La Heredera del Fuego

009

La noche caía como un susurro sobre el bosque, dejando tras de sí una estela de azul profundo. En la cabaña, Katheryn dormía, enroscada entre mantas con la frente ligeramente perlada de sudor. El fuego de la chimenea ya se había consumido, pero un calor más antiguo latía en su pecho.

El collar.

Primero fue un cosquilleo, luego una punzada tibia, como si alguien encendiera una brasa directamente sobre su piel. La piedra dorada del collar parpadeó con insistencia, lanzando destellos suaves como latidos. Katheryn abrió los ojos de golpe, sentándose de inmediato. Llevó la mano al pecho, y el calor aumentó, casi urgente.

-¿Qué es esto...? -susurró.

El bosque afuera estaba quieto, pero el collar no mentía. Había algo. Una presencia, no exactamente cerca, pero sí... allí. A la distancia, acechando. Y aunque su cuerpo se tensó por instinto, el bosque no la dejó sola. El viento sopló hacia afuera. Las ramas crujieron, cerrando caminos invisibles. A lo lejos, un murmullo de animales se intensificó como si la naturaleza misma hablara: no estás sola.

Se levantó descalza, caminó hasta la ventana y colocó su mano contra el vidrio. Afuera, la negrura parecía tener ojos. Pero no sentía miedo. Su collar brillaba, pero no por temor: por advertencia. Había sido encontrada.

-Aún no estoy lista -dijo, apretando los labios-. Pero tampoco soy la misma niña caída del cielo.

Durante el día, se dedicó a caminar por el bosque. Las ardillas la seguían desde las ramas, un ciervo se dejó ver cerca, y una mariposa naranja la rodeó tres veces antes de posarse en su hombro. El bosque... respondía.

Decidió practicar. Frente al claro, extendió las manos. El fuego apareció, pero esta vez no ardía incontrolable. Se curvaba, giraba como un lazo cálido entre sus dedos. Luego lo dejó caer sobre una flor que acababa de brotar. Se asustó, dio un paso atrás. Pero la flor no se quemó. Cambió de color. Se tornó dorada, como si el fuego hubiera revelado su verdadero ser.

-Tú también escondías algo -susurró.

Esa noche, el silencio fue mayor. Se arropó desde los pies hasta la cabeza en su cama, como si eso pudiera esconder su fuego, su nombre, su linaje. Murmuró en voz baja:

-¿Dónde estás, Leo...? ¿Qué estás haciendo...? ¿También piensas en mí?

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Leo lo intentó.

Lo jura por la cicatriz en su ceja y por la primera vez que la vio flotando en llamas. Intentó dormir. Intentó desayunar. Intentó vivir. Pero el primer día sin ella fue como una camisa apretada que no podía quitarse. Y cuando el sol entró por la ventana, se quedó tirado boca abajo en su cama, gruñendo en voz baja:

-No voy. No pienso trabajar hoy. Ni mañana. Ni nunca. Estoy emocionalmente descompuesto.

Desde la habitación contigua, los gemelos escuchaban con las orejas pegadas a un vaso contra la pared.

-¿Está llorando? -susurró Elian.

-No. Solo está... gimiendo con dignidad -respondió Dorian.

-¿Crees que extraña a Aerlyss...?

-Como si le hubieran quitado el wifi.

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Al poco rato, Leo bajó arrastrando los pies. Llevaba la misma camiseta del día anterior y un mechón rebelde le caía sobre los ojos. Se cortó pelando papas. Tres veces. Su madre lo observaba desde la cocina, y finalmente estalló:

-¡Leo D'Argent! ¡Tienes fuego en las venas por esa muchacha y ni siquiera puedes encender la estufa sin distraerte!

-No estoy distraído. Estoy... conectado espiritualmente a la tristeza.

-¡Estás conectado a la tontería! ¡Y ustedes dos! -miró a los gemelos, que intentaban escapar- ¡Ni se les ocurra seguirlo en esa miseria romántica!

-Tarde -murmuró Dorian.

El día siguió lento. Leo fue a trabajar con su tío herrero. Golpeó mal una plancha y se quemó el antebrazo. Se distrajo con el martillo en la mano. Vio una llama leve salir de su palma. Solo por un segundo.

-¿Lo imaginé...? -susurró.

---

Días después, los gemelos lo esperaban con una caja de dulces.

-¡Hermano! Ya han pasado tres días. ¿Alguna carta? ¿Algún cuervo con mensaje? ¿Algún murmullo desde el bosque?

-¿Y si se olvidó de ti? -bromeó Elian.

-O peor... ¿y si encontró un elfo maderero con abdominales mágicos?

Leo les lanzó una manzana sin fuerza. Pero no sonrió. Se sentó y murmuró:

-Ella no me olvidaría.

Dorian se le acercó con rareza de sinceridad.

-¿La quieres?

Leo no respondió al principio. Luego, muy quedo:

-No lo sabía. Hasta que fue tarde.

---

En el bosque, esa misma noche, Katheryn volvió a sentir el collar arder. Pero no era solo peligro. Era... conexión. Como si en algún lugar, alguien también encendiera su propia chispa.

Ella se sentó frente al fuego de la chimenea y cerró los ojos.

-Leo...



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En el texto hay: princesa, fuego, boyslove

Editado: 07.10.2025

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