La Heredera del Fuego

006

Había pasado un mes y medio desde que la joven cayó del cielo y alteró la rutina de Leo. Tres semanas desde que despertó y preguntó quién era. El bosque, silencioso y paciente, comenzó a responderle sin necesidad de palabras.

Aerlyss se movía entre los árboles con seguridad, como si los conociera de toda la vida. El viento la rozaba, las raíces parecían apartarse al paso. No era magia visible, sino algo más simple: conexión. Se arrodillaba entre los helechos, escuchaba el latido de la tierra y, al cerrar los ojos, sentía que el bosque le hablaba. Con recuerdos guardados.

Esa mañana jugaba junto al río, lanzando piedras planas y sonriendo. Corría descalza, trepaba troncos caídos con agilidad. A veces reía sola, otras murmuraba palabras que no entendía. El bosque la aceptaba, y eso era suficiente.

Leo barría la entrada de la cabaña con una escoba improvisada, más por rutina que por necesidad. No la había visto desde la mañana. Tenía el pecho apretado por una ansiedad que no podía explicar. Pensó que era más fácil cuando ella estaba inconsciente, pero se arrepintió enseguida. Ahora que reía y vivía, tenía miedo de perderla.

El ruido de ruedas lo sacó de sus pensamientos. Un auto frenó frente a la cabaña. Leo frunció el ceño. Solo esperaba a una persona sin avisar.

—¡Sorpresa! —gritó Elian, bajando por la ventana del auto con poca gracia.

—Dime que trajiste comida —dijo Leo primero.

—Traemos una intervención —respondió Dorian, bajando con una caja de empanadas y expresión seria.

La madre de Leo salió del auto con calma, como si una tormenta se acercara. Su cabello blanco estaba recogido en un moño, sus ojos grises miraban fijo a Leo, como si pudiera leerlo. Vestía su chaqueta beige habitual y unos lentes que brillaban justo antes de decir algo incómodo.

—¿Y bien? ¿Dónde está la chica envuelta en fuego? —preguntó con ironía.

—No está. Salió a explorar —respondió Leo, incómodo.

—Claro, porque las mujeres envueltas en fuego suelen salir a recolectar hongos —dijo Elian en tono burlón.

—O a comprar shampoo celestial —añadió Dorian.

Leo los miró con molestia.

—¡Basta! No estoy loco.

—Hermano... llevas casi dos meses solo en un bosque, casi sin señal, hablando de una mujer que nadie ha visto. Eso tiene nombre: síntomas.

La madre miraba con preocupación, sin juzgar. Y algo más.

—Leo, ¿qué estás ocultando? ¿Qué pasó realmente?

Leo estaba a punto de responder cuando Aerlyss apareció entre los árboles. Su vestido improvisado se movía con el viento, sus ojos miel brillaban. Antes de que hablara, se detuvo y miró la escena: Leo tenso, rodeado.

No entendía todo, pero sabía que debía protegerlo.

—¡No lo toquen! —dijo en voz baja, aunque su cuerpo parecía arder.

Una brisa cálida rodeó la cabaña. Luego vino el calor, fuerte y denso.

Los ojos de Aerlyss brillaron como brasas y, sin que nadie supiera cómo, el fuego salió de sus manos. No era agresivo, sino defensivo. Como si la tierra respondiera.

Leo dio un paso atrás, por instinto. Pero el fuego no lo lastimó. Lo envolvió como una bufanda tibia. Su piel no ardía, pero sentía el calor en las costillas.

La madre y los gemelos retrocedieron, cubriéndose la cara. Elian gritó:

—¡Nos va a carbonizar! ¡Nos va a freír el cerebro!

Dorian se agachó tras un tronco:

—¡Me arrepiento de mis chistes! ¡Todos!

La madre, sin moverse, apretó los labios. La temperatura era casi insoportable.

—Aerlyss... soy yo —dijo Leo con voz baja y firme—. Está bien. Estoy bien. Mírame.

Ella giró la cabeza hacia él. El fuego vaciló y luego desapareció como humo. Cayó de rodillas, agotada. Leo corrió a sostenerla antes de que cayera. Temblaba, con los ojos cerrados y la respiración suave.

—Shh... estoy aquí —susurró Leo.

La acomodó con cuidado dentro de la cabaña, la arropó con una manta y la miró largo rato. ¿Quién era realmente?

—Mamá... —dijo Elian, asomándose con los ojos abiertos—. ¿Te suena esa cara?

Dorian ya tenía el celular en mano y tecleaba rápido.

—Aquí está... ¡Lo sabía! ¡Es ella!

Mostró la pantalla. La noticia decía: "La princesa Katheryn D'Lafonte extiende sus vacaciones reales dos meses más. Palacio guarda silencio."

La imagen era clara. La misma cara que ahora dormía en la cama de Leo.

La madre tragó saliva.

—Leo... ¿me vas a decir qué hiciste?

—Nada. Yo no... no la busqué. Ella cayó. Literalmente.

—¿La viste caer del cielo? —preguntó Elian, incrédulo.

—Sí... la encontré envuelta en fuego, tirada en el claro, inconsciente. No sabía ni su nombre.

—¿Y por qué no la llevaste a un hospital?

Leo bajó la mirada.



#1178 en Fantasía
#189 en Magia
#1756 en Otros
#299 en Acción

En el texto hay: princesa, fuego, boyslove

Editado: 07.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.