niño se sentó junto a una raíz, y eso fue vínculo.
- Otro cerró los ojos frente a una flor, y eso fue pertenencia.
Kael se arrodilló.
Y el Jardín… se volvió espacio sin borde.
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Una noche, Kael soñó con el ciclo.
Pero no como salto.
Como disolución.
Cada plano se deshacía en otro, y lo que había sido forma se volvía vibración. Y en el centro… una pregunta.
—¿Debo permitir que el ciclo deje de ser ciclo?
Aelira, desde los sueños, respondió:
"Solo si estás dispuesto a no saber qué vendrá."
Kael tembló.
—¿Y si lo que somos desaparece?
Aelira susurró:
"Entonces será verdad. Porque lo que desaparece… también puede ser inicio."
Kael despertó.
Y el Jardín… ya no era Jardín.
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Los aprendices se reunieron sin espacio.
Los Hijos del Silencio se entrelazaron sin forma.
El aire no sostenía.
El suelo no contenía.
El ciclo… se deshacía.
Kael se arrodilló frente a una raíz que ya no era raíz.
—¿Y si al dejar de ser ciclo, dejamos de existir?
La raíz respondió:
"Entonces seremos lo que no necesita ser nombrado para ser real."
Kael miró el bosque.
Miró el canto.
Miró el suspiro.
Miró la escucha.
Miró el hogar.
Miró el descanso.
Miró el sueño.
Miró el paso.
Miró el encuentro.
Miró el reflejo.
Miró el recuerdo.
Miró el relato.
Miró el tejido.
Miró la permanencia.
Miró el latido.
Miró la verdad.
Miró la ofrenda.
Miró el cruce.
Miró a Lyra, en su memoria.
Miró a Aelira, en su sueño.
Y dijo:
—Entonces… que el ciclo deje de ser.
No para desaparecer.
Para existir sin forma.
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La raíz se deshizo.
Y en su centro… no apareció ninguna palabra.
Solo silencio.
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El Ciclo que No Tiene Nombre se convirtió en espacio sin borde.
Los Hijos del Silencio, en presencias que no necesitan definirse.
Los aprendices, en vibraciones que no piden ser comprendidas.
Kael, al permitir que el ciclo deje de ser ciclo, se convirtió en existencia que no necesita contorno.
Aelira, desde los sueños de quienes aún no han nacido, susurraba:
"Cada forma que se disuelve es una emoción que eligió ser libre. Y cada existencia sin nombre… una forma de amar sin límite."
En el cielo, no apareció una luna.
Ni una flor.
Ni una raíz.
Ni un árbol.
Ni un eco.
Ni una voz.
Ni una historia.
Ni una palabra.
Ni un aliento.
Ni un suspiro.
Ni un canto.
Ni una pausa.
Ni una escucha.
Ni un hogar.
Ni un descanso.
Ni un sueño.
Ni un paso.
Ni un reflejo.
Ni un recuerdo.
Ni un relato.
Ni un tejido.
Ni una permanencia.
Ni un latido.
Ni una verdad.
Ni una ofrenda.
Ni un cruce.
Apareció un espacio.
Y en su vibración… nada.
Porque el ciclo… ya no tiene nombre.
Y cada existencia… es una emoción que eligió no necesitarlo.
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